La terna demostró mimbres de buen toreo a la hora de saber tocar las muchas teclas que tuvieron los astados de Hdros. de Bernardino Piríz. Y el público sensibilidad especial para que saliesen en hombros los tres espadas.
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Antonio Girol.-
Desconozco si la parroquia de Villanueva del Fresno tiene órgano, de lo que sí estoy convencido es que de existir el citado instrumento seguro que tiene bastante menos teclas que los novillos de Bernardino Píriz. En especial el quinto, que más parecía un piano de cola. No por grande sino por lo mucho que tenía que tocar. Y que encontró enfrente a un sensacional concertista en la figura de Ginés Marín.
El de Villanueva del Fresno supo en todo momento cómo instrumentar la faena y con su privilegiada cabeza y su no menos privilegiado valor tapó, incluso, los defectos del utrero. Porque el astado no terminó nunca de ir entregado en la muleta. Midió cada una de las embestidas sabiendo en todo momento dónde estaba Marín y dónde la franela. Pero el jovencísimo novillero no dudó en ningún momento y de este modo formó un tremendo alboroto. Consiguiendo incluso que el público no terminase de percatarse del peligro que había en la arena. En parte hipnotizados por la gran técnica que atesora y pone al servicio de su tauromaquia. Esto que parece tan fácil, es de las cosas más difíciles porque requiere aplomo e inteligencia a partes iguales a la hora de pensar en la cara del toro.
«…El de Villanueva del Fresno supo en todo momento cómo instrumentar la faena y con su privilegiada cabeza y su no menos privilegiado valor tapó, incluso, los defectos del utrero…» |
Con el capote ya dejó entrever lo que luego vendría con la muleta. El saludo cadencioso, lento y acompasado, fue un aviso a navegantes. Inició el último tercio a pies juntos. Para luego ir sometiendo las inciertas embestidas a base de aguantar miradas al pecho. Tras las series de derechazos vino una tanda de naturales, en las que mandó y exigió al de Píriz. Acortó terrenos y atacó al utrero para terminar de dominarlo, consiguiendo que el público se metiese de lleno en la lidia, desatando el delirio de los tendidos. Tras una gran estocada que hizo rodar al novillo sin puntilla fue aclamado por sus paisanos que le pidieron, con justicia, los máximos trofeos. |
Al igual que digo que me encantó en el quinto, en el primero (por un error en corrales hubo que correr turno) me dejó un tanto frío. Noté a Ginés con un punto de suficiencia que no le hizo favor alguno. Es verdad que el novillo era soso y andaba loco por rajarse, pero tenía la virtud de la nobleza. Estuvo muy inteligente al dejarle siempre la tela en la cara a fin de que no encontrase la salida para huir a tablas. Pero anduvo tan sumamente técnico que no terminó de llegar a los tendidos, a excepción del inicio por ayudados por alto rematado con sumo gusto por bajo y el arrimón final. Mató de entera en buen sitio pero precisó del descabello, con el que se atascó. Fue premiado con una oreja.
Para quien se ha criado en un ambiente netamente caminista, como es mi caso, la mano izquierda es un don de privilegiados. Y ese don acompaña a Luis Manuel Terrón desde la cuna. Es de los toreros pacenses que mejor maneja la zocata. Ahí radica su grandeza y ahí debe incidir en su toreo. Esta tarde lo ha vuelto a demostrar en el segundo de lidia ordinaria. Al que ha enjaretado una maravillosa serie. Naturales largos, templados, ligados y de tan bella factura que rápidamente encendieron la mecha en los tendidos. Tras aquella tanda corrió también muy bien la mano por el lado derecho.
Ojalá aprenda pronto que hay faenas de veinte pases que valen muchos más quintales de oro que las de ciento veinte. Porque volvió a insistir al natural y ya su toreo perdió cotización. Con aquellas dos tandas anteriores y un epílogo con gusto le hubiese bastado y sobrado. Y de paso habría dejado al público con ganas de más. Pero es joven y seguro que irá aprendiendo estos resortes de la lidia. Mató de entera y le concedieron dos merecidas orejas. |
«…Para quien se ha criado en un ambiente netamente caminista, como es mi caso, la mano izquierda es un don de privilegiados. Y ese don acompaña a Luis Manuel Terrón desde la cuna…» |
En el cuarto no pudo más que justificarse a base de lidiar a media altura, con lo que ello comporta de falta de transmisión. Volvió a alargar su labor en un intento de querer agradar. De ahí los circulares invertidos del final de faena. De nuevo lo mejor vino por el lado izquierdo aunque sin la ligazón ni la consistencia de la actuación anterior. Se embrolló con la espada y saludó una cariñosa ovación.
María del Mar Santos se presentaba con caballos y quiso a su vez presentar credenciales en un quite al primero de la tarde. El resultado fue una voltereta espeluznante. Cuando se puso de nuevo en pie, ni se miró. Con lo que dejó patente que a raza y valor nadie le iba a ganar la pelea.
El novillo del debut fue el más feo del encierro. Un utrero chico y cariavacado, falto de fuerzas, con el que solo pudo dejar algunas notas de bella factura con la muleta. Acompañando muy bien las embestidas a media altura de la res, en series cortas que remataba con pases de pecho de buen gusto. Pasó un mal trago con el estoque para al final despachar de un golpe de cruceta al utrero. El público que estuvo especialmente cariñoso le obligó a dar la vuelta al ruedo.
«…Demostró una gran disposición en una faena bien estructurada, con la que no quiso dejarse ganar la pelea. Anduvo lista de pies y con recursos para resolver las cortas embestidas del astado de Píriz….» |
En último lugar salió un animal con cuajo, al que recibió en el tercio con una larga cambiada y al que luego saludó con un puñado de verónicas lentas y cadenciosas. Bonito fue también el quite por tafalleras. Tras brindar a los maestros de la Escuela Taurina de Badajoz demostró una gran disposición en una faena bien estructurada, con la que no quiso dejarse ganar la pelea. Anduvo lista de pies y con recursos para resolver las cortas embestidas del astado de Píriz. |
Poco a poco fue metiendo al público en el bote a base de coraje y buen gusto. Conforme avanzaba la faena fueron desapareciendo los efectos de la infiltración que antes del paseíllo había recibido en su hombro, y los gestos de dolor se sucedían al finalizar cada tanda. Haciendo aún más meritoria su labor. Despojada de la chaquetilla entró a matar y después de un pinchazo dejó enterrada media espada en el morrillo de su antagonista. Hubo de usar el estoque de cruceta, pero aun así el público reclamó con fuerza al palco para que fuese premiada. De tal modo que el presidente acabó accediendo a la fuerte petición que recompensaba su esfuerzo y sus ganas. Y en un gesto de aficionados sensibles no permitieron que se marchase de la plaza a pie y la sacaron en hombros junto a sus compañeros.
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