Miguel Ángel Silva y José Garrido comparten salida en hombros en una tarde a la que le sobró mala fortuna para que el resto de novilleros pudiesen traspasar también en hombros la puerta grande de Zafra.
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Antonio Girol.-
Hace exactamente un año, por estas mismas fechas, Miguel Ángel Silva se debatía en el lecho del dolor pensando no ya si volvería a torear sino si podría caminar correctamente. Doce meses más tarde, no ha necesitado de sus piernas para abandonar la plaza de Zafra. Precisamente porque lo ha hecho a hombros de los aficionados que le han sacado en volandas tras cortar dos orejas al novillo que le tocó en suerte en el último festejo de la feria segedana. Junto a él lo hacía José Garrido que ha dado una nueva muestra del poderío que atesora como torero. Y perfectamente les podrían haber acompañado el resto de novilleros a los que en ocasiones el mal juego de los novillos y otras el mal uso de los aceros impidieron el triunfo.
Silva acudía a su plaza con la ilusión dibujada en su rostro y ese deseo por torear frente a los suyos, aunque solo fuese un novillo, acrecentó su dimensión en el ruedo. Le correspondió el jabonero ‘Doñana’, el cual no le puso las cosas fáciles. Ya de salida demostró tener muchos pies y ser muy pegajoso. Le dejó crudito en el caballo y el novillo aún se vino más arriba en banderillas permitiendo que tanto ‘El Fini’ como David Picón completaran un gran tercio con saludo montera en mano, incluido.
Se dobló el segedano con el novillo que había brindado a su paisano el matador Antonio Muñoz, sometiéndolo hasta llevarlo a los medios.
A pesar de la informalidad que tenía en las embestidas le fue cogiendo el aire a base de ir sobándolo y ganándole la pelea hasta completar una gran serie ligada en redondo bajo los sones de Nerva que remató con el de pecho rodilla en tierra. Una vez hoyada la cumbre que suponía ganarle la partida a ‘Doñana’ hasta conseguir que tomara los muletazos largos y ligados tiró del recurso de los circulares invertidos para acabar de meter al público en el canasto. Con gusto resultaron los ayudados por bajo para epilogar la faena que refrendó de estocada tras pinchazo inicial. |
Si de algo está sobrado José Garrido, aparte de una inteligencia apropiada para ser torero, es de amor propio. Había visto triunfar a su excompañero de Escuela y no se iba a dejar pisar el terreno. Además acudía a Zafra como líder del escalafón de novilleros y desde el pasado junio no había vuelto a pisar un ruedo pacense. Razón de más para salir espoleado. Tras quitar por ajustadas chicuelinas brindó a su cuadrilla, al ser la última vez que comparten miedos y triunfos en esta temporada de su debut con los del castoreño.
Acto seguido comenzaría su oda al temple. Inició muy reposado faena, gustándose en los muletazos de tanteo que remató con un gran cambio de manos.
Posteriormente fue desgranando muletazos en los que pulseaba con templanza la embestida de su antagonista llevándole imantado en la bamba de la muleta. Por el lado izquierdo exigió una barbaridad al castaño de nombre ‘Hipotecado’ hasta sacarle todo el fondo de bravura y tener que terminar la faena en cercanías. Se tiró a ley y dejó un estoconazo en toda regla. Paseó dos orejas y el astado fue ovacionado en el arrastre. |
La tarde la había abierto Tulio Salguero, al que correspondió un novillo que salía suelto de los lances de capote que le administraba el novillero pacense. Quitó por saltilleras. Inició el carrusel de brindis que hemos vivido esta tarde, en este caso dedicado a su banderillero Ismael Jiménez. Hasta dos veces cambió el viaje de su antagonista sacándoselo por la espalda en el inicio de faena. Un animal de comportamiento cambiante que a veces cogía la franela a la primera y otras tardeaba en exceso.
