FREGENAL de la Sierra - Corrida de toros

La raza de Garrido, Juanito, Ginés Marín y Pregonito

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La terna a hombros se despide de la afición

En el Día de la Raza, José Garrido, Ginés Marín y Juan Silva ‘Juanito’ mostraron la suya en el ruedo de Fregenal cortando nueve orejas y un rabo de los toros de Núñez de Tarifa, en el que hubo dos toros con raza de bravos, uno de ellos llamado Pregonito fue paseado por las mulillas por el anillo en homenaje póstumo. El presidente también mostró su raza de buen aficionado imponiendo su criterio.


FREGENAL DE LA SIERRA – Corrida de toros

TOROS: Se han lidiado toros de Núñez de Tarifa, correctos de presentación y de juego desigual. Tercero y quinto resultaron bravos. Este último, de nombre Pregonito, número 24, de pelo negro mulato, y nacido en enero de 2015, fue premiado con vuelta al ruedo en el arrastre.

TOREROS:
José Garrido (de catafalco y oro), oreja y oreja.
Ginés Marín (de azul marino y oro), dos orejas y dos orejas y rabo.
Juan Silva ‘Juanito’ (de verde hoja y oro), dos orejas y oreja.

INCIDENCIAS: Algo más de media entrada en tarde de temperatura agradable con alguna racha de viento. Al finalizar el paseíllo la banda de música de Higuera la Real interpretó el Himno de España que escuchó el público puesto en pie. Jesús Díez ‘Fini’ saludó tras parear al quinto.


Antonio Girol.-

        La temporada en la provincia, en lo que a festejos mayores se refiere, echó el cierre con la corrida de esta tarde. Rescatada en el calendario tras la suspensión del pasado 21 de septiembre. Un festejo en el que hubo notas positivas. Una de ellas, y es por la que quiero comenzar esta crónica, la presidencia de Isidoro González. Demostró el usía ser un excelente aficionado. Que debe ser el primer mandamiento de todo aquel que se sube a presidir una corrida de toros. Aguantó, con sosiego, sin evidencias de nerviosismo, las presiones que le llegaron desde los tendidos, y desde el callejón, para que indultase al quinto. Impuso su criterio sin que le temblase el pulso mandando dos recados en forma de aviso a Ginés Marín para que matase al astado. Y una vez que el torero de Olivenza decidió hacerlo (ante la evidencia de que el presidente no iba a aflojar por más que le silbaran) sacó los tres pañuelos blancos y el azul, al unísono. Como debe ser. Los máximos honores para un gran toro, merecedor de vuelta al ruedo, pero no de indulto; y para un torero que lo había entendido perfectamente. Mis felicitaciones para el señor González Infante, al que no tengo el placer de conocer, pero desde aquí le alabo el gesto y su gallardía. Ojalá cunda su ejemplo en otras muchas plazas. Y, lo más importante, ojalá continúe presidiendo en Fregenal de la Sierra y su entereza no le cueste el cargo. Dicho queda.

       Hecho este inciso pasemos a analizar la corrida en conjunto. Los toros de Núñez de Tarifa no fueron sencillos. Nada de seis bombones como se pudiese pensar sabiendo de dónde provienen. Tuvieron mucho que torear y exigieron firmeza en los tres espadas que correspondieron al envite.

      Numéricamente el máximo triunfador resultó Ginés Marín que le cortó dos orejas a su primero y dos y rabo al citado quinto. Está el de Olivenza en un momento tan dulce como el que experimentó el año de su confirmación de alternativa, pero con ese cuajo de más que dan las tablas que ha adquirido desde entonces. Con la facilidad que acostumbra lanceó a la verónica al segundo de la tarde. Un toro al que Antonio Lavado, que guardaba la puerta, picó en toda la yema. Felicidades picador. Luego con la muleta sacó Marín su manual del temple y empezó a impartir una nueva lección magistral de ligados muletazos por el derecho. No le arredró el viento que se levantó a la hora de echarse la muleta a la zurda y continuó por naturales envueltos en las suaves notas del pasodoble Dávila Miura, que instrumentalizó la Banda de Higuera, otra que, como Ginés, ha completado una temporada para el recuerdo. El joven espada exprimió a fondo el juego del astado hasta terminar en cercanías con el consiguiente acarreo de felicidad de los aficionados que le pidieron con fuerza las orejas.

