Carta abierta de Miguel Ángel Silva

Silencio por un torero. Silencio por Víctor Barrio

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1944

«…El sábado un toro quebró tu alma y difuminó esa eterna sonrisa, mientras en los brazos de mi amigo Manuel Larios se te iba apagando la vida. A toda la familia taurina nos dejabas incrédulos, paralizados en un llanto seco y rotos de dolor…»

Miguél Ángel Silva.-

La tarde del 9 de julio de 2016 se teñía de sangre, la Puerta Grande del cielo se abría para recibir a un ser humano que inmortalizaba su huella para entrar en el Olimpo de los valientes. Desafiabas a la muerte, una tarde más. Entregabas tu alma, tu ser, a la afición de una plaza de toros de Teruel que sería testigo de los últimos olés que calarían en tu corazón.

Dicen que, en esto de los toros, se muere de verdad. Los toreros, tarde tras tarde, vestimos la piel de oro aceptando y asumiendo esta premisa. Ofrecemos la vida a la suerte o el devenir que a cada uno nos tenga guardado el destino. Creemos en la emoción que este espectáculo, este Arte, genera en los millones de seguidores que asisten a las plazas de toros y, a ello nos debemos. Víctor trazaba su penúltimo paseíllo -el último lo hacía esta mañana, hacia la Gloria- sabiendo que tenía una nueva oportunidad de subir un peldaño más hacia la cima del triunfo, ese con el que tanto soñó y que tantas veces le quitó el sueño.

En tiempos en los que el ser humano viste a sus mascotas de Chanel, pero pasa desapercibido por delante de criaturas que en la calle imploran un trozo de pan, TÚ, Víctor, Maestro, has honrado y dignificado una profesión en la que a diario entregamos nuestras ilusiones, anhelos, nuestro espíritu y nuestro tiempo, por la consecución de un objetivo. Sacrificio, vocación, honestidad, superación, ante una sociedad en la que el desajuste moral roza lo catastrófico, la escala de valores humanos cada vez es más animal y la palabra de los hombres más efímera.

A tus 29 años entregaste libremente lo más preciado, en búsqueda de tu felicidad y de la de todos aquellos que querían disfrutar de tu obra. El sábado un toro quebró tu alma y difuminó esa eterna sonrisa, mientras en los brazos de mi amigo Manuel Larios se te iba apagando la vida. A toda la familia taurina nos dejabas incrédulos, paralizados en un llanto seco y rotos de dolor… Pero apenas han pasado veinticuatro horas y estoy seguro que desde ahí arriba vuelves a sonreír. Ya estás al lado de los más grandes y tu recuerdo permanecerá en todos nuestros corazones.

Silencio por un torero. Silencio por Víctor Barrio.


* Miguel Ángel Silva es novillero con picadores y estudiante de periodismo en la Universidad de Sevilla.