ALMENDRALEJO 1ª de Feria - Corrida de Toros.

Mucho ruido y pocas nueces

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Miguel Ángel Perera abandona el coso de la Piedad en hombros tras cortar las dos orejas del sexto toro, en una tarde decepcionante en cuanto al juego de las reses anunciadas. El Juli cortó la oreja del segundo. Morante abroncado.

LA FICHA

TOROS: Se han lidiado toros de El Niño de la Capea bajo tres de los hierros de la casa: San Pelayo, San Mateo y Carmen Lorenzo. Bien presentados aunque exentos de raza y fuerzas. Pitados al arrastre 1º, 3º, 4º y 5º. Los otros dos, silenciados.

ESPADAS:Morante de la Puebla (verde botella e hilo blanco) pitos y bronca.
El Juli (tabaco y oro) oreja y ovación que saluda.
Miguel Ángel Perera (salmón y oro, con cabos negros) palmas y dos orejas

INCIDENCIAS: Prácticamente lleno en tarde de temperatura agradable.

Miguel Ángel Perera a hombros. (FOTO: Gallardo)

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Antonio Girol.-

Paseando, antes del comienzo del festejo, por ese parque recoleto que hay frente a la ermita de la Piedad (para aquellos que no lo sepan, patrona de Almendralejo) me detuve ante un azulejo que reproducía un poema de Lorca. Fue como una premonición. Ya que unas horas más tarde, Morante hizo suyo aquel verso suelto de Federico, aquel que dice: ¡Que no quiero verla! En esta ocasión no era la sangre de Ignacio sobre la arena, sino la corrida que el Capea había mandado para esta tierra.

Este encabezamiento podría servir de resumen para que yo les contase cómo ha estado Morante. Mejor dicho, no ha estado. Porque esa es la impresión que queda tras verle marcharse de la plaza con el vestido verde, bordado en hilo blanco, sin mácula, en medio de una bronca de las que cada día se ven menos en las plazas de toros.  Que aunque parezca guasa también es mérito de este torero, que no sólo rescata tauromaquias olvidadas.

No. ¡Que no quiero verla!

Nada le pudo, ni quiso, hacer al primero ante la falta de fuerzas que evidenció el animal, que se desplazaba con esa ausencia de vigor propia de los inválidos.  Al que intentó cuidar en los primeros compases del último tercio, sin molestarle en nada, citando a media altura en una tandita breve amenizada por el sonido del viento de los silbidos del respetable. Se fue por la espada, y tras un pinchazo sin pasar, agarró media delantera; antesala de los pitidos que se repartieron a partes iguales toro y torero.

Cuando el cuarto hizo acto de presencia la tarde no había conseguido remontar la curva en que estaba metida, pero el recibo capotero de Morante, cadente, y lleno de embrujo, hizo chispear el pedernal de los aficionados que jalearon los lances acompasados, rítmicos, preñados de gusto del torero de La Puebla.

El gesto de Morante en el patio de cuadrillas parecía una premonición. (FOTO: Gallardo)

Sin embargo, lo que se antojaba cante grande se quedó en un simple quejigo.

El toro, único de los seis lidiados, que tuvo la osadía de empujar en el caballo – aunque exento de clase a la hora de meter los riñones todo hay que decirlo – colocó  en el peto la cara a la misma altura con la que había embestido al capote del matador, cuando  éste le llevó hasta la jurisdicción del picador que le aplicó una vara larga y desmedida, que en lugar de ahormar lo que hizo fue aplomar al animal.

A partir de ahí ya no hubo más historia que contar que aquella que narra que Morante se limitó a tantear la embestida por alto e irse, ante un alud de protestas e improperios, a por la espada para dar dos pinchazos y dejar media tendida, que con la ayuda del verduguillo pusieron punto y final a una comparecencia que se resume en ese verso suelto lorquiano al que yo hacía alusión al inicio de estas letras. ¡Que no quiero verla!

