«…no parase de ayudar a los que más ayuda necesitan: aquellos que empiezan.Por eso cada año le gustaba llevar a Salas de los Infantes, Huertas de Rey o a su querido Arauzo de Miel a cuantos más chavales mejor. Y a ser posible de nuestra tierra, de la que era un enamorado…»
Fernando González.-
Permítanme que por esta ocasión cambie el capote y las banderillas por el lápiz porque como torero, y sobre todo como pacense, le he pedido a los responsables de BADAJOZ TAURINA que me permitan homenajear a un amigo que se ha marchado tan recientemente y de forma tan sorpresiva que no termino de hacerme a la idea de que ya no vaya a poder conversar con él acerca de algún novillero de nuestra tierra. Porque Emilio Hernando, conocido cariñosamente por ‘Moliki’, no había nacido pacense pero bebía los vientos por esta provincia y especialmente por sus toreros.
Tenía que ser el corazón el que le jugase tan mala pasada porque si de algo iba sobrado precisamente era de ese órgano tan vital para vivir. Porque su vida y su pasión eran los toros. De ahí que siempre que podía, y en estos últimos ocho años, desde aquel bendito 2006 en que nos conocimos yendo juntos en la cuadrilla de Gabriel Picazo, no parase de ayudar a los que más ayuda necesitan: aquellos que empiezan.
Por eso cada año le gustaba llevar a Salas de los Infantes, Huertas de Rey o a su querido Arauzo de Miel a cuantos más chavales mejor. Y a ser posible de nuestra tierra, de la que era un enamorado.
Son tantos los recuerdos que se me agolpan en la cabeza que me cuesta llevarlos al papel. Porque en todos ellos veo la bondad y la afición que adornaban como grandes cualidades a un hombre al que no le costaba trabajo coger su coche y por ejemplo marchar a Nombela a ver a Armillita, sin otra necesidad que constatar en directo las buenas impresiones que le contábamos los amigos para luego ponerle acto seguido en Arauzo.
Aún resuenan en mis oídos lo que me decía que le había impactado Ginés Marín, el último novillero de Badajoz al que habías dado la oportunidad de torear en una de esas plazas en las que tanto le van a añorar cuando la temporada avance y su recuerdo aún se agigante más.
No me cabe duda de que a estas horas estarás buscando nuevos valores allá arriba, en ese sitio al que van los hombres de perenne sonrisa como era su caso. Los cabales que llaman a los amigos como hacía conmigo cada tarde que toreaba para desearme suerte. Perduran en mi teléfono sus palabras deseándonos suerte a Posada de Maravillas, que tanto le había impactado taurina y personalmente en 2012 cuando lo vio en Arauzo de Miel y le brindó la faena al anciano tío de Emilio, y a un servidor horas antes de hacer nuestro último paseíllo en Valencia.
Querido ‘Molys’, solo me queda mirar al cielo y brindarte estas letras mientras te digo que nunca te olvidaré. Porque a la personas como tú siempre se les lleva en el corazón. Sé que seguirás con nosotros pero ahora como nuestro ángel de la guarda. Hasta siempre amigo.