Julián López ‘El Juli’ y Miguel Ángel Perera salen a hombros de la plaza de Olivenza tras desorejar por partida doble a sendos astados de Garcigrande, en una tarde en la que con su toreó calentaron del frío reinante en el ambiente a los aficionados.
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Antonio Girol.-
Venía la tarde envuelta en el entoldado de un cielo que impedía al sol ejercer su labor. Tal vez por eso las palmas que siguieron al paseíllo resultaron en un principio tibias hasta ir calentándose y deparar en ovación que recogieron los tres espadas desde el tercio. Ni que decir tiene que sin la vehemencia del pasado año cuando Padilla reaparecía en esta misma plaza.
Sin embargo ni el frío pudo con las ilusiones y las ganas de Julián López ‘El Juli’ y Miguel Ángel Perera que, aclamados por un público que con toda clase de prendas de abrigo habían intentado en vano combatir la baja temperatura reinante en el ambiente, abandonaron la plaza de toros en hombros.
Les debería de haber acompañado Juan José Padilla, que se quedó a una oreja de la puerta grande. Esa misma por la que doce meses atrás había salido al grito de ‘Fuerza Padilla’ y que esta vez se abría de par en par para que la cruzasen dos ‘leones’ que enfundados en seda con brocados de oro habían conseguido extraer lo mejor de los dos toros más potables que desde la dehesa ‘Garcigrande’ mandasen hasta Olivenza.
Sin duda el sexto, de nombre ‘Centenero’ y 530 kilos de peso, ha sido el mejor con creces del encierro salmantino. Un animal pronto al cite y con un magnífico tranco en su embestida, la cual rebosaba tras cada muletazo. Y al que Perera ha sabido entender perfectamente. Primero, dejándole crudo en el caballo que montaba Francisco Doblado que por la forma en que aguantó al toro en el peto sin hacer uso de la vara se ganó una cerrada ovación. Y después, dándole la distancia adecuada que requería la res para que se desplazase en largo y poder así mostrar a la concurrencia esas virtudes de las que me hacía eco líneas atrás.
Apostó fuerte y ganó.-
Había iniciado la faena, tras regalar un variado quite de capote, como en el torero de Puebla del Prior es habitual, o sea, con el ajustado pase cambiado por la espalda. Y tras ese tanteo inicial vendría la mejor tanda de su actuación. Aquella en la que dejó distancia suficiente para que el astado llegase galopando hasta su muleta y enjaretarle una serie de derechazos en redondo, por debajo de la pala del pitón, girando el compás de sus zapatillas y llevando al de ‘Garcigrande’ prendido de la bamba acompasando el ritmo de la embestida con el temple de la franela hasta provocar el delirio del público.
Las siguientes series tendrían también ese nexo común unido a una dosis de exigencia que harían que el toro exhausto de embestir terminase buscando abrigo entre las dos rayas de picar. En donde Perera acortaría terrenos para poner en práctica esa tauromaquia en la que tan a gusto se encuentra sin importarle la cercanía de los pitones en la banda de su taleguilla. Puso rúbrica con una gran estocada que le permitió pasear con toda justicia las dos orejas de su antagonista, el cual era aplaudido en el arrastre.
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Al otro, un burraquito con menos presencia, poco le pudo hacer ante la falta de fuerzas que evidenció el animal. Hizo todo cuanto pudo por intentar agradar pero le fue imposible dejar más que algún retazo suelto. Si excelso ha estado Perera no menos se puede decir de ‘El Juli’ en su primero que recibió con un ramillete de verónicas a pies juntos de inspiración mexicana. Tras un vistoso quite por orticinas dio comienzo a la faena de muleta con el pase cambiado por la espalda. Luego vendría una auténtica lección de cómo extraer el máximo jugo a la bravura de un toro a base de exigirle por bajo, de poderle y someterle por uno y otro pitón consiguiendo imantar a la res hasta llevarla cosida por el temple que pulsean sus muñecas. |
Conforme el astado fue perdiendo fuelle Julián fue metiéndose más en su terreno hasta lograr una serie que enardeció a los tendidos al sacarse al toro por detrás en el remate.
