Los novillos de Carriquiri fueron protagonistas para lo bueno y para lo malo. En el lado positivo su imponente presentación. En el otro lado de la balanza su poco juego que obligó a los novilleros a tener que fajarse con ellos para poder lograr el triunfo final. Flores no tuvo suerte con la espada y no pudo acompañar a Terrón y Juanito en la salida a hombros.
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Antonio Girol.-
La novillada de Carriquiri no tuvo más que fachada. Presentación impecable que no envolvía absolutamente nada en el interior. A eso hubo que añadir que varios de los novillos desarrollaron peligro. Pero no del que se ve y se palpa en los tendidos, sino del que llaman sordo; que es peor porque encima la gente ni se entera pero el torero lo sufre igual que al otro.
Al primero lo aplaudieron de salida. Antes de llegar al primer burladero desde el que le llamaba el peonaje mostró su verdadera identidad traducida en un frenazo que fue el denominador común del juego que desarrolló durante toda la lidia. Con él se dobló Luis Manuel Terrón en el inicio de faena de muleta para someterlo porque, aunque recibió dos puyazos no terminó de romperse en el peto. Intentó el de Higuera de Vargas agradar al público con su toreo al natural mas le fue imposible lucirlo porque el novillo se le quedaba en las zapatillas al segundo viaje. Tampoco fue mejor por el lado derecho por el que reponía obligando al torero hacer un esfuerzo que el público supo reconocer ovacionándole cuando se dirigió a las tablas a cambiar de espada.
Espoleado por las dos orejas que había paseado Juanito, al colorao que hizo cuarto lo recibió Terrón con un farol de rodillas en el tercio para después seguir toreando por verónicas que remató con una artística media. Si mal aire había tenido su anterior antagonista comparado con este, aquel fue un ‘bomboncito’ (entiéndase la ironía). Reservón y embistiendo a chocones puso en jaque en más de una ocasión al novillero que demostró gran actitud al irse a los medios para torearlo al natural sin probaturas. Rápidamente se pudo ver que tampoco era el compañero ideal para estirarse al natural. Además de que encerraba un peligro sordo que terminó traduciéndose en hachazos. Hasta el punto que en uno de ellos le dio un paletazo en el rostro que a punto estuvo de costarle un susto. Ante semejante dureza de astado, Terrón demostró firmeza. Señal inequívoca de cómo ha crecido en madurez.
El segundo de la tarde cantó la gallina en el caballo. En donde hizo una pelea típica de manso, sin emplearse en ningún momento. En banderillas, como el resto del encierro, esperó a los subalternos para luego apretar hacia los adentros. A pesar de ello, Juan Antonio Maguilla le colocó un buen par que fue premiado por el público obligándole a saludar montera en mano. Idéntica actitud evidenció en la muleta de Fernando Flores que se empeñó en torearlo de inicio por el izquierdo para más tarde descubrir que el pitón más potable era el derecho. Por el que, a base de muchos, y sucesivos toques, consiguió extraerle un par de series de redondos que jalearon los aficionados. Se tuvo que fajar el de Salvatierra con su antagonista de principio a fin y solo el mucho tiempo que tardó su tercero en atronarlo con la puntilla impidió que el premio recibido fuese mayor.
La mejor pelea en varas de la tarde llegó en el quinto. Luis Alberto Parrón supo sujetar al de Carriquiri y a su vez proteger a su cabalgadura en una bonita disputa que tuvo el refrendo de una cerrada ovación del público durante la misma y continuó cuando el picador se marchaba al patio de caballos. Donde sí ganó la pelea el astado fue en el segundo tercio poniendo en serios aprietos a los rehileteros. Con esas credenciales llegó a la jurisdicción de Fernando Flores que estuvo muy firme con un animal que unas veces embestía a empellones y otras se quedaba a medio viaje reponiendo. Le pudo el de Salvatierra y el animal terminó por mirar a tablas. Sin embargo, Flores consiguió mantenerlo en su muleta a base de encelarlo con la voz. Lástima que se atascase con la espada porque su esfuerzo también hubiese merecido el premio de la salida en hombros.
Ya lo apunté el pasado jueves cuando le vi en Mérida. Me gusta la capacidad que tiene ‘Juanito’ para medir los tiempos. Es algo que siempre me ha gustado en los toreros. Y el novillero luso afincado en Villanueva del Fresno es del ese grupo de los que son capaces de averiguar el metraje exacto que tiene cada faena. Lo hizo en su primero. Un novillo con el que se fue a los medios sin más probaturas y a pesar del tornillazo que soltaba al final del viaje fue capaz de enjaretarle naturales en los que tiró de él llevándolo largo y ligado. Consiguiendo de este modo que el respetable se metiese de lleno en la faena. Epilogó con unas ajustadas manoletinas antesala de la efectiva estocada que cobró.
Lo más destacado de su segunda actuación llevó la firma de capote en un bonito saludo a la verónica y el galleo con el que puso al astado en suerte. En una tarde en la que el segundo tercio fue bastante discreto, Jesús Díez ‘Fini’ recetó un par de categoría. Al igual que sus hermanos, el de Carriquiri también soltaba peligrosamente la cara y se quedaba corto en las embestidas, pero además tenía pocas fuerzas y eso hacía que al ser exigido perdiese las manos. Tuvo por tanto Juanito que resolver dos ecuaciones. La primera, referente al ritmo para que no le tocase la muleta con el molesto calamocheo; y la segunda, de alturas para que no se cayese su antagonista si le bajaba mucho la mano. Lástima que el acero emborronase su actuación.
GALERÍA GRÁFICA (JMª BALLESTER) |
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