A pesar de que Luis David logró abrir la puerta grande por su esforzada labor con el sexto, la sensación que queda es de espejismo porque la plaza de Mérida está en caída libre y sin frenos. La polémica con Emilio de Justo y su ausencia junto con el mal juego de los toros de Monte la Ermita, que dieron al traste con las ilusiones de los espadas, certifican el hecho irrefutable de la agonía del coso del Cerro de San Albín y su sufrida afición.
MÉRIDA – Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de Monte la Ermita, más terciados primero y sexto y bien presentados el resto. Faltos de raza en líneas generales. 4º y 5º pitados al arrastre. 1º y 6º, aplaudidos al ser llevados al desolladero.
TOREROS:
Fortes (botella y oro), ovación con saludos, ovación con saludos, silencio.
Luis David (blanco y oro), ovación con saludos, silencio y dos orejas.
INCIDENCIAS: Un cuarto de plaza. Tarde de temperatura calurosa. Emilio de Justo, anunciado en el cartel, no se vistió de luces por desavenencias contractuales con la empresa. Se guardó un sentido minuto de silencio por la memoria de Fernando Masedo Torres, Manuela Cáceres y Joaquín Rodríguez.
Antonio Girol.-
Justo cuando más y mejores toreros hay en la provincia de Badajoz, peor les va a sus dos plazas más importantes. O si prefieren, a las dos más históricas siendo la de Mérida una de ella. Si el año pasado con una terna compuesta por Enrique Ponce, Antonio Ferrera y El Juli hubo más cemento que público, era de esperar que, en esta ocasión con tres toreros con menos tirón, la taquilla se resintiese aún más. Y así ha ocurrido. Si a eso le sumamos el sainete vivido por la mañana en los despachos con cruce de comunicados entre los apoderados de Emilio de Justo y la empresa emeritense que trajo como consecuencia la ausencia del torero de Torrejoncillo el resultado es el que se pueden imaginar: la desolación absoluta en los tendidos y sensación de plaza en caída libre. Pero lo peor de todo es que el futuro del coso del Cerro de San Albín es bastante oscuro, por no decir casi negro.
Sobre todo, porque los pocos que hoy han ejercido su vocación de aficionados se han vuelto a sus hogares con la tristeza de haber asistido a un mano a mano descafeinado en el que se lidió una corrida de toros que solo tuvieron fachada. Curiosamente los únicos que medio se prestaron al lucimiento fueron primero y sexto, los dos más terciados del lote de astados de Monte La Ermita. Sus hermanos, en cambio, fueron un muestrario de mansedumbre y, algunos incluso, de malas ideas en forma de peligro; en ocasiones sordo, que es aún más peligroso porque no llega nítido a los tendidos.
El triunfador numérico de la tarde resultó ser Luis David con el corte de las dos orejas del sexto. Aunque los mejores pasajes los dejó Fortes que no tocó pelo por su fallo con los aceros. Especialmente en el primero. Un colorao muy justito de fuerzas al que más que lidiar lo acarició con capote y muleta. Toreó el de Málaga con la cintura y las muñecas muy relajadas. Lo que se tradujo en un toreo de mucha cadencia en el que sobresalieron los inicios de series echando siempre los vuelos al de Monte La Ermita para traerlo embebido en la bamba de la muleta. Lástima que marrase con el acero porque mereció mayor premio que la ovación que saludó desde el tercio.
Su segundo, tercero de lidia ordinaria, fue un manso con genio que en banderillas puso en jaque a la cuadrilla del malagueño. Inició Fortes su labor muleteril con las plantas de las zapatillas muy asentadas en la arena. En los medios, a pesar de las protestas del astado, le enjaretó una serie con la diestra en la que le obligó. El toro al verse sometido declinó la pelea y se marchó a tablas. Allí consiguió embarcarlo en la muleta a base de tragarle tarascadas. De nuevo estuvo desacertado con el acero y nuevamente solo pudo saludar una ovación.
El quinto se coló por el izquierdo nada más saludarlo Fortes de capote. En un arreón típico de manso derribó al caballo antes de que el piquero pudiera colocar al equino en el lugar preceptivo para instrumentar la suerte de varas. Después tomaría dos puyazos en los que el picador soliviantó al respetable al pasar con total impunidad la doble raya. En el segundo tercio, como ya ocurriese en el anterior, de nuevo se vivieron momentos de apuro que solventaron los subalternos dejando los palos a paso de banderillas. El de Málaga, con la muleta, se dobló sobre las piernas y viendo el nulo juego que le ofrecía el astado optó por abreviar yéndose por la espada.
Luis David, como ya quedó dicho, cortó las dos orejas del sexto. Antes de eso sorteó primero un toro con un problema en la cadera que el presidente se negó a cambiar a pesar de las protestas de los aficionados. Protestas que estuvieron presente durante toda la faena del hidrocálido, que a base de porfía logró algunos pasajes de cierto mérito a pesar de la merma física de su antagonista.
Su segundo se emplazó de salida mostrando a las claras que, al igual que sus hermanos, no descollaba por su bravura. Lo que evidenció en el caballo, doliéndose en varas. Llegó a la muleta completamente orientado. El de Aguascalientes lo pasó por uno y otro pitón con pases sueltos, sin opción alguna de lucimiento, al no poder ligar los muletazos de los que el toro de Monte la Ermita salía totalmente distraído.
El sexto tuvo más semejanzas con el primero. No solo en hechuras sino también en comportamiento. Luis David buscó la comunión con los tendidos en un quite por zapopinas que resultaron los lances más aplaudidos de toda la tarde. Con la muleta inició la faena en los medios con dos pases cambiados. Tras ese comienzo con el que captó la atención del público toreó por ambas manos. Mejor con la izquierda, por donde dejó los pasajes más estimables de su actuación con naturales enfrontilados. Mató de casi entera de efecto fulminante.
GALERÍA GRÁFICA. FOTOS: JMª BALLESTER
OTRAS IMÁGENES. FOTOS: JMª BALLESTER