HERRADERO - Marqués de Villalba de los Llanos

Bautismo de fuego

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Hierro de la ganadería de Miguel Moreno. (FOTO:Fco. Javier Campos)
Hierro de la ganadería de Miguel Moreno. (FOTO:Fco. Javier Campos)

El día del herradero es el del comienzo de las ilusiones para una ganadería, como es el caso de la de ‘Marqués de Villalba de los Llanos’. Los añojos del guarismo cero de la vacada de Miguel Moreno recibieron recientemente su bautismo de fuego.

Antonio Girol.-

Aún había estrellas en el cielo cuando Francisco Javier Campos, el novillero Jesús Díez ‘Fini’, Manuel Mellado y César Martín me recibieron a la entrada de Olivenza para compartir café e ilusiones, antes de partir, cuando ya empezaba a  rayar el día, hasta ‘La Cercada’, la finca que Miguel Moreno tiene en el término municipal de Alconchel, donde cría los toros que anuncia en los carteles como ‘Marqués de Villalba de los Llanos’.

Allí, entre jirones de bruma, nos esperaban el ganadero, su sobrino, el matador, Santiago Ambel Posada y el resto de vaqueros de la casa. Dispuestos para dar comienzo a la faena que nos traía hasta su casa: el herradero.

El primer oficio que hacen los hombres del campo bravo es preparar sus cabalgaduras, algo que en esta casa es dogma de fe, no en vano el apellido Moreno lleva cosido el albardón del rejoneo en sus entrañas. Perfectamente ataviados, garrochas en ristre, los cuatro jinetes se encaminaron, escoltados por tres obedientes mansos de amplia arboladura de pitones, hasta el cerrado donde los añojos a herrar, junto con los dos raceadores que les legaron la bravura de su sangre, les esperaban.

 

Miguel Moreno a lomos de su caballo camino del cerrado. (FOTO: Fco. Javier Campos)

De tal manera se adentraron en la cerca y fueron agrupando a la manada, hasta arroparla con los mansos y los caballos, para posteriormente imprimirles velocidad a la hora de llevarles a contraquerencia.

 

Los mansos conducen la manada, detrás los vaqueros cerrando el cortejo. (FOTO:Fco. Javier Campos)   Una vez en las corraletas, cuando ya se encendía el fuego que enrojeciese los hierros, las avezadas manos de los hombres de campo, grandes conocedores del ganado, iban apartando, con suavidad y buen apaño, machos de hembras, con el fin de ir herrando por sexos diferenciados, a fin de numerar a cada grupo de una manera distinta. De tal forma que las hembras comenzarían por el 134 -el anterior había sido el último que se utilizó el pasado año en las de su género- Y los machos, irían del 1 en adelante.

Uno a uno los ejemplares iban a ir pasando por el mueco, donde eran señalados con el cardinal que le correspondiese; el guarismo cero, por corresponder a animales nacidos en el año ganadero de 2010; la señal a fuego de la Unión de Criadores de Toros de Lidia (U) y el hierro de la casa. En un ejercicio mecánico y rápido que demostraba la pericia y la experiencia de los herradores.

Mientras tanto, Antonio y Carmen, no dejaban de tomar nota en los documentos oficiales, reseñando números de crotal, de guarismo…pelo y particularidades. Con objeto de llevar un exhaustivo control veterinario, atestiguado por la pareja de la Guardia Civil, presente siempre en estos actos.

Al filo del medio día todos quedaron marcados para siempre, con la ilusión de que dejen en alto el pabellón de una ganadería que en 2007 vino desde tierras manchegas hasta ‘La Cercada’, cuando su actual propietario se la compró a José Luis Martín Berrocal, y cambió el hierro y el nombre de ‘El Toril’, por el actual de Marqués de Villalba de los Llanos.

  El hierro funde el número en la piel de la res. (FOTO:Fco. Javier Campos)

De aquella punta de ganado procede el  número 72, bajo, bonito de hechuras, con nobleza en la mirada, lo que se suele llamar ‘una pintura’, que tentado por Ambel Posada pasó con nota la prueba de vida, para quedarse para siempre padreando en la dehesa. Hoy, sus descendientes,  junto a los del majestuoso negro mulato que con el ancestral hierro de Carriquiri presta su raza a la causa de Miguel Moreno, recibieron el calor del fuego eterno.

Ahora toca la espera… el pan nuestro de cada día del campo bravo.

GALERÍA DEL HERRADERO (FOTOS: Fco. Javier Campos)

Los añojos junto a los sementales esperan la llegada del hombre. El ganadero Miguel Moreno dirigiéndose al cerrado. Ambel Posada y los vaqueros le siguen.
El tropel del ganado rompe el silencio de la mañana en la dehesa. La entrada a las corraletas siempre es comandada por los bueyes. Que aportan seguridad y sosiego a la manada, sobre todo en los más pequeñitos.
Miguel observa desde la atalaya de su montura que todo va saliendo según lo previsto. El ganado arremolinado en el primer corral... ...va siendo apartado por las experimentadas manos de los vaqueros.
Que van moviendo machos y hembras hacia un lado y a otro hasta quedar diferenciados. Para posteriormente ir pasando por el trágala que les llevara... ...hasta el mueco donde son convenientemente sujetos.
Mientras los hierros esperan al rojo vivo. 'El Fini' coloca los números según el orden que corresponden. El cero del guarismo en curso en la paletilla derecha...
Ambel Posada colacando el hierro de la ganadería. El de la casa será la señal de distinción en la plaza. En la palomilla irá el de la Unión de Criadores en forma de U.
Las señales son rociadas con antibiótico por la veterinaria Carmen Arrobas. Le son retirados los 'pendientes' (en el caso de los machos) De tal forma que cuando sale del cajón de curas...
Deja perfectamente visible los hierros marcados a fuego, Al igual que deja marcada su bravura en el derrote que da al cubo. Así, uno tras de otro, todos son marcados para la posteridad.