Ni el desclasado primero con el que no pudo más que mostrarse muy profesional, ni con el precioso cuarto que sufrió una infame suerte de varas pudo el de Villafranco hacer nada en una de las corridas más esperada del ciclo abrileño. Dos silencios fueron el balance de su actuación en La Maestranza.
Redacción.-
El balance de actuaciones de los toreros pacenses que han hecho el paseíllo hoy, sábado 14 de abril, ha sido el siguiente:
CORRIDA DE TOROS.
- Sevilla: Toros de Victorino Martín. Corrida bien presentada, brava en el caballo aunque escasa de fuerzas. El de más clase fue el 5º aunque muy flojo. 2º y 5º resultaron más encastados. Antonio Ferrera, silencio y silencio; Manuel Escribano, ovación con saludos y vuelta al ruedo; y Daniel Luque, aplausos y ovación con saludos. Incidencias: Lleno. Saludan tras parear al sexto, Raúl Caricol y Alfredo Cervantes.
BREVE CRÓNICA EN CLAVE PACENSE DESDE LA MAESTRANZA
Tarde de expectación…
Antonio Girol.-
Ya saben que el axioma de tarde de expectación, tarde de decepción pocas veces no se cumple. Ojalá, hoy, hubiese sido una de esas pocas. El caso es que la corrida de Victorino ha dado al traste con las ilusiones que muchos aficionados teníamos depositadas en ella. Y, muy especialmente, los de Badajoz con Antonio Ferrera. Torero experto donde los haya en este encaste y que además está en el momento más dulce de su carrera y su Tauromaquia. Sin embargo, esta tarde, no ha tenido opción de mostrar ni una cosa ni la otra con el lote que le tocó en suerte. Su primero, carente de ese gen de la humillación tan propio de los toros de Victorino se defendía en cada acometida. El de Villafranco no pudo más que estar muy profesional con él.
El cuarto, de nombre Morritos, tenía todo lo que se le pide a un toro para que embista. Si me lo permiten, era hasta guapo en su expresión. Metió muy la cara en el capote llegando en algunos pasajes incluso hacer el avión. Sin embargo, tras pasar por el caballo de picar y recibir dos puyazos muy traseros, cambió su registro. Con síntomas de haberse lesionado perdía las manos cada dos por tres, lo que suponía que aún se quedase más en las zapatillas de lo ya habitual en este encaste. Ante esta tesitura a Ferrera no le quedó más remedio que despacharlo.