Antonio Ferrera deja su alma en la plaza de toros de Badajoz al encerrarse con seis victorinos que no le pusieron el triunfo fácil. Cortó cuatro orejas y el Presidente se erigió en protagonista inesperado. (GALERÍA GRÁFICA EN EL INTERIOR)
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Antonio Girol.-
Veía caer el velo de la noche sobre el cielo de Badajoz y recortada sobre el violáceo del ocaso la figura de Antonio Ferrera saludando a los viandantes, que se encontraban, de frente, a una comitiva enaltecida en la que su cuadrilla se disputaba con los aficionados el honor de portar en hombros al héroe por las calles del barrio de Pardaleras.
Atrás quedaban dos horas y pico de calor asfixiante e intensas, en las que el torero de Villafranco ha emocionado a sus partidarios principalmente porque ha cumplido su promesa: “poner el alma en realizar esta gesta”, tal y como afirmaba en la entrevista que nos concedía el pasado jueves y que pudieron ustedes leer en este mismo portal.
Y esa apertura del alma es la que le ha permitido tirar con una corrida un punto mentirosa y que en manos de Ferrera, experto donde los haya en este hierro, ha pasado desapercibida. En la que únicamente el segundo ha tenido clase en las embestidas humilladas. Y el resto, sin ser difíciles, tampoco han puesto fácil un triunfo ganado con seriedad.
Pero retrotraigámonos en el tiempo. Caía plomo derretido desde el cielo cuando en solitario, únicamente acompañado desde la distancia por sus hombres de más confianza, cruzaba la plaza para saludar al presidente del festejo, que ha buscado un protagonismo desmedido en donde no debía: en la concesión de la primera oreja, la del público; ganándose de forma ilógica una bronca totalmente innecesaria. |
Aplaudo su decisión en no conceder una segunda oreja si así lo estima conveniente desde su óptica de aficionado, como ocurrió en el cuarto. Está en su completo derecho. Pero la primera, reitero, si la piden hay que darla, y esta tarde se han pedido con fuerza una oreja en el quinto que se ha negado. Espero que en lo sucesivo se siga este criterio tan estricto, porque si llegado el caso se da lo contrario me costará entenderlo.
Nada más romperse la comitiva del paseíllo, el público asistente rompió en aplausos, obligando al diestro extremeño a salir a saludar desde el tercio, en un gesto bonito y sincero de una afición que llevaba dos años sin verle en su plaza y que, de este modo, agradecía el gesto de querer conmemorar esos quince años de alternativa con una de Victorino en solitario.
Milonguero-151.
Así se llamaba el que echó por delante. Toro muy en el tipo de la casa. Que dio en el peso 505 kg y que se dejó torear porque era noble pero sin llegar a emplearse. Le saludó Ferrera echándole los vuelos del capote al hocico para embarcarlo en unos lances muy cadenciosos. Tras banderillear brindó a su padre, y comenzó la faena de muleta llevando al astado en línea recta por el pitón derecho, de forma muy templada. |
No tuvo transmisión por el izquierdo, por el que el astado no humillaba y al sentirse podido protestaba los muletazos, destacando un único natural que rápidamente fue cantado por el público.
Volvió al lado diestro y bajo los acordes del pasodoble que lleva su nombre instrumentó los mejores pasajes de una faena que no terminó de romper en grande. Pinchó para luego dejar una entera que tiró al toro sin puntilla. Oreja.
Portevelo-74
La grandeza llegó en el segundo. Portevelo, que así se llamaba el de Victorino, regaló embestidas de seda con las que Antonio Ferrera pudo confeccionar la mejor de sus tauromaquias. Ya había estado muy torero en el recibo de capote sobre todo en la media a pies juntos con la que abrochó los lances.
Pero el paroxismo llegó con la muleta. Inició faena por doblones flexionando rematados con dos trincherillas de mucho gusto y pellizco. Se había percatado que el toro tenía un pitón izquierdo de ‘cortijo’ y por él se puso para enaltecer a la plaza toreando al natural. Sensacionales las series trayendo siempre al animal muy toreado desde el inicio del muletazo, arrastrando más de la mitad de la franela en cada pase. |
Completamente roto conseguía alargar al máximo el trazo de los naturales que crujían como la madera buena en el escoplo del escultor. Porque de esa guisa, esculpidos, salían con el temple que les aplicaba un torero que con este segundo mostró su verdadera dimensión, y a su vez demostró que su binomio con Victorino es un perfecto maridaje.