La raza de Julián.

Ni el original (por aquello de ser el anunciado en los carteles) de San Mateo que hizo segundo, ni el de Carmen Lorenzo, que hizo quinto, se prestaron al lucimiento. Y sin embargo, a los dos les hizo El Juli cosas con enjundia y que merecen ser contadas.

El Juli lo intentó todo en sus dos faenas. (FOTO: Gallardo)

A su primero lo recibió con decoro y el animal,  a pesar del temple con que lanceó a la verónica Julián, perdió un par de veces las manos sin llegar a caerse. Tras quitar por chicuelinas, y brindar al respetable, inició la faena de muleta con las plantas de las zapatillas asentadas en la arena, pasando de forma lúcida al toro por alto.  Acto seguido se fue al centro del ruedo, y entremezclados con los gritos histéricos que pedían música…por nada, dicho sea de paso, dio una tanda de derechazos de acople, mientras la orquesta obedecía sumisamente atacando el pasodoble…repito que por nada.

 

Julián, con esa inteligencia innata que posee, jugó bien los tiempos y volvió a la cara de su antagonista para enjaretar una serie llena de temple, en la que llevó muy tapado al toro que, a las primeras de cambio, demostró sus dos ‘virtudes’: la escasez de fuerzas que ya evidenciara de salida en el capote y la falta de raza, quedándose en las zapatillas del torero, o  mejor dicho en las rodillas del torero.

A pesar de este doble hándicap, el de Velilla no cejó en el empeño de triunfar y en la tercera tanda hubo momentos en que le corrió perfectamente la mano, con temple y altura exacta para que no se le derrumbase…A estas alturas de faena la música ya llevaba un rato sonando.

En vistas de que poco a poco el animal perdía fuelle y cada vez era más difícil hacer que se desplazase, El Juli acortó distancias y trocó el toreo fundamental por el de recursos, sacando un circular que fue muy aplaudido desde la solanera. Dejó media caída y tendida, que ayudada por el golpe de descabello le valió para cortar la primera oreja de la tarde.

Sí hay quinto malo.

El quinto llevaba los colores celeste y blanco de la divisa de Carmen Lorenzo, esposa de El Capea. Y no varió en nada de sus primos hermanos de San Mateo y San Pelayo.

Lo recibió Julián saliéndose con el toro hacia los medios, y allí justamente se llevó un susto ante una colada que a punto estuvo de levantarle los pies del suelo.

Inició la faena de muleta con decisión, yéndose directamente a por el toro que se había quedado en los terrenos del tendido dos.  Engañó el animal a los que creyeron ver en él algo distinto por cómo había cogido los vuelos de la franela en esa primera tanda, porque en las siguientes echó el freno de mano, y tuvo incluso el torero que darle con la rodilla en los pitones para que le regalase alguna embestida. Lo probó por el izquierdo y luego por el derecho, y tuvo que desistir a pesar del arrimón. Pinchó arriba, tanto en la suerte natural como en la contraria, antes de dejar un pinchazo hondo tendido. También hubo de descabellar.

De haber matado mejor seguro le hubiesen pedido premio mayor que la ovación que le tributó el público, y que el torero saludó desde el tercio. El toro, como los otros, fue despedido entre pitos.

Perera, triunfador numérico.

Perera ha sido el triunfador numérico del festejo. Ha cortado dos orejas del sexto y abandonó la plaza en hombros. Decía El Capea recientemente en un chat con aficionados taurinos que Miguel Ángel demostraba su inteligencia al querer matar sus toros. Imagino que el maestro salmantino demostrará también inteligencia depurando líneas en su ganadería, para que no se repita el pobre espectáculo que han dado sus murubes-urquijo esta tarde en Almendralejo.

Pero volvamos con el torero extremeño, que en verdad demostró inteligencia en su primero cuando lo paró, rodilla genuflexa, para alargar en mayor medida la embestida de la res. Brindó Perera a Paquito Ruiz, pregonero de la feria almendralejense, y tuvo la mala suerte de que el toro no acompañase en el gesto al matador.

