Ambos novilleros abandonaron el ruedo en hombros y tan sonrientes como entraron a la plaza. El verdadero pique se vivió en la grada, en donde hubo rivalidad manifiesta.
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Antonio Girol.-
En el año de los ‘manos a manos’, Higuera de Vargas no ha querido ser menos y en honor del Señor de los Afligidos, su Cristo, la empresa Mar Toros – encargada de dar el festejo feriado – anunciaba uno entre dos de los alumnos más aventajados de la Escuela Provincial de Tauromaquia: el higuereño Luis Manuel Terrón junto a Ginés Marín, que para unos es de Olivenza y para otros de Villanueva del Fresno. Visto lo visto en el festejo la presunta rivalidad que debe primar en este tipo de eventos trascendió más a los tendidos que al ruedo, con piques entre aficiones por un aviso de más o de menos. Lo que siempre hubo y habrá entre pueblos vecinos, en resumidas cuentas
Sí, porque el juego de los erales de Marqués de Villalba de los Llanos no permitió que esa discordia en términos taurómacos se evidenciase en la arena. Principalmente por las dificultades que ofrecieron a los dos novilleros y las muchas teclas que tuvieron que tocar para poder construir las faenas, lo que llevó a que los dos chavales anduviesen más preocupados en resolver sus papeletas que en ‘morderse’ mutuamente.
Luis Manuel Terrón jugaba en casa. Ante sus paisanos. Con lo que ello conlleva de responsabilidad. Su primero tuvo el defecto de tirar un derrote al final del muletazo, lo que hacía que los trazos no saliesen limpios y dificultaban al novillero a la hora de querer componer. Anduvo voluntarioso y con ganas de agradar buscándole las vueltas al novillo. Epilogó por ajustadas bernadinas y fue feamente volteado cuando entró a matar. Paseó una oreja.
Preciosa lámina tenía el burraquito que le tocó en segundo lugar, al que recibió con suavidad a la verónica. Inició la faena de muleta con el pase cambiado por detrás. Sin embargo, el tranco que evidenció la res en esa primera arrancada se apagó muy pronto. Y en las siguientes se fue quedando cada vez más corta. Buscó Terrón cambiarle los terrenos y en la contra querencia a base de echarle la muleta al hocico fue hilvanando muletazos. Sobre todo por el lado izquierdo. Pitón sobre el que fraguó lo mejor de su faena. |
Mató de entera trasera tras pinchazo y escuchó un aviso (el que más tarde sería motivo de discordia) Un nuevo trofeo le fue entregado por el alguacilillo para que pasease ante sus paisanos.
El quinto, de pelo castaño, tenía buen son de salida y Luis Manuel lo saludó con un farol de rodillas, al que siguieron un ramillete de verónicas rubricadas con chicuelinas. Ese buen tranco del eral se evidenció también en las primeras tandas con la muleta, en las que corrió bien la mano el novillero. Sin embargo, tras verse sometido, en las siguientes series comenzó a gazapear y ponerse protestón. Bien asesorado por el banderillero emeritense José Luis Sierra, fue cruzándose en cada pase para irle ganando terreno y así evitar el molesto calamocheo del animal. De esta forma enjaretó una faena muy del agrado del respetable, que tras ver cómo tiraba al novillo de entera en buen sitio, le pidieron con fuerza, y le fueron concedidos, los máximos trofeos.
Si complicado resultó el lote de Terrón, no le fue a la zaga el que correspondió a Ginés Marín. Su primero, al que había iniciado el trasteo de muleta por estatuarios en el centro del ruedo rematados con mucho gusto por bajo, apretaba para dentro en cada embestida. Apostó Ginés por dejarle la muleta siempre puesta en la cara y en la tercera serie le ganó la partida. Aun así, el eral no vendió fácil su sometimiento y al más mínimo descuido del torero le levantó las zapatillas de la arena. Al natural, de uno en uno, y a base de darle tiempos, extrajo unas buenas tandas que sumadas a la estocada entera que recetó le valieron las dos orejas.
El cuarto fue otro novillo que apretó mucho en el segundo tercio. Lo que unido al estado del piso de plaza hizo que los banderilleros pasasen algún apuro, como el que sufrió Juan Carrasco ‘El Bache’, que encontró en el siempre eficaz capote de Fernando González el quite oportuno en uno de los pares.
Tenía este animal un buen pitón izquierdo y así lo vio Marín que casi sin probaturas se echó la muleta a la zocata dando distancia a la res. Tras unas primeras tandas de naturales optó por acortar metros y empezar a torear en redondo. Tauromaquia que el novillo no terminó de admitir, protestando por ello. Volvió a matar bien, en este caso en la suerte de recibir y fue premiado otra vez con doble trofeo. No cortó nada en el sexto porque se atascó con la espada, sin embargo los mejores compases de su actuación llegaron con este antagonista. |
Lo había recibido de capote con una larga cambiada a la que siguieron verónicas y chicuelinas. Pero lo verdaderamente importante de su faena vendría con la muleta por el pitón izquierdo. Por donde compuso tandas de naturales dados al ralentí, llevando siempre muy toreado al de Marqués de Villalba de los Llanos. Si inteligente anduvo por ese lado, no menos lo fue por el derecho recetando series de mucha suavidad, tal y como demandaba la res. Sin embargo, esa inteligencia transmutó en tozudez al querer alargar en demasía la faena. Lo que significó dos inconvenientes.
El primero, que se empeñó en meterse en los pitones, acortando la distancia, y las siguientes tandas perdieron el brillo de las anteriores. Y el segundo, y más grave, que ese alargamiento le perjudicó a la hora de matar perdiendo los trofeos que a buena ley hubiese obtenido por su labor. Pinchó en reiteradas veces y del público reclamaron al presidente que diese un aviso, como antes había hecho con Terrón formándose cierto alboroto entre partidarios de uno y otro torero, antes de que dejase media estocada que fue castigo suficiente para atronar a la res.
GALERÍA GRÁFICA (GALLARDO) |
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OTRAS IMÁGENES (GALLARDO) |
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