      El quinto, que se llamaba Pregonito, ya quedó dicho que fue un toro de vuelta al ruedo. Porque esta figura, la del premio póstumo, está recogida en el Reglamento y debe ser usada convenientemente para toros bravos. Y la otra, la del indulto, debe ser para casos excepcionales de toros de bandera. Pregonito fue lo primero además de repetidor. Ginés Marín le dio distancias y de esa manera aprovechó la inercia de sus embestidas en excelentes series al natural. Exigía el animal que le apretaran y Ginés lo entendió perfectamente en tandas de mucho mando, muy ligadas que calaron en los tendidos hasta el punto de que cuando cambió de espadas comenzaron a oírse voces a favor del perdón. Continúo Ginés toreando, mostrando al astado, que acudía con celo a su muleta. Escuchó un primer aviso. Desoyendo el recado, continuó toreando y, como Pregonito seguía embistiendo, las voces fueron en aumento. Volvió el presidente a sacar el pañuelo y el segundo clarinazo sonó nítido en la plaza. Por lo que Ginés hizo lo correcto: acatar la orden y entrar a matar. Al final todos felices. Y cuando digo todos incluyo también al público que no chistó siquiera cuando terminó la triunfal vuelta al ruedo del toreo portando los máximos galardones. Ni un solo pitido al palco. Lo que me reafirma en mi idea de que, en muchas ocasiones, los arrebatos de indulgencia son más postureo que sentimiento verdadero.

      Juanito quedó segundo en el ranking de trofeos cortados. Tres orejas paseó el diestro por el albero frexnense. Dos de ellas pertenecieron a su primero. Un toro que se movió mucho y lo hizo con picante. Lo entendió muy bien Juanito bajándole mucho la mano y exigiéndole por ambos pitones hasta meterlo en el canasto. A pesar de su corto bagaje, el de hoy era su octavo paseíllo como matador de alternativa, evidenció ante el cinqueño que su toreo es poderoso e inteligente. Le queda crecer, lógico y normal, en un chaval que está como quien dice comenzando a escribir su particular libreto, y por eso a veces a lo largo de su actuación muestra intermitencias. Pero tiene la moneda y si sigue por el camino que se ha marcado terminará cambiándola en esos sitios en lo que hay que cambiarla.

     Por lo pronto va cogiendo experiencia y se nota. Como en lo que hizo en el cierra plaza. Un toro que tras ser picado hizo amagos y regates en el capote de Luis Miguel Amado. Más bravucón que bravo exigía mando y lo encontró en la muleta de Juan. No aceptaba el de Núñez de Tarifa ni un solo recorte en la línea recta con la que se tragaba los muletazos. En cuanto podía se revolvía y se quedaba en las zapatillas de su lidiador. Juanito le fue buscando las vueltas a base de firmeza y mucho pulso hasta terminar por meterlo en el zurrón en los circulares con los que le terminó de ganar la partida. El público supo reconocer el merito y le premió con un trofeo.

     José Garrido sorteó el peor lote. Echó por delante el más feo del encierro. Un toro alto que no descolgó en ningún momento. De rodillas lanceó de salida y de rodillas comenzó la faena de muleta, por el izquierdo. Exigió el astado mucho pulso y perderle algunos pasos y así lo hizo el de Badajoz. De esa manera era difícil llegar al público y aún así el torero puso todo su empeño en agradar. A base de sobarlo mucho logró una última serie de derechazos que resultó muy aplaudida. Epilogó su actuación al natural, haciendo las cosas con mucha verdad y queriendo torear despacio a pesar de la escasa condición de su antagonista.

    El cuarto era de largo el de mejores hechuras. Un toro que sobre el papel debía de embestir. Por eso lo enlotaron con el más basto. Pero como de esto no saben ni las vacas que los paren resultó un bluf. Se dobló Garrido con él en el inicio de faena de muleta. Para entonces ya había cantado en el caballo cuál iba a ser su condición. A base de toques fuertes y con la voz fue ahormando las embestidas rebrincadas en las primeras series. Por el izquierdo protestaba menos, pero salía distraído con lo que impedía cualquier opción de poder ligar los naturales. En vistas de lo cual no le quedó a Garrido más que acortar distancias y entrar en la jurisdicción del toro. Por medio de circulares invertidos logró caldear algo el ambiente. Al menos le sirvió para cortar la oreja que necesitaba para salir a hombros.


GALERÍA GRÁFICA – FOTOS: GALLARDO

OTRAS IMÁGENES – FOTOS: GALLARDO