Ginés Marín indultó a Mendaz, del hierro de Zalduendo, y sumó una nueva puerta grande en Zafra, plaza a la que le tiene cogida perfectamente la medida. De su anterior paseó dos orejas. Un trofeo obtuvo Pablo Aguado, al que su lote no le acompañó. Cayetano se marcho inédito.
ZAFRA – Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de Zalduendo, desiguales de hechuras y de juego. Destacó el 5º, de nombre Mendaz, herrado con el número 195, negro, nacido en mayo de 2015, que fue indultado. El 1º fue pitado al arrastre.
TOREROS:
Cayetano (de azul turquesa y azabache) silencio y palmas.
Ginés Marín (de azul noche y oro), dos orejas y dos orejas y rabo simbólicos.
Pablo Aguado (de pizarra y oro) ovación con saludos y oreja.
INCIDENCIAS: Media entrada en tarde de agradable temperatura. Cayetano pidió permiso a la autoridad y abandonó la plaza tras despachar al cuarto por tener que viajar a Zaragoza, en donde actuará mañana domingo. Iván García se desmonteró en el tercero tras cuajar un excelente tercio de banderillas.
Antonio Girol.-
En los años que tengo, que ya pasan de las cuatro décadas, jamás había visto tan vacíos los centenarios escaños de la plaza de Zafra de como los he visto esta tarde al arrancar el paseíllo. En el que Cayetano y Pablo Aguado partieron plaza desmonterados, por ser su primer paseo en el Coso Molinos de Viento. No así Ginés Marín, que con el de hoy sumaba cuatro consecutivos. Por cierto, uno menos que los que llevan viniendo los toros de Zalduendo para lidia a pie. Unos toros en el que Mendaz, lidiado en quinto lugar, e indultado, hará que el año que viene vuelvan a ser anunciados bajo el ilusionismo de ese indulto. Luego, si en los tendidos reluce el blanco de la cal, que no haya ni sorpresas ni sorprendidos.
El mejor ya quedo dicho que fue el quinto. Un animal que cuando Ginés Marín inició, a dos manos, con gusto, la faena de muleta nadie hubiese apostado a que volvería a Moheda con vida. Lo mismo Ginés sí lo intuyó tras los bellísimos remates con los que abrochó ese comienzo. Mendaz, llamemos al toro por su nombre, metió la cara como tantas veces soñó Fernando Domecq que deberían meter sus toros la cara en la muleta: haciendo el avión. Marín le corrió muy bien la mano izquierda en naturales largos que remató detrás de la cadera y en los que lució la noble y enclasada embestida del animal.
Muy jaleada resultaron las siguientes series con la diestra, en las que dio distancia y trajo al toro embebido en los vuelos de la franela, ligando los derechazos que recibieron el calor de los aplausos de un público totalmente metido en la faena que articuló el de Olivenza de manera muy inteligente porque no solo lució a Mendaz sino que hizo que fuese a más conforme avanzó la lidia. El de Zalduendo no se cansó nunca de embestir ni de acudir desde lejos a los cites del torero que una y otra vez lo colocaba en largo y respondía con prontitud y alegría para deslizarse en los vuelos de la franela. Normal que la gente pidiese el indulto, que el presidente concedió para regocijo de unos y otros.
A las dos orejas y rabo simbólicos que paseó Ginés Marín hay que sumar los dos apéndices del terciado Zalduendo que hizo segundo. Y al que recibió el oliventino por verónicas que al ser rematadas provocaron que el animal terminase con el espinazo por la arena en una tremenda voltereta. Muy aplaudido resultó el quite que Marín hizo en los medios. Justo en donde comenzó después de rodillas la faena de muleta. Se movió el zalduendo y Ginés lo aprovechó para enjaretarle series con la diestra rematadas con arrucinas. Los mejores pasajes llegaron al natural, destacando el temple y la largura de los muletazos enhebrados con bonitos pases de pecho. Epilogó por bernadinas que terminaron de caldear el ambiente.
Les confieso, por si no lo sabían, que no soy objetivo con Pablo Aguado. No lo soy porque su toreo es el toreo que sueño cada noche desde niño. Desde el día que vi torear a Manolo Vázquez, allá por los albores de los ochenta, cuando reapareció en los ruedos. Que corte una, dos o ninguna oreja, me es indiferente porque lo verdaderamente importante en su toreo son las formas y la manera en cómo las ejecuta. Como en el remate de los lances de capote a su primero o en las chicuelinas al paso con las que puso a este toro en suerte. Pero sobre todo, por la lentitud con la que torea. Y la suavidad que imprime a cuanto hace en la arena. Así, suave, con aroma a escuela vazqueña se sacó al tercero a los medios para acariciarlo con la bamba en series con la diestra de un temple exquisito. Luego llegarían los naturales al ralentí, como en cámara lenta. La pena fue que al toro le faltó motor. De haber tenido una marcha más la actuación de Aguado hubiese tenido mayor continuidad y ligazón. Aún así resultó tan dulce como el algodón de azúcar que a esas mismas horas estarían tomando algunos críos en la FIG, a pocos metros de la plaza. Lástima el fallo con el acero.
El cierraplaza adoleció de idénticos síntomas de falta de raza que su hermano de lote. Impidiendo nuevamente que pudiésemos degustar al completo la tauromaquia de Aguado que con las zapatillas asentadas fue desgranando naturales cadenciosos, aunque sueltos por la falta de pujanza de su antagonista, envueltos por las clásicas notas de Manolete. No dejó el de Zalduendo que viésemos más porque se apagó muy pronto y comenzó a protestar. El compromiso del sevillano con los aficionados le llevó a buscar en cercanías lo que no encontró en la media distancia y el público se lo agradeció premiándole con una oreja.
Cayetano llegó con la hora justa para liarse en el patio de cuadrillas y se marchó pronto tras pedir permiso preceptivo con el argumento de su viaje a Zaragoza, en cuyo coso actúa mañana. Esperemos que con mejor fortuna en el sorteo y también con mayor brío al que ha demostrado esta tarde. Su primero fue un manso pregonado desde que salió al ruedo. Se dobló con él en los muletazos de tanteo. Lo sacó de tablas y tras la primera tanda de derechazos se fue de nuevo al abrigo de la madera. Cayetano ante la alarmante falta de raza del astado optó por pasaportarlo.
El cuarto se dolió en banderillas, escarbó y soltó la cara en los embroques. Igual que hizo en el último tercio. Tuvo Cayetano que pulsear mucho las embestidas para intentar corregir el defecto del astado y no siempre lo consiguió. El menor de los Rivera puso voluntad por intentar agradar, y ni aun así terminó de calar la faena en los tendidos dada las nulas opciones de su antagonista. Curiosamente pitaron más a Cayetano cuando abandonaba la plaza que al toro cuando fue arrastrado que escuchó una incompresible salva de aplausos. Imagino que serían porque tardó en morirse y a algunos aquel gesto les pareció de bravo. En fin, cosas veredes, amigo Sancho…
GALERÍA GRÁFICA – FOTOS: GALLARDO
OTRAS IMÁGENES – FOTOS: GALLARDO
VIDEO RESUMEN DEL FESTEJO – FUENTE: FIT