Ni la lluvia, que cae con intensidad en estos días, ni el viento, que rachea con fuerzas en intervalos, pueden con la afición. Ni con la de los alumnos y profesores de la escuela taurina de Badajoz, ni con la del ganadero Borja Domecq que encerró cuatro eralas de su ganadería de Jandilla para que en la plaza de toros de Mérida pudiesen los chavales tentarlas. Un gesto que denota grandeza en un ganadero que ha conseguido que la estrella de seis puntas de sus toros brille en lo más alto del firmamento taurino.
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