 

El tradicional inicio de faena de Perera. (FOTO: Gallardo)

Había iniciado la faena por alto para evitar derrumbes y, a pesar de ello, en el tercer ayudado el animal acabó rodando por la arena, en este caso producto del desacierto de un tirón poco hábil. Tomó distancias el torero para dejar al toro que se oxigenase.

Aún así el juego que daba era muy pobre, ya que el animal aunaba a la falta de fuerzas una flagrante falta de casta que, al igual que los dos anteriores, evidenciaba embistiendo a chocones y con la cara alta. Perera, ante el descontento del público, intentó agradar a base de porfiar delante de la cara pero no logró más que enfadar más al respetable, que veía como las ganas del torero topaban con un astado del que no iba a sacar nada en claro. Pinchó al primer intento, y después dejó una estocada entera desprendida que precisó de verduguillo para hacer doblar a la res. Escuchó palmas y el toro fue pitado al arrastre.

El sexto, dos orejas y para casa.

El sexto tuvo la virtud de humillar, aunque de raza y fuerzas anduviese como el resto del encierro.  Abanto de salida, había transitado por el ruedo sin prestar atención a los capotes que se le ofrecían desde las bocanas de los burladeros. Ni siquiera al de su matador que no pudo hacer nada para recogerlo.

Una vez que Barbero hubo dejado el segundo par en el morrillo sonaron clarines y timbales para cambiar el tercio (en una tónica cada vez más frecuente en las plazas extremeñas). Brindó al público y se quedó en la boca de riego para instrumentar su habitual pase cambiado por la espalda.

Templado, supo entender bien al toro con la diestra, enganchándolo delante y trayéndolo muy suave para que no perdiese las manos. Por el lado izquierdo instrumentó los pasajes más meritorios de su actuación. Sobre todo en la primera tanda de naturales, en los que el toro todavía tenía algo de motor y se desplazaba mejor. Ya que en la segunda, con menos gasolina, tuvo el torero que perder siempre un paso para poder ligar.

Tiró de cercanías para finalizar la faena ayudándose de los circulares. Mató de entera trasera y caída y, al igual que sus compañeros, tuvo que hacer uso del verduguillo. A pesar de ello le fueron concedidas dos orejas, que le sirvieron para salir de la plaza a hombros de ‘El Chino’.


AL QUITE

Antonio Girol.-

ANTE EL DEFECTO DE PEDIR…

Hay días que siento envidia de Madrid. Dejando a un lado la seriedad que allí se demanda, mi envidia viene motivada por el simple hecho de que los aficionados venteños no tienen que aguantar la matraca de los pedigüeños de música.

Vaya por delante que quién esto firma se ha destetado escuchando pasodobles, tanto en mi casa como en el Bar Taurino de mi localidad donde es plato habitual junto con los calamares a la romana y la carne en salsa. Y abundo más, en el programa de radio que dirijo con título idéntico al de este espacio cierro cada martes con un pasodoble. Pero bien lo sabe Santa Cecilia, patrona de los músicos, que me van a poner a la contra del sonido de las bandas con tanta petición extemporánea.

La música, o mejor dicho, esa tonadilla ligera que es el pasodoble, no puede sonar así porque sí en una plaza de toros. Ha de ser ejecutada, o atacada que es como se llama el hecho de arrancar la Banda a tocar, cuando haya de servir de amenizado para algo merecedor de elogio, digno de ser animado. En definitiva, como celofán con el que envolver ese regalo que supone una gran faena de muleta.

Por desgracia esto no ocurre casi nunca. Parece como si la Agrupación Musical de turno, contratada para la ocasión, tuviese que actuar por Decreto del pueblo.

De tal forma que no ha hecho el torero más que brindar el toro e irse hacia la cara del animal y ahí está el primer vocinglero, o vocinglera, de turno con su histerismo, pidiendo a grito pelado: ¡MÚSICAAAAAAA!

