El torero madrileño salió en hombros del coso de Pardaleras al cortar tres orejas de la corrida de Garcigrande y Domingo Hernández que tiró por tierra las ilusiones de aquellos aficionados que depositaron su confianza en la primera de feria.

Antonio Girol.-

La corrida de Garcigrande y Domingo Hernández (tanto monta, monta tanto) estuvo tan ayuna de raza como sobrado de ella anduvo ‘El Juli’ toda la tarde. Es de admirar el compromiso del torero madrileño con esta tierra en la que ha establecido su residencia. Lo demostró por la mañana acudiendo a una cita con niños y niñas para que le entrevistasen en un conocido establecimiento hotelero, y lo refrendó por la tarde en el ruedo del coso de Pardaleras. De donde salió en hombros tras cortar tres orejas. Dos de ellas del toro que hacía quinto. Un ejemplar, igual de desrazado que sus hermanos, al que supo tocar las teclas oportunas para que no se rajase a pesar de los amagos que hizo durante toda la faena de muleta.

La inteligencia de un torero se mide en todas las fases de la lidia. Digo esto porque tras el encuentro con el caballo de picar, ‘El Juli’ mostró cual era la fórmula adecuada para la lidia del ejemplar de Garcigrande. Le instrumentó un quite en el que prácticamente toreó en redondo por cordobinas, y ligando, con el capote. De esa manera probó el estado de su antagonista para minutos después aplicarle idéntica técnica con la franela. Con la que le llevó siempre tapado a fin de que éste no encontrarse la salida que buscaba para rajarse. A la vez que le atacaba para que sacase ese puntito justo de genio con que seguir embistiendo sin aburrirse.  Construyendo así una faena propia de mente privilegiada que rubricó con una estocada hasta la gamuza que le valió para pasear el doble premio.

La otra oreja la cosechó en su primero. Con el que se dobló de inicio con la rodilla genuflexa para luego correrle bien la mano por el pitón derecho consiguiendo que el toro tuviese continuidad en la embestida. Provocando de ese modo la tan necesaria ligazón. Reponía el de Domingo Hernández por el izquierdo. Cruzado consintió mucho al burel hasta obtener una meritoria serie de naturales. Volvió a la mano diestra y de nuevo subió el diapasón de la faena para luego acortar distancias y enjaretar los circulares que tanto calan en los tendidos. La colocación de la estocada, muy trasera, obligó a que tuviese que usar el estoque de cruceta.

Eran mucha las expectativas que había depositadas en la actuación de Roca Rey. Poco, más allá de su mucha voluntad, hemos podido ver esta tarde en Badajoz. Con el tercero nada pudo hacer más que mostrar al respetable la condición desrazada del animal. A pesar de que comenzó el último tercio de rodillas en el tercio buscando así calar en el público, pronto tuvo que desistir del empeño. Optó por buscar el arrimón y ni por esas pudo conseguir su objetivo dada las media embestidas que “obsequiaba” el de Domingo Hernández.

Al sexto lo recibió a pies juntos con el capote para acto seguido ligar un puñado de chicuelinas. Tenía ganas de agradar el peruano y quitó al toro por ajustadas gaoneras. Mayestático, sin mover las zapatillas un milímetro, comenzó la faena de muleta por estatuarios que abrochó con un ceñido pase cambiado que puso el ¡uy! en las gargantas. Valiente y decidido en pos del triunfo que presentía que se le escapaba por el mal juego de su antagonista expuso una barbaridad dejándose acariciar los muslos por los pitones. Se tuvo que volcar literalmente a toro parado para dejar una estocada entera que le valió para pasear una merecida oreja al esfuerzo.

Morante de la Puebla no necesita traer un autobús de partidarios que a modo de hooligans coreen su nombre y el de su pueblo antes de cada actuación de su torero. Esas actitudes propias de un novillero que empieza no le benefician. Al contrario, creo que le perjudican de cara al resto de aficionados, que en condiciones normales habrían tratado mejor al sevillano viendo el material que tenía enfrente. Ninguno de sus dos oponentes ofreció mimbres suficientes para que pudiese enjaretarles faena. A lo que se sumó sus mermadas condiciones físicas, ya que el diestro ha tenido que torear infiltrado. De su actuación nada se puede contar destacable. A lo que hay que sumar el mitin (palabra muy de actualidad) que ha dado con la espada. Habrá que esperarle para una nueva ocasión, a poder ser sin la clá.

Bochornoso

Antonio Girol

Desde mi nueva ubicación en la fila 25 (gracias a quien corresponda) he observado esta tarde con bochorno, en todos los sentidos del término, unos cuantos aspectos que quiero reseñar en este artículo.

Entre los más bochornosos está el escaso «tacto» del público (me niego a llamarles aficionados) que sin rubor alguno se pasa la corrida subiendo y bajando a por bebidas al ambigú. Dándoles igual el desarrollo de la lidia. Importándoles un bledo si con su continuo deambular molestan al resto de espectadores que sí respetan la liturgia de la tauromaquia. No estaría de más que la autoridad gubernativa que para algunas cosas es tan puntillosa tomase nota de este hecho y como ocurre en otras plazas impidiese el regreso al tendido cuando está el toro en la arena.

Más grave si cabe es la actitud de ciertos partidarios que se marchan de la plaza en tropel cuando aún se está lidiando el último de la tarde. Demuestran con su acción que de aficionados tiene bien poco por mucho que con anterioridad vibren tocando palmas por bulerías o aplaudiendo pinchazos de su torero.

Por último, pero no por ello menos importante quiero añadir, como ya hiciese temporadas atrás, que el pasodoble Manolete es una de las piezas musicales más bonitas y señeras del amplio catálogo musical taurino. Pieza muy apropiada por su seriedad para ser interpretada durante una excelsa faena de muleta por lo que representa; pero no así para ser tocada en una vuelta al ruedo, que es algo banal. Menos aún en la del último de la tarde por las razones expuestas más arriba. De ahí que haga un nuevo llamamiento al director de la banda para que tenga a bien ser respetuoso con la memoria del gran Manuel Rodríguez Sánchez, y las de Pedro Orozco González y José Ramos Celares, autores de la partitura original. A ver si tomamos nota. Nunca mejor dicho.

LA PINCELADA DE PÉREZ INDIANO

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