Israel Lancho abre la Puerta Grande tras cortar una oreja a cada uno de sus toros. Tuvo el mejor lote de Montalvo, una corrida bien presentada, pero con el denominador común de la falta de fuerza.
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Antonio J. Pérez.-
Israel Lancho ha paseado una oreja del segundo bis, un animal que salió después de la gran capea que han dado los bueyes de la Real Maestranza de Sevilla, hoy en Badajoz. Los cuales no arropaban al toro que estaba pendiente del vaquero. Después del capeo, el toro fue llevado a punta de capote desde el callejón por el subalterno Fernando González y entró en toriles gracias a la actuación del mozo de banderillas Manuel González, que desde el tendido, sobre la puerta de toriles, ayudado por un capote, metió al toro en los chiqueros.
Pero no ha quedado ahí la cosa. Resulta que los bueyes, después del mitin que han dado en el ruedo, se escaparon de la Plaza y han llegado hasta la Plaza Alta de la ciudad, continuando camino en dirección al barrio de San Roque. Afortunadamente no habido que lamentar más que el susto.
El sobrero, un ejemplar, del mismo hierro y divisa que sus hermanos, resultó noble pero falto de fuerzas y trasmisión. Lo cual motivó que Israel tirase de ganas, disposición y entrega para realizar su faena. Que comenzó por ayudados por alto, en el tercio, para terminar acortando las distancias, en lo que vulgarmente se conoce como un arrimón, aderezado por distintos adornos y desplantes, que intentasen vender la faena, como bien le cantaba desde el burladero de sol, su subalterno Jesús Carvajal, “venga torero, venga, vamos a venderla, vamos a montarnos en lo alto”. Y así lo hizo el maestro , estocada y oreja. |
El mismo premio obtuvo en el quinto de la tarde, el mejor del encierro. Un toro, cuaya faena brindó a “El Negri”, cantante de La Barbería del Sur. Con este astado, Lancho, puso todo desde el principio, comenzando con un pase cambiado por la espalda desde los medios. El de Montalvo, humillaba en la embestida y se desplazada con trancho en la muleta del matador, que se gustaba toreando en redondo y al natural en la primera parte de la faena, para después optar por acortar las distancias y dejarse rozar la taleguilla por los pitones. Estocada en todo lo alto y otra oreja, que le abría la Puerta Grande.
Santiago Ambel Posada abría cartel. Su primero ha sido un toro que pronto evidenció su querencia a tablas, donde le iba robando, uno a uno, los muletazos. A la escasez de raza sumaba su falta de fuerza, lo cual se traducía en que el animal echase la cara arriba en la mitad del viaje. Gran disposición del torero, pero la ausencia de casta del toro le impidió el triunfo. Ovación y saludos desde el tercio. Más de lo mismo en su segundo, una faena que fue de más a menos, y que había nacido bajo los vuelos de su capote a la verónica, para encontrar en la muleta los mejores pasajes con la mano derecha, donde pudimos apreciar el sentimiento torero de Posada. |
Sin embargo, tras una buena tanda de naturales, el toro se vino abajo y ya no hubo nada más que hacer en la faena. De nuevo ovación y saludos desde el tercio.
Julio Parejo debutaba como matador de toros en la plaza de su tierra natal, lo hacía con un toro noble pero que se quedó mermado de facultades después de los cuatro volteretazos que sufrió durante la lidia. Estuvo muy voluntarioso e inteligente, llevándolo siempre a media altura para que no perdiera las manos. Con un animal que tenía las fuerzas cogidas con alfileres, poco pudo trasmitir el torero a los tendidos. Ovación y saludos desde el tercio. |
El último de la tarde, el toro de más presencia del encierro, bien puesto de pitones, tuvo muchos pies de salida, circunstancia que aprovechó Julio para estirarse a la verónica. Se movió el toro en banderillas; y sin embargo, tras el brindis a Fernando Valbuena, todo cambió. Toda la movilidad que tuvo con el capote y en banderillas, la cambió por un gazapeo molesto que no dejaba colocarse al torero, que centró su faena en terrenos cortos imposibles, donde el ejemplar no le dejaba ligar ningún muletazo. Tal vez si le hubiese dado más distancia, quizás el toro hubiese respondido de forma diferente, o tal vez no, en el arte del toreo nunca se sabe. Tras despacharlo de estocada contraria escuchó una nueva ovación.
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El tacto frío del cemento
Antonio Girol.-
El cemento tiene la particularidad de ser frío o caliente, según la temperatura ambiente. Así, cuando el termómetro baja, es como el hielo. Y cuando suben los grados, se vuelve fuego. Es lo que tiene esa mezcla de arcilla finamente molida…
Digamos que esta es la particularidad, normal, de este producto. Sin embargo, como en los toros es todo tan distinto, ocurre que cuando entras a una plaza y contemplas, frente a ti, el color ceniciento del cemento, sabes de ante mano, que por más calor que haga, la sensación que desprende es de un frío helador, aunque el mampuesto esté, dicho vulgarmente, como ‘Las Carderas de Pepe Botero’.
Ocurre entonces que los toreros tienen que poner el alma que falta en la plaza. Y hay veces que ni por esas consiguen calentar el ambiente.
Digamos que algo así es lo que se ha vivido esta tarde en el Coso del Barrio de Pardaleras, en Badajoz. Daba pena ajena ver el pobre estado de los escaños de la plaza, salpicados, de cuando en cuando, por variopintos grupos de aficionados, diseminados por toda la circunferencia del graderío. Y digo bien aficionados, que no público, porque en su mayoría, los que hoy han acudido a la corrida lo han hecho, consideraciones familiares o amigables aparte, desde una tremenda afición por la fiesta.
Aunque los verdaderos protagonistas del festejo, los toreros, me aseguraban nada más terminar de lidiar sus toros, que a ellos no les afectaba la pobre entrada. Créanme si les digo que pienso que me lo decían con la boca pequeña. A la fuerza el espíritu tiene que enfriarse por mucho ardor que uno traiga del Hotel al vestirse.
Y si a este cúmulo de sensaciones le sumamos que los toros que salen por chiqueros no traen pedernales suficientes para dar mecha al chispero que prenda fuego en el ambiente, entonces la desazón ha de ser difícil de superar.
Lo dicho, que el cemento en los toros, por más que se asolee, nunca pierde su tacto frío, yo diría más bien gélido.
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