¡Va por ti, abuelo!

Hacía veinticuatro horas que se había marchado a una barrera del cielo. Y hasta allí voló el brindis que su nieto enfundado en luto y refulgente plata mandaba con todo el dolor de su corazón pero la esperanza de poder dedicarle una faena más, que no será la última porque si algo hay nitidamente claro es que Alejandro Talavante, por siempre, toreará para deleite de su abuelo que desde lo más alto seguirá emocionándose con el empaque y la torería de aquel niño al que un día llevó de su mano a los toros para que se hiciese aficionado…y por ende, ¡torero!