La solvencia, el oficio y las excelentes formas de Miguel Ángel Perera, Alejandro Talavante y Ginés Marín, que sustituyó a El Juli, taparon las carencias de un desrazado encierro de Garcigrande y Domingo Hernández que frustó el deseo del público por vivir una tarde de toros acorde a la categoría del cartel. Al final los tres espadas salieron a hombros porque pusieron en el ruedo lo que le faltó a los toros.
OLIVENZA – Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de Garcigrande (1º y 2º) y Domingo Hernández (3º, 4º, 5º y 6º), con poca cara y desrazados en conjunto.
TOREROS:
Miguel Ángel Perera (de turquesa y oro), oreja y oreja.
Alejandro Talavante (de verde hoja y oro), oreja y dos orejas.
Ginés Marín (de tabaco y oro) dos orejas y silencio.
INCIDENCIAS: Casi lleno en tarde fría con lluvia intermitente. Julio López, tercero de la cuadrilla de Alejandro Talavante, resultó herido al intentar apuntillar al quinto. Parte médico: «Herida inciso contusa por asta de toro en cara interior de brazo derecho que desgarra la musculatura del brazo con una trayectoria de 15 centímetros abajo y unos 5 centímetros hacia arriba. No se aprecia lesión del paquete vasculo nervioso. Pronóstico grave, se traslada al Hospital Infanta Cristina»
Antonio Girol.-
Si usted no estuvo esta tarde en Olivenza y ve la foto que sirve de frontispicio a esta crónica, en la que se ve saliendo a hombros a los tres espadas, seguramente pensarán que ha sido una gran tarde de toros. Siento decirle que no. Si la foto es la que es se debe en exclusiva a que la terna puso en valor un festejo en el que se lidiaron seis toros sin raza y con poca cara que seguramente en otras manos habrían provocado el bostezo generalizado del aterido respetable que pobló los tendidos. Pero eso es lo que tienen las figuras que en la mayoría de las ocasiones tapan las carencias de los toros que eligen para sus citas.
A esa cita faltó El Juli, por no estar recuperado de la cornada de Bogotá, gran valedor de la ganadería de Garcigrande y Domingo Hernández. No en vano, el de Velilla mata temporada tras temporada casi entera la camada del ganadero salmantino. Y aunque seguro que le habría encantado estar esta tarde en Olivenza conmemorando el veinte aniversario de su alternativa, al menos se ahorró tener que despachar lo que para la ocasión eligieron los veedores. Entre ellos el suyo.
A excepción del geniudo quinto el resto del encierro buscó más la huida que el celo de los trastos. El primero de Miguel Ángel Perera, por ir narrando cronológicamente lo acontecido en el ruedo, cantó la gallina casi de salida puesto que tras el recibo por verónicas y cordobinas que le instrumentó el de La Puebla del Prior salió suelto mirando a tablas. Lo mismo hizo después del primer muletazo, en esta ocasión yéndose a toriles. De allí lo rescató Perera para traérselo a los medios en donde se desplomó. No le quedó al diestro extremeño más que inventarse una faena pulsando las embestidas con todo el temple del que pudo hacer acopio en sus muñecas.
El cuarto además de falto de raza se colaba por ambos pitones. Hasta en dos ocasiones lo hizo en el capote y lo repitió en el inicio de la faena de muleta. A esa complicación unió la de soltar la cara y pasar sin entregarse. Con paciencia, a base de toques, con el celo de la voz y tragando en cada embestida le fue sacando Perera series hasta terminar por imponerse en ese territorio de cercanías en el que se encuentra tan cómodo con el riesgo de la voltereta sobrevolando en todo momento.
Tenía la gente ganas de ver a Alejandro Talavante. Se demostró en cómo bramó el respetable en el quite por chicuelinas que instrumentó el de Badajoz. Como también lo hicieron en la serie en redondo rematada con un soberbio cambio de manos que sirvió de antesala de las tandas de naturales. Sin embargo, ese buen inicio quedó en un espejismo puesto que el astado también se fue buscando la querencia de toriles y ahí se terminó la magia.
El quinto sacó genio. Talavante lo fue ahormando a base de suavidad hasta conseguir la explosión de una gran tanda de naturales que pusieron el caramelo en la boca del público. De nuevo supo a poco porque el toro no permitió que la obra creciera en intensidad y duración. Al final, en un arreón de ese mal genio, cazó a Julio López cuando se disponía a apuntillarlo. Obligando a que el buen tercero tuviese que irse a la enfermería con una cornada de dos trayectorias.
Tampoco sirvió el lote de Ginés Marín. Su primero, como sus hermanos, también volvió grupas hacia chiqueros y se dolió en banderillas. El diestro de Olivenza, consciente de la responsabilidad adoptada por su doble comparecencia en la feria, comenzó la faena de rodillas. Y aunque el toro en un primer intento de toreo en redondo salió suelto al final consiguió encelarlo en una serie en redondo que sirvió para que el público se metiese en la faena. Después, ya erguido y en los medios, ofreció una clase de toreo de mano baja y trazo largo que duró lo que aguantó sin rajarse el de Domingo Hernández: un suspiro.
Del sexto poco hay que contar. Tan desrazado como sus hermanos además adoleció de fuerzas por lo que al mínimo intento de bajarle la mano provocaba que se fuera al suelo. Por lo que Marín, con acertado criterio, optó por abreviar consciente de que mañana sería otro día. Y, quién sabe, lo mismo sirve alguno de los hermanos de los que esta tarde han dado al traste con las ilusiones de los que hoy pasaron por taquillas.
GALERÍA GRÁFICA. FOTOS: GALLARDO
OTRAS IMÁGENES. FOTOS: GALLARDO