Si buenos fueron los naturales, los doblones por bajo con que epilogó la faena no les tuvieron envidia. Solo restaba volcarse en el morrillo y enterrar el estoque. Pero la Diosa, siempre juguetona, se dedicó a trucar los dados para que pinchase dos veces antes de matar de entera. Se quedaba todo en un ¡ay! y en dos ovaciones cerradas, una para el toro en el arrastre y la otra para el torero que saludó desde el tercio.
Platónico-88
Era el que más gustaba en el campo y los corrales. El ganadero, el empresario, las cuadrillas y amigos del torero apostaban por el 88. Y se ha demostrado una vez más aquel viejo axioma que dice que de toros no saben ni las vacas.
Con una larga cambiada en el tercio le saludó Ferrera, que luego instrumentó una larga a una mano, en este caso en pie. Fue lo único que le pudo hacer con el percal porque ya de inicio cantó cómo serían sus embestidas: cortas, pegajosas y tobilleras.
Al igual que al que saldría después le dieron dos puyazos. A este, en concreto, bastante traseros.
Del tercio de banderillas destacó el tercero quebrando por los adentros. Mirón, complicado y con poco recorrido la faena de muleta la inició con pases de tanteo en los que llevó al astado muy tapado y en línea recta para en la siguiente serie poder torearlo en redondo. Sin embargo, el Victorino no mejoró ni un ápice su condición y continúo quedándose muy corto y reponiendo en los finales. Supo el de Villafranco taparle los defectos al llevarlo siempre muy toreado y tragarle a base de dejarle siempre la muleta en la cara. |
Así pudo enjaretarle una faena de poder que rubricó de entera algo caída que le valió una oreja. La segunda de la tarde.
Mitayo, 161.
A quien esta crónica escribe era el que más le gustaba del encierro que mandaron desde Las Tiesas. Si bien es verdad que solo lo había visto en fotos. Pronto en banderillas y con movilidad permitió ver un bonito segundo tercio, en el que destacó el tercer par con recorte, previo, en la cara del astado.
Esa movilidad a la que yo hacía referencia la entendió el diestro pacense al darle distancia en el inicio de faena, trayendo al toro embarcado en la muleta, exigiéndole y pudiéndole en los derechazos. Se sintió el animal podido y empezó a protestar defendiéndose, sin llegar a querer pasar con la franqueza que lo hizo en los primeros compases. Otro más al que la técnica y el buen hacer tapó los defectos hasta el extremo de que fue despido con palmas al arrastre tras ser despachado de entera un pelín caída. Nueva oreja. |
Esculpido, 80.
Tenía mucho que torear Esculpido. Al que había colocado Ferrera un gran tercer par de banderillas, tras hacer callar a la música y concitar en él toda la atención de la plaza, antes de quebrar en un palmo de terreno.
Luego, en la faena de muleta, como ha quedado dicho, el toro tuvo mucho que torear porque solo admitía pases de uno en uno, con lo complicado que es llegar al público sin ligazón. Sin embargo hubo pasajes en que lo consiguió a base de componer mucho la figura y estar muy firme con el de encaste albaserrada, jugándose una cornada por momentos. Mató también de entera, en el mismo sitio que al resto, y le pidieron con mucha fuerza la oreja que el presidente negó, olvidando que la primera es del público por muy equivocado que se piense que éstos estén. |
Al toro lo despidieron con palmas, que no terminé de comprender, y al usía le cayó una bronca de órdago.
Bambolero, 136
Con el ambiente aún caliente cruzó Antonio Ferrera la plaza, capote de brega terciado en el brazo derecho, para irse a la puerta de chiqueros a esperar al sexto a portagayola. El silencio se hizo en los tendidos para segundos más tarde explotar de júbilo cuando remató con una media las verónicas que siguieron al lance inicial de la larga cambiada de rodilla.
Tuvo el detalle de dejar quitar a sus dos sobresalientes. Antes a Salari en el tercero, y ahora a Fernández Pineda.
Nuevo tercio antológico de banderillas, con el par del retrovisor como cénit, y un cuarto de regalo al respetable que lo pidió con insistencia. No tenía buena condición este Victorino, que embestía sin clase alguna, dejándose un poco más por el derecho, pero tirando siempre un gañafón al final que dificultaba el lucimiento y descomponía el muletazo. Lo pinchó y luego le dejó una entera. Sonó un aviso cuando el toro estaba a punto de echarse. Curiosamente en este toro no se pidió la oreja con tanta fuerza como en el anterior y el presidente sí la concedió. ¡Misterios! |
Luego vino lo que les contaba al inicio y la vuelta al ruedo aupado por su cuadrilla y del doctor Luis Carlos Franco, que quiso honrar así al torero portándole en hombros para sacarlo de la plaza y que viese anochecer en Badajoz desde lo más alto.
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