Bien fuerte, ¡sí señor! Que se escuche por toda la plaza y sirva de eco para que alguien más, en el tendido de enfrente, imite el grito. ¡MÚSICAAAAAAA!

Lo que viene después es de sobra conocido. A los maestros les entra el tembleque en las piernas. Algunas veces incluso miran al usía de turno, que en ciertos casos hasta hacen gestitos con la mano a fin de que éstos – los maestros – se den prisa en mover la batuta. Y acto seguido…tachachín, tachachán, tararín, tantán.

Da igual si el torero está dando los primeros muletazos de tanteo o si la faena está siendo insulsa, el caso es que hay que tocar porque un tipo – dudo en escribir el femenino para que no suene peyorativo – ha pedido a voces lo que el resto no demanda.

Ya se sabe que esta fiesta, la de los toros, es la más democrática del mundo. En habiendo  uno o una –  esta vez sí cabe el femenino – que así lo exija, no se hable más… ¡petición concedida¡ Ahí lleva usted: Amparito Roca. ¡Que la disfrute! Y mientras tanto bostecemos un rato, pero que sea con banda sonora que es más entretenido, ¡hombre!…o mujer.


GALERÍA GRÁFICA de GALLARDO

¡No quiero verla!

Nunca se esconde.

Preparándose para liarla.

La emoción e incertidumbre del inicio.

Morante tomando las de villadiego.

Tanteando el terreno.

El Juli rematando los lances iniciales. Pendiente del puyazo de su picador. Pase de pecho, de pitón...a rabo.
La tónica general toda la tarde, cabezas a media altura. Así es imposible enganchar muletazos y olés.

En cuanto humillaba salía el mando de Juli a templar.

Julián tirando de recursos para caldear el ambiente. Perera lanceando con el capote a pies juntos. Intentando encelar el toro en la muleta a base de taparlo mucho.
Un buchito de agua para aclarar la garganta. Lo poco que dejó entrever en la tarde de hoy. Hubo un conato de faena en los inicios.
Perera muy templado al natural en el sexto. La primera tanda de naturales tuvo empaque. El arrimón final, dejándose llegar mucho al toro.

GALERÍA DE CUADRILLAS. FOTOS: GALLARDO.

Alejandro Sobrino de la cuadrilla de Morante en la brega.

El Lili asomándose al balcón para dejar las banderillas. Emilio Fernández suspendido en el aire para clavar.
Francisco Doblado marchándose de la plaza tras administrar un puyazo.

Guillermo Barbero, de la cuadrilla de Perera, a punto de clavar.

Aurelio Cruz, picador de Morante, esperando la acometida.

OTRAS IMÁGENES. FOTOS: GALLARDO.

En Almendralejo hasta las rotondas tienen trapío. Francisco J. Campos y su hijo no faltaron a la cita taurina. Lo bueno abunda...Fernado Masedo y Fernando Valbuena.
En Valdelacalzada la afición se transmite por herencia de sangre.

Hasta el sol quiso sumarse a la expectación del patio de caballos.

Arnelas inmortalizando a El Juli para el diario HOY.

La hija de Juan Barco portadora de buenos genes taurinos.

Desde Valencia del Ventoso vinieron estos aficionados a ver los toros. Baltasar Manzano y otros socios de la Peña de Villafranca.

En los tendidos se ven buenas cámaras y mejores objetivos.

El Presidente de la Federación Taurina, Eugenio García revisando sus notas. Mosqueo en la solanera ante la abulia morantista.
Perera brindando a Paquito Ruiz, pregonero taurino 2011. Casi de juguete... Fernando González junto a sus maestros, Capea hijo y padre.
Un toro muy moderno...con pendiente. Perera firmando un autógrafo a un seguidor. A los toros van las mujeres guapas de verdad.
Perera pasando frente a su actual novia y su futura suegra.