Después tiraría de repertorio con los molinetes de mano muy baja que fueron la antesala al epílogo por bernadinas. Tras un espadazo que quedó algo tendido le entregaron las dos orejas de ‘Duendecillo’, que se marchaba al desolladero siendo tributado con palmas.
Su segundo, un colorao del hierro de Domingo Hernández que evidenció los mismos defectos que su hermano de divisa, se agarró al piso casi de inicio, mostrándose reservón durante todo el trasteo de muleta. Julián intentó hacerle siempre las cosas a favor de él, llevándole de inicio en línea recta, para después terminar por darse un arrimón que lo único que podía traerle era algún susto por lo que tardeaba la res en embestir. Se tiró con ganas por dos veces en la suerte natural y en las dos pinchó. Cambió a la contraria y dejó el estoque enterrado entero en el morrillo, aunque hubo de precisar de un golpe de verduguillo para atronar a su antagonista.
Se cambiaron los papeles de hace un año.-
Padilla, como ya he dicho, bien podría haber acompañado a Juli y Perera en la salida en hombros porque su faena al cuarto, desde mi punto de vista, también fue merecedora de un segundo apéndice por el esfuerzo que tuvo que poner en práctica. Había saludado a ‘Emocionado’ con dos largas cambiadas en el tercio y otra más daría al rematar el quite por tafalleras con el que probó la embestida del toro tras su encuentro con el picador.
También de hinojos emprendería el último tercio, en este caso en los medios. Evidenciando una vez más la raza que posee y la tremenda afición que corre por sus venas. Después de una tanda sin mucha sustancia solicitó música a la banda, que solícita atacó con ‘Nerva’ mientras él enganchaba con el pase de las flores una nueva serie de derechazos. Mejor por el izquierdo, por cuyo pitón extrajo un puñado de naturales de relieve. También terminaría este toro por irse a tablas y hasta allí se fue el jerezano para seguir toreándolo y epilogar por manoletinas. Dejó una estocada entera y a pesar de la petición mayoritaria solo fue premiado con un trofeo.
En el que abrió plaza, un calco del quinto tanto en pelo como en comportamiento, intentó en vano agradar. Y eso que el comienzo de trasteo de muleta tuvo matices muy interesantes con siete doblones por bajo muy toreros. Pero el astado se fue apagando y por más que él quiso atacar no encontró contrincante para la batalla que le proponía al animal. Mató de entera algo caída y escuchó palmas.
AL QUITE (OPINIÓN)EL VALOR DE UN SIMPLE GESTO |
Antonio Girol.- Declinaba el festejo. Los aficionados desentumecían sus extremidades poniéndose de pie para aplaudir en la vuelta al ruedo cuando se produjo una imagen que me caló. Más tarde pude observar en las fotos de mi compañero Gallardo que a él, como buen aficionado y persona especialmente sensible con esta fiesta, también le había ocurrido como a mí. A los dos, y estoy seguro que a muchos de los que miraban al ruedo en ese mismo instante, nos había ganado aquella imagen: Miguel Ángel Perera rodeado de un grupo de alumnos de la Escuela Taurina de Badajoz en el mismo platillo de la plaza saludando al respetable. En un ademán que había partido del torero de La Puebla del Prior, el cual había invitado a la chavalería a que le imitasen en el saludo de despedida. |
He de confesar que ese gesto me hizo esbozar una sonrisa de satisfacción al comprobar cómo un torero al que en ocasiones he tenido por adusto se mostraba afable con los que están empezando, y que estoy seguro que cada tarde en sus entrenamientos en el ruedo de la plaza de toros de la Avda. de Pardaleras intentan emularle al recibir sus primeras lecciones en tauromaquia.
Estoy convencido que esta noche muchos de ellos soñarán con llegar a ser un día Perera en los ruedos. En poder sentir la plenitud de cuajar una faena como la que el extremeño hizo al sexto de la tarde, capaz de hacer entrar en calor a unos tendidos ateridos de frío.
Felicidades chavales por la suerte que habéis tenido de compartir esta experiencia. Enhorabuena maestro por el detalle.
GALERÍA GRÁFICA (GALLARDO) |
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OTRAS IMÁGENES (GALLARDO) |
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