Se acortan los días. Y no precisamente por el cambio de hora o la proximidad del nacimiento del Niño Dios. Se acortan los días para que Antonio Ferrera vuelva a pisar los ruedos vestido de luces. Se acortan los días en el silencio del campo bravo roto solo por el jadear de una vaca tentada por el maestro de Villafranco. Se acortan los días para todos aquellos que llevan más de un año esperando a un torero en plena madurez artística que cuando tuvo que parar por culpa de una inoportuna lesión tenía encandilada a todas las aficiones del mundo con su temple. Se acortan los días para volver a ver su nombre en los carteles. Se acortan los días. Próxima está la fecha.
