Parece que fue ayer, y ya ha pasado un año de aquel infausto primero de octubre en el que estos dos señores, que en la fotografía acompañan a Miguel Ángel Silva, parasen el manantial de sangre por el que se escapaba la vida del novillero segedano. No se habían vuelto a ver hasta este domingo en el que coincidieron de nuevo en El Hoyo de Pinares, el lugar de los hechos. Y la alegría y la gratitud se mezclaron a partes iguales en el saludo afectuoso de los tres protagonistas – junto a Antonio Ferrera (ángel de la guarda de toda esta historia)- de una de las jornadas que con más desasosiego hemos vivido en este portal. Afortunadamente todo tuvo un final feliz. Tan feliz como esta fotonoticia.