AL QUITE

Hubo un ayer pero no habrá un mañana

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«Hoy, por desgracia, no habrá ordenanza que regule el tráfico para que los coches transiten sin entorpecerse para llevar a los aficionados al Cerro de San Albín. Ni tampoco bando ordenando blanquear fachadas. Ni tan siquiera corrida de toros que de fuste a la fecha…»

Antonio Girol.-

Es fácil imaginar lo que debió suponer para los emeritenses la jornada del 5 de julio de 1914. Justo hace cien años. Se inauguraba su actual plaza de toros. Por la que habían luchado con denodado esfuerzo a través de la Sociedad Taurina Extremadura. La cual había puesto en marcha un grupo de aficionados que encabezó Fidel Macías, propietario a su vez del predio en el que descansa el inmueble taurino.

Cómo sería la expectación que se creó en torno al evento que el Consistorio tuvo que hacer uso de una ordenanza municipal para regular el tráfico de carruajes, a fin de que no hubiese problemas circulatorios. Así como publicar un bando en el que se instaba a los vecinos a blanquear sus fachadas, imponiendo multas de entre cinco y diez pesetas a quienes lo contraviniesen.

No era para menos viendo que Fidel Macías y Antonio Nogales habían organizado una corrida de tronío para la puesta de largo de la nueva plaza de toros.

Como pueden ver en el cartel que acompaña a estas letras (propiedad de Manuel Cáceres, que gentilmente nos ha cedido la foto) estaban anunciados Rafael ‘El Gallo’, ‘Cocherito de Bilbao’ y Francisco Posada. Los tres espadas tendrían que despachar un encierro de Concha y Sierra.

Sin embargo, el día del festejo no se dio el ajuste completo. A ‘El Gallo’ le había cogido un toro en Algeciras y no había podido recuperarse a tiempo y Cástor Jaureguibeitia, que así se llamaba Cocherito de Bilbao, presentó parte facultativo de baja por enfermedad. Por tanto, de la terna inicial solo quedó Francisco Posadas. Los dos primeros espadas fueron sustituidos por el madrileño Tomás Alarcón ‘Mazzantinito’ y el mexicano Rodolfo Gaona.

Este contratiempo no hizo mella en el interés de los aficionados que llenaron los novísimos escaños para sí asistir y, de paso, formar parte de la historia del coso ubicado en el Cerro de San Albín.

Dio comienzo el evento con un percance. En este caso menor. Pero premonitorio del que más tarde acaecería en el ruedo. Ocurrió que el presidente del festejo al lanzar la llave de toriles al alguacilillo, que tenía por nombre José Burguillo, lo hizo con tan mal tino que golpeó a éste en la nariz provocándole una hemorragia.

Repuestos del susto y con el alguacil y su nariz taponada por un algodón dio comienzo el paseíllo. Y acto seguido salió a la arena ‘Pies de plata’.

Cartel original de la inauguración de la plaza de toros de Mérida. (Propiedad de Manuel Cáceres)

Que así se llamó el primer astado lidiado en el ruedo emeritense. Un toro que correspondió en suerte a Mazzantinito y que, a decir de las crónicas de la época, resultó tardo y mansurrón. Con el que el diestro madrileño tuvo que exponer una barbaridad hasta el punto de que en una colada fue feamente volteado y posteriormente, en el suelo, corneado en el glúteo izquierdo.

De esta manera se inauguraba también la enfermería. En cuya mesa de operaciones fue atendido por los doctores Valverde y Romero. Tras la cura de rigor, el propio torero pidió ser trasladado con la mayor celeridad posible a Madrid. A fin de que allí, el doctor Mascarell (que años más tarde se haría famoso por ser su nombre de las pocas palabras que pronunciase Gallito en Talavera) le atendiese.

Para ganar tiempo en el viaje hasta la capital de España se recurrió al tren correo que cada tarde pasaba por Mérida. Por entonces nudo ferroviario de gran importancia en nuestra región. Cuentan que como el tren había salido de la estación hubo que detenerlo a la altura de Cabo Verde, y para ello se usó un método cuanto menos expeditivo y sonoro: disparos de escopeta.


«…nadie podrá escribir que el 5 de julio de 2014 se conmemoró el centenario de la plaza de toros de Mérida con el boato y la importancia que por su historia merecía…»


Continúo la corrida, ahora ya en forzado mano a mano. Y tanto Gaona como Posadas escucharon muchas ovaciones por la labor desarrollada con los ‘concha y sierra’ que no vendieron fácil su muerte en el ruedo.

Ha pasado un siglo desde que ocurrieran estos hechos que aquí les narro. No sabemos si dentro de cien años continuará en boga esta fiesta.  Al paso que va, lo pongo en duda. Pero lo que sí sabemos es que nadie podrá escribir que el 5 de julio de 2014 se conmemoró el centenario de la plaza de toros de Mérida con el boato y la importancia que por su historia merecía.

Hoy, por desgracia, no habrá ordenanza que regule el tráfico para que los coches transiten sin entorpecerse para llevar a los aficionados al Cerro de San Albín. Ni tampoco bando ordenando blanquear fachadas. Ni tan siquiera corrida de toros que de fuste a la fecha. La cruda realidad es que Mérida taurinamente hablando se está muriendo lentamente desde hace ya algunos años. Y justo cuando parecía que comenzaba a resucitar ha sufrido este puntillazo.

Quiero aprovechar también estas letras para felicitar al Patronato de Tauromaquia que en aras de velar por la historia ha organizado una clase práctica, para que al menos la fecha no quede del todo en el olvido. Sin este gesto hoy sería un día más en el calendario taurino de una ciudad y una afición que no merece este olvido.