Anduvo con mucho oficio el novillero, exigiéndole cuando era preciso y otras dejándole que cogiese aire casi sin apretarle en los toques. En la tanda de naturales supo contener bien al astado que hizo amago de rajarse. Poco a poco se fue poniendo más reservón hasta el punto de tirarle un gañafón que le alcanzó en la nariz provocándole desviación del tabique y hemorragia. Tras pasear una merecida oreja tuvo que ser atendido en la enfermería donde se le administraron cuatro puntos de sutura. |
Rafael Cerro entró en la novillada por la vía de la sustitución. Está el cacereño para cotas mayores y se le nota en su dominio de las suertes. Saludó a su oponente por faroles de rodilla. Quitaría también, como Salguero, por saltilleras, siendo la primera de mucha exposición por venirle andando el astado. Doblándose, genuflexo, con mucho empaque, llevó al novillo hasta los medios en el inicio del último tercio.
Tenía el animal un buen pitón izquierdo y por ese lado instrumentó los mejores pasajes de su faena a través del trazo largo de los naturales que enjaretó. Sin embargo por el derecho no podía obligarle tanto y lo tuvo que llevar siempre a media altura, sin apenas apretarle y acompañando la embestida para aliviar su sosería. Tras los circulares invertidos en el tercio se dispuso a matar, fallando en el intento hasta en dos ocasiones antes de dejar la estocada entera. Dio una vuelta al ruedo y al novillo se le premió con palmas al arrastre. |
Engañó el tercero, que hizo aventurar unas condiciones que luego no sacó a flote en la muleta de Tomás Angulo. Tuvo ‘Desgreñado’ una virtud, al inicio, que era su movilidad y desplazamiento en largo como se pudo comprobar en el capote de ‘Suso’ cuando bregaba en banderillas. Antes había evocado su matador a Ortega Cano, presente en el callejón, cuando sacó al novillo del peto por medio de aquel ‘Quite de Oro’ que pusiese de moda el cartagenero a finales de los ochenta del siglo pasado.
Aprovechando la inercia en las embestidas quiso Angulo traerlo largo en el comienzo de faena. Se colocó en el centro del anillo y allí citó al ejemplar de Cayetano que fue como una bala a la muleta que le presentaba el de Llerena. Varias veces tocó la tela con el ímpetu que imponía en sus arrancadas y a partir de ese momento cambió de condición. Se descompuso y comenzó a tirar derrotes secos, que en alguna ocasión llegaron a rozar la hombrera del joven novillero. Sobre todo por el lado izquierdo. De ser novillo que se rebosase en las embestidas pasó a querer acortar cada vez más los viajes, exigiendo de su lidiador mucho aplomo en las zapatillas. |
Estuvo valentísimo Tomás que no se arredró ante la papeleta que se le fue presentando conforme avanzó la lidia. De haber estado más acertado con la tizona hubiese cosechado más premio que la vuelta al ruedo que completó para recoger el cariño de la afición que así correspondía al tremendo esfuerzo que había llevado a cabo minutos antes.
El último de la tarde tenía las mejores hechuras de todo el encierro. Un torito en ciernes al que saludó Posada de Maravillas con un ramillete de verónicas perfectamente abrochadas con una media muy arrebujada. No duró mucho ‘Jareto’, pero mientras tuvo fuelle fue noble y permitió que el menor de la dinastía consiguiese pasajes de muy bella factura.
Especialmente al natural, con ese don que tiene para enganchar a las reses y tirar de ellas con un hilo invisible que templa con suavidad las embestidas al ralentí. Sin embargo por el lado derecho no tenía tanta boyantía y enganchaba más la franela, descomponiendo el cuadro escénico que intentaba crear su lidiador. Conforme se fue apagando obligó a Posada a tener que usar un recurso al que estamos menos acostumbrados a verle como es meterse entre los pitones, solventando con empaque esta tesitura. |
No le ayudó en nada a la hora de la suerte suprema y pinchó en reiteradas veces teniendo que usar el estoque de cruceta, perdiendo cualquier posibilidad de premio.
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