La lluvia fue protagonista en la final celebrada en Llerena, en la que el novillero Luis Domínguez, de la E.T. de Badajoz, se alzó con el triunfo. En segundo lugar quedó el alcarreño Adrián Henche. Jairo Pavón, el otro alumno del Patronato, tuvo que conformarse con el tercer puesto.
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Antonio Girol.-
Quiso la lluvia hacerse presente en la final del certamen de novilladas en clase práctica del Patronato de Tauromaquia de la Diputación de Badajoz, ¡y de qué modo! Porque de forma profusa y continua comenzó a caer casi al inicio del festejo y ya no paró durante todo su transcurso.
Pero lo que no sabían los pertinaces nubarrones es que a obstinación y tenacidad no iban a poder ganar a los cuatro novilleros que esta tarde hacían el paseíllo en Llerena. Porque los cuatro han derrochado una voluntad y unas ganas merecedoras de ser destacadas. Al igual que hay que subrayar el tremendo esfuerzo que han llevado a cabo las cuadrillas durante toda la tarde. Digno de ser elogiado y reconocido públicamente.
Como elogiables son las ganas y el ímpetu que ha demostrado Luis Domínguez para erigirse en vencedor de este certamen, en su tercera edición. A su primero lo saludó con una larga cambiada en el tercio. La novillada de Torregrande no ha sido fácil. Ha tenido muchas teclas que tocar. Este concretamente tenía más genio que bravura. Entendió el joven de Villafranca de los Barros que el pitón izquierdo era el más boyante y por ese lado fue cincelando la faena. A expensas del riesgo que conllevaba el toreo al natural por el viento. Ayudándose del estoque simulado para dar más cuerpo a su muleta fue enjaretando los naturales. De esa forma conectó con los tendidos. Epilogó por manoletinas y se atracó de novillo al entrar a matar, saliendo volteado no sin antes dejar el estoque enterrado en el morrillo.
«…Esa fue su actitud durante toda la lidia. Entrega absoluta desde esos muletazos del inicio hasta los circulares invertidos al hilo de las tablas con que abrochó su labor…» |
Cortó dos orejas en su segundo novillo. Sin embargo a mí me gustó más en el anterior, del que solo paseó un apéndice. Pero en cuestión de gustos cada uno tiene los suyos, claro está. Tal vez desde la presidencia se quisiese premiar la determinación con que el joven espada afrontó el trance. Estando como estaba el ruedo, bastante castigado por la incesante lluvia, no dudó Domínguez en colocarse de hinojos para comenzar así su faena de muleta. De esta guisa hilvanó una serie de redondos. Esa fue su actitud durante toda la lidia. Entrega absoluta desde esos muletazos del inicio hasta los circulares invertidos al hilo de las tablas con que abrochó su labor. Se volvió a tirar con todo y dejó una estocada algo trasera que precisó de un golpe de cruceta. |
En Adrián Henche, a diferencia de Pavón y Domínguez, se nota el oficio y eso se aprecia en sus maneras. Estoy convencido que de haber estado más acertado con el acero, hubiese sido declarado vencedor del certamen. Al tercero de la tarde lo recibió con su particular forma de interpretar el toreo a la verónica a pies juntos. Apreció de inmediato que como el resto de hermanos de camada, su novillo también soltaba la cara si tocaba la franela. De ahí que aplicase grandes dosis de temple en toda su faena de muleta. Consiguiendo de esa manera enjaretar dos buenas series por el derecho. Lo intentó por el izquierdo, sin embargo por ese pitón el novillo hacía hilo y puso en más aprietos al novillero. Cuando volvió al lado diestro, ya no fue capaz de pulsar igualmente la embestida y el eral protestó los muletazos. Como la mayoría de novilleros, peca el de Fuentelencina de alargar la faena en demasía y eso desdibuja su labor. Aparte de encontrar hueso en su primer intento de matar al de Torregrande. Fue premiado con una oreja.
Cuando salió el sexto, el piso de plaza era un barrizal. Ese motivo y una pésima brega hicieron que el novillo diese dos costaladas durante el tercio de banderillas. Inteligentemente, Henche comenzó la faena de muleta yéndose a los medios para ejecutar el pase cambiado por detrás y continuar lidiando por alto, a fin de que el novillo se sintiese seguro y se afianzase al piso. De esa manera, con mucha suavidad y temple fue desgranando muletazos que por culpa del ambiente no terminaban de calar con la misma intensidad que sí lo hacía la lluvia. Faena de inteligencia que nuevamente marró al atascarse con el verduguillo. |
«…Como la mayoría de novilleros, peca el de Fuentelencina de alargar la faena en demasía y eso desdibuja su labor…» |
Jairo Pavón fue el único novillero que pudo desarrollar parte de su actuación en seco. Eso ocurrió en el primero. Un novillo que salía distraído en cada muletazo, y que además también adolecía del defecto de protestar cuando tocaba la franela. A base de mucha exposición extrajo algunos muletazos de mérito. Sin embargo, todo el esfuerzo se fue al garete al matar de infame bajonazo.
No le quedaba más remedio que poner toda la carne en el asador en su segundo. De ahí que lo recibiese con una larga cambiada. A este, igual que al anterior, le colocó tres buenos pares de banderillas. Destacando el primero, de poder a poder, y el tercero al violín. También echó rodillas a tierra para dar comienzo al último tercio. Este cuarto fue el mejor de la tarde, con diferencia. Un animal codicioso, que se desplazaba con mucho tranco. Bravo en una palabra. Y esa bravura le hacía que se descompusiese al mínimo roce. Un astado que pedía siempre que se le hiciese todo por debajo de la pala del pitón. En definitiva, un novillo que exigía muñecas más versadas que las de Jairo Pavón, al que se le ha notado la falta de experiencia y actuaciones. No digo esto como demérito hacia el joven novillero, sino todo lo contrario.
«…Me ha gustado mucho la raza y valentía que ha derrochado en todo momento…» |
Me ha gustado mucho la raza y valentía que ha derrochado en todo momento. Reponiéndose sin mirarse de una fea voltereta, a partir de la cual el novillo comenzó a sacar genio y ponerse molesto. Y ahí fue donde Pavón sí le ganó la partida a base de exposición en unos circulares invertidos con los que epilogó su faena. Pinchó antes de dejar una estocada entera y paseó un trofeo. |
Fuera de concurso ha actuado el llerenense Jesús Díez ‘El Chorlo’. Si de Jairo Pavón y Luis Domínguez señalaba su falta de rodaje, de Jesús hay que destacar su oficio. Se le notan los años que pasó en la Escuela de Badajoz y no desentonaría para nada en el escalafón superior en donde espera pronto poder estar. El temple ha sido el denominador común de toda su faena. Un temple del que ya dejó muestras en las profundas verónicas del saludo capotero. Y con el que consiguió hilvanar una faena de muleta en la que volvió a pecar de un defecto que le acompaña siempre que le he visto: alargar en demasía su labor.
Eso le llevó a que se desluciese lo mucho bueno que había hecho hasta entonces. Porque los primeros compases de su actuación fueron merecedores de ser destacados por la manera en que ejecutó tanto los redondos con la figura encajada, pulsando las embestidas con mucho temple. Y los naturales, inteligentemente dados de uno en uno yéndose siempre al pitón contrario, para instrumentarlos con suma pureza. Lástima que se duerma en la cara del toro y pierda la noción del tiempo porque de acortar un poco sus actuaciones a buen seguro incluso tendría más fortuna con la espada. Pinchó y luego dejó más de media perpendicular. Fue premiado con una oreja.
GALERÍA GRÁFICA (GALLARDO) |
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