AL QUITE

«El que tenga ojos, que lea»

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FOTO: Gallardo
FOTO: Gallardo

«Es hora de que las figuras, tan habituales y necesarias en plazas como Olivenza, por fin empiecen a romper esa férrea cadena con la que se han blindado en estos años toreando solo entre ellas. Y de esta forma permitan, y obliguen, a que las empresas tengan que ser originales a la hora anunciar nuevos ajustes»

 

Antonio Girol.-

Alborea el año y en el horizonte comienza a vislumbrarse la tenue claridad de una nueva temporada. Aún es pronto para poder ver si traerá renovadas luces o si en cambio continuará opacada por el grisáceo del tremendo nubarrón que de un tiempo a esta parte pende sobre nuestras cabezas. De ello va a depender, y mucho, que la fiesta de toros continúe en ese progresivo, y lento, declive en el que hoy, por desgracia, está sumida. Principalmente por culpa del inmovilismo al que unos y otros parecen aferrarse con idéntica fuerza al que las lapas se adhieren a las rocas de la costa.

Como viene siendo ya habitual Olivenza marcará el tempo, por ser, en cuanto a nombres de figuras, la primera gran feria. En los cinco festejos que todo hace indicar que se anunciarán, pero especialmente en las tres corridas de toros, habrá una buena ocasión para ver si hay algún tipo de regeneración del escalafón. O por el contrario seguiremos con el acostumbrado sota, caballo y rey.  Que en este caso se traduce en los del extinto G5 más Ferrera aliñados en raciones de tres en tres más la cacareada vuelta a los ruedos de Rivera Ordóñez, que de novedad lo único que tendrá será la venida de las cámaras de Mediaset a las calles oliventinas en busca de esos famosos a los que luego Jorge Javier Vázquez y su reala despedacen en la sobremesa del lunes.

No sería mala cosa que al menos uno (lo ideal sería uno por cartel pero eso sería como pedir la luna) de los nueve puestos que se ofertan para ese trío de festejos mayores fuese para algún torero revelación. Al estilo Pepe Moral en la pasada feria de Zafra. Ello provocaría que el aficionado tuviese un motivo más para enfocar el comienzo de la temporada con renovada ilusión. Y supondría también que el sector taurino comienza a dar señales de movimiento. Algo de lo que está tan necesitada esta fiesta.

Es hora de que las figuras, tan habituales y necesarias en plazas como Olivenza, por fin empiecen a romper esa férrea cadena con la que se han blindado en estos años toreando solo entre ellas. Y de esta forma permitan, y obliguen, a que las empresas tengan que ser originales a la hora anunciar nuevos ajustes.

Esas figuras que se suponen miran, y se inspiran, en clásicos como por ejemplo Manolete, Ordóñez o Camino, y que en cambio no son capaces de copiar la capacidad que estos tenían para torear encastes variados o para pedir que los anunciasen con aquel pretendiente a disputarles el cetro de la torería  al que querer ajustarle las cuentas. Hoy ni una cosa ni otra está en la mente de quienes deben salvar el presente y perpetuar el futuro. Más preocupados en bailar todas las tardes con los mismos que en provocar el trueno que disipe las nubes y permitan ver el sol por lontananza.

«…Ni una cosa ni otra está en la mente de quienes deben salvar el presente y perpetuar el futuro. Más preocupados en bailar todas las tardes con los mismos…»


 

Para apuntalar mi argumento les ofrezco una serie de datos que refutan mis palabas. Por ejemplo Manolete, capaz de estoquear 66 toros de Antonio Pérez de San Fernando pero también 38 de Escudero Calvo (actuales Victorinos) Por no citar los 52 de Conde de la Corte e idéntico número de Murube-Urquijo o los 51 de Galache. Sin obviar los 16 (Islero incluido) de Miura.

O mismamente Paco Camino que, en sus 23 años de alternativa, lidió 160 toros de Juan Pedro Domecq y 145 de Joaquín Buendía. De Urquijo despachó 67 por 64 de Carlos Núñez ó 53 de Francisco Galache. Ahí pueden ver la diversidad de encastes: Domecq, Santa Coloma, Murube, Núñez y Encinas. Y no cuento los de Pablo Romero, que fueron 30. Y así podría seguir desgranando ganaderías de diferentes sangres.

En cuanto a compañeros, a pesar del axioma aquel que aún se sigue utilizando de “Puerta, Camino y Ordóñez” para aludirá a algo que es repetitivo, verán que nada más lejos de la realidad pues hubo ajustes con otros muchos toreros. Es cierto que con su compadre fue con el que más alternó, en concreto 260 tardes. Y con Ordóñez lo hizo en 128. Pero no es menos cierto que hizo 103 paseíllos con Paquirri que era un torero emergente cuando Camino ya era una figura consolidada. Con lo cual se  demuestra que no le hacía ascos a abrir carteles. Al igual que con  Manzanares, con el que se las vio en 50 ocasiones. Por no hablar de Ángel Teruel o Dámaso González, toreros atípicos al concepto purista del camero, y con los que compartió 82 y 54 actuaciones, respectivamente. Por citar solo unos ejemplos. Y eso sin contar al huracán Benítez con el que cruzó 139 veces el albero.

Dicho esto, poco queda más que añadir. Solo que como dijese un tal Jesús allá por el siglo I de nuestra era: “El que tengo oídos que oiga” A lo que yo añadiría: «…Y el que tenga ojos, que lea.”