El mal juego de los novillos de Talavante dio al traste con la ilusión de los tres novilleros. En especial de Juanito que se marchó de Olivenza prácticamente inédito. Ginés Marín volvió a demostrar que está cuajado a la espera de cotas mayores. Sorprende positivamente Alfonso Cadaval
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Antonio Girol.-
Si ayer hablábamos de lluvia y frío para referirnos a la novillada inaugural, para la de hoy conviene usar el símil meteorológico de nubes y claros. En el primer apartado habría que colocar a los novillos de Talavante, que ya el pasado año no estuvo acertado con los utreros que mandó a Olivenza. A pesar de ello ha repetido este ejercicio, con idéntico mal resultado. Suma y sigue. En el segundo, el de los claros, cabría poner a Ginés Marín. Pero como el tiempo está como está, cuando más claro está de repente viene un nublado y oscurece. Sí, porque Ginés Marín en su primero estuvo brillante; pero en el segundo se oscureció.
Al que rompió plaza lo saludó de rodillas con mecidas verónicas. Dos de las que administró por el pitón derecho valieron por sí sola media entrada. Rutilante fue también el tercio de banderillas con saludo montera en mano de Javier Ambel y Manuel Izquierdo. Más centelleante que el sol fue el brindis a Cipriano Píriz en memoria de su recordado y querido hermano Bernardino, tan presente estos días en la memoria colectiva de quienes estamos en Olivenza.
Después vendría una faena de muleta luminosa. Iniciada por ayudados torerísimos. Como rutilantes resultaron las series de naturales ligados. Interpretados con relajación y siempre ayudando al novillo a ir hacia adelante. Naturales que remató con ese sello tan personal con el que imprime los finales de series. Una vez hubo desgranado tan luciente tauromaquia fundamental, y ante la falta de fuelle de su antagonista, acortó distancias y con firmeza se metió en terrenos del novillo. El epílogo a tan argéntea faena vino de la mano de unas ceñidas bernadinas que precedieron a una estocada en el rincón.
En el cuarto, a pesar de la generosidad presidencial, no vi a ese torero de cabeza privilegiada que destaca sobre el resto por tener una mente maravillosa al servicio del toreo. Por eso me extrañó que se equivocase en el planteamiento de faena de muleta al comenzar en los medios de rodillas. El novillo ya había mostrado sus cartas en el capote de Javier Ambel al puntear la tela durante el tercio de banderillas que bordaron Fini e Izquierdo, debiendo saludar por ello.
Iniciar de hinojos con un novillo tan informal en su embestida tenía un gran riesgo: no poder templar y someter de inicio al animal. Y así ocurrió. El novillo tocó la franela en cada uno de los derechazos de la tanda y se descompuso por completo. Con esa tónica desarrolló a continuación todas sus acometidas. Siempre tirando molestos gañafones que imposibilitaban el lucimiento y la limpieza en los pases. Discurrió Marín y con tesón logró medio enjaretar la faena. Ayudó a ello una buena tanda al natural que precedió al arrimón final. Se volcó en el morrillo y tumbó sin puntilla al de Talavante. La estoca muy efectiva valió por sí sola la oreja, pero la faena en conjunto no como para ser premiado con las dos que paseó.
Anunciaba el cartel en letras de imprenta un doble debut. El uno, alumno de la Escuela de Badajoz. El otro, de Sevilla, hijo del famoso humorista César Cadaval. Podemos decir que Alfonso, que así se llama el vástago, se toma el toreo como algo muy serio por más que le pese a algún chufla en los tendidos. Un oficio, el de ser torero, con el que honrar a todos aquellos que le precedieron dando nombre propio a una escuela que en femenino lleva por el mundo el nombre de su ciudad. Me ha gustado Cadaval por lo que propone. Está aún verde. Color que para un sevillista es pecado mortal. Pero a poco que siga por el camino que se ha trazado puede ser un torero muy interesante de ver.
Al sexto lo lanceó a la verónica con mucho gusto. Con el capote muy recogido y echando siempre la pata para adelante. Como marcan los cánones del toreo sevillano. Con la muleta propuso una tauromaquia de mano baja y riñones encajados, que aunque es cierto que no siempre tuvo los réditos buscados en cambio merece perseverancia por cómo la propone presentando la franela planchada y adelantada para embarcar y guiar la embestida del utrero hasta rematar más allá de la cadera. A lo que hay que unir el gusto por los remates de faena. En especial con el cambio de manos para salir andando de la cara del novillo. Tiene además algo que me agrada y es que sabe medir los tiempos. Difícil de ver en estos tiempos de toreo adocenado. No anduvo acertado con el estoque en ninguno de sus dos antagonistas. Pero eso se aprende, con lo otro se nace.
A quien no hemos podido ver es a ‘Juanito‘. Se marcha el joven portugués de su paso por Olivenza prácticamente inédito al haberle correspondido con diferencia el peor lote. Con las ganas propias de agradar en el día de su debut saludó a su primero con una larga cambiada en el tercio. Más allá del lance inicial y las ajustadas saltilleras del quite junto con el pase cambiado por la espalda del comienzo del último tercio, poco más hemos podido apreciar de su tauromaquia. Nada puedo contar más allá de los pitos con los que fueron despedidos sus dos antagonistas. Ambos rajados y mansos que no permitieron ni siquiera el sucedáneo de darse un arrimón que vender a los tendidos. Una auténtica pesadilla para el día con el todos los chavales sueñan cuando se apuntan a la Escuela Taurina. Ánimo.
PATIO DE ARRASTRE |
Sixto Naranjo/Director ‘El Albero’ – COPE
Ginés pide toro
La apuesta de la FIT este año por las novilladas en Olivenza ha dejado a las claras varias cuestiones. La primera, que sus tres pupilos anunciados han estado a años luz de los otros tres que completaban los carteles.
Joaquín Galdós, Leo Valadez, y sobre todo Ginés Marín han ofrecido una gran imagen y salen aún más reforzados del ciclo oliventino.
De los debuts, han parecido muy precipitados los de David Bolsico y Juanito. La Escuela del Patronato de la Diputación de Badajoz sigue siendo cantera fructífera, pero no todos los años pueden verse frutos con tanta proyección como los lanzados en temporadas anteriores.
Ginés Marín sale como un tiro, disparado hacia lo más alto si nada se tuerce en busca de una alternativa en el horizonte de Nimes. Su capacidad, su concepto y su oficio bien aprendido le sitúan a día de hoy, a años luz del resto de sus compañeros de escalafón.
Ginés tendrá como reválida ferias tan importantes como Fallas, Madrid y Sevilla antes del doctorado. Lo que nadie duda, es que Ginés pide toro.
GALERÍA GRÁFICA (GALLARDO) |
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