Estas dos imágenes retratan a la perfección las dos caras de la moneda del toreo. Hace un año, Posada de Maravillas, exultante, se apoyaba en Fernando González, su hombre de confianza, tras ver doblar al novillo al que había cuajado hasta conseguir abrir la puerta grande de Pamplona. Este año, en cambio, es en Rubén Díez, su mozo de espadas, que le asiste raudo para taponarle con una toalla el enorme corte que se había provocado con la espada al entrar a matar a su primer antagonista. Herida que le ha producido una lesión de tendones flexores con sección de nervio y arteria cubital, cuyo pronóstico es grave.
Triunfo en 2013, percance en 2014