Apoteósis en Mérida. Antonio Ferrera borda el toreo en la plaza emeritense cortando seis orejas y un rabo. Alejandro Talavante saca su pundonor para no marcharse a pie. Y los toros de Cayetano Muñoz dejan su impronta en el ruedo, con dos vueltas al ruedo póstumas (GALERÍA GRÁFICA EN EL INTERIOR)
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Antonio Girol.-
Habrá de llegar el día en que alguno de esos jóvenes que hoy poblaban las andanadas de la casi centenaria plaza de Mérida les dirán a sus nietos que fueron testigo de aquella histórica tarde de 2 de septiembre de 2012 en la que Antonio Ferrera les regaló aparte del 50 por ciento de la entrada tres faenas con corte de seis orejas y un rabo. En la que a Alejandro Talavante le faltó una pizca para redondear algo mágico. Y en la que a dos de los seis astados anunciados de Cayetano Muñoz se les tributó la vuelta al ruedo en justo premio póstumo a su bravura. Sí, habrá de llegar ese día, pero mientras lo hace si usted estuvo esta tarde en la plaza siéntase afortunado. Y si por desgracia no pudo acudir al coso del Cerro de San Albín, al menos lea esta crónica como sucedáneo de un hito que por derecho propio ya ha entrado en los anales de una ciudad que si de algo puede presumir es de historia.
Y en esa historia indudablemente se incluye la taurina. Se puede decir que tras unos años de franca decadencia, hoy sí puede Mérida levantar la cabeza orgullosa de que en su recoleta plaza se vislumbra futuro. Que así se apellida la empresa que comanda José María Garzón, a quien hay que agradecerle, junto a los toreros y a la familia Muñoz, el esfuerzo realizado en querer sentar las bases necesarias para que esa vieja dama que habita en el Cerro de San Albín vuelva a reverdecer viejos laureles. |
Ha sido así porque la gente salía literalmente toreando por las calles. Felices. Sonrientes. Hablando de toros por las esquinas como hacía lustros que no lo hacían. Comentando cómo Antonio Ferrera les había emocionado en la lidia de cada uno de sus tres toros. Porque hoy Antonio ha dado una tesis doctoral de en qué consiste ese axioma belmontino de parar, templar y mandar.
Oda al temple.-
Lo empezó a poner en práctica con ‘Trajesucio’, el primer ejemplar que salió de los chiqueros con un peso de 510 kilos. Y que deambulaba sin fijeza en los compases iniciales. Al que colocó un magistral par de banderillas yendo por los adentros, concretamente el que hacía tercero. Toro con mucho motor, codicioso, que precisaba mando y lo encontró en la poderosa muleta del torero de Villafranco, que supo darle las distancias apropiadas para que con la inercia de su embestida se rebosase en cada uno de los muletazos. Y al que templó majestuosamente dejándole siempre la muleta puesta en la cara para que repitiese una y otra vez por ambos pitones, en una faena de tremendo calibre que terminó en unos circulares sin enmendarse entre las dos rayas, y que epilogó con ayudados por bajo de gran torería antes de dejar una estocada hasta las cintas preludio de las dos primeras orejas que irían a parar a su esportón.
Superar aquel primer acto se antojaba casi imposible. Sin embargo, tanto en el tercero como en el quinto, consiguió el más difícil todavía. Primero con el melocotón ‘Sobrado’ al que saludó por faroles de hinojos. Y con el que estuvo precisamente sobrado en todos los tercios. Empezando por el de banderillas en el que con su capote colocó al toro en suerte en dos de los tres pares. Sin dejar que nadie más tocase a su antagonista ni tan siquiera para cerrarlo en tablas comenzó la faena con las dos rodillas en tierra en una serie de redondos que hicieron de nuevo prender la mecha de los tendidos. |
Era el ejemplar de Muñoz codicioso y repetidor. Y encima Antonio lo había dejado crudo en el caballo, con lo cual aún el animal tenía más gasolina en el motor hasta el punto de entregar su muerte moviendo el rabo y sin abrir la boca. Toro para volver de nuevo a ejercer una cátedra de toreo templado, como así hizo Ferrera en las series de naturales arrastrando la bamba de la muleta por la arena, para después conseguir derechazos relajados y sentidos. Exprimió la bondadosa bravura de ‘Sobrado’ hasta la última gota en los ayudados flexionados y volvió a recetar otra estocada sin puntilla que le valió las dos orejas con fuerte petición de rabo no concedido. Y a la res la vuelta póstuma al ruedo emeritense. Vuelta que tuvo que realizarse a posteriori porque entre unos y otros (mulilleros y presidente) dieron la nota y hubo de volver a sacar al finado desde el desolladero al ruedo.
Faltaba la guinda.-
Y quedaba la faena a ‘Piloto’, al que le restaba un mes para cumplir seis años, pero cuyo comportamiento fue propio del mejor cuatreño. Tuvo el detalle Ferrera de dejar a Enrique Martínez ‘Chapurra’, que como tantas tardes ejercía de sobresaliente, hacer un quite. Y luego invitó a su compañero Talavante a clavar banderillas ante el delirio de la plaza, que aplaudió con ganas a Alejandro cuando cuarteó al quiebro dejando los palos en la res. Si a cada toro le había planteado la faena que precisaban, en esta ocasión toreó primero para el animal y luego, una vez sometido, lo hizo para él. |
Estoy seguro que en esos instantes no escuchaba el griterío que le aclamaba desde los tendidos cuando le enjaretaba naturales lentos y cadenciosos, de trazo largo a un astado que terminó acusando la exigencia de su lidiador. Pero que sin embargo aún tuvo bravura para volver más allá de las rayas de picar una vez que Antonio cambió de estoque y tomó el sombrero que Juan Bazaga había lanzado al ruedo desde el tendido en un gesto lleno de aroma y solera, y con el que Ferrera se adornó en el epílogo de su faena. Otro espadazo hasta los gavilanes sirvió de rúbrica al rabo que paseó. Tan justo premio fue corroborado con la merecida vuelta al ruedo póstuma para el noble ‘Piloto’.
El orgullo de Talavante.-
Pudo al final Alejandro Talavante acompañar a Ferrera y al mayoral de la ganadería segedana en la salida a hombros. Y así completar una tarde de antología taurina. Si bien es verdad que a Alejandro le tocaron tal vez los menos lucidos del encierro y eso hizo mella en su espíritu.
Su primero tuvo menos transmisión que su hermano aunque regaló embestidas nobles y boyantes que supo pulsear perfectamente Talavante, sobre todo con su mano izquierda.
Sin embargo no terminaron de calar en el tendido, en parte por culpa de un desaliñado al que aún le duraba la borrachera por el triunfo colchonero en la Supercopa de Europa y se pasó buena parte de la faena gritando el nombre de su equipo hasta el punto de tener que intervenir la Policía para sacarlo de la plaza con la consiguiente fractura que ello supone el hilo conductor de lo que acontece en el ruedo y su correlación en la grada. Mató bien el badajocense y fue premiado con una oreja. |
La nota discordante de tan buen encierro la puso ‘Lavado’, que salió en cuarto lugar. No terminó el toro de romper hacia adelante en ningún fase de la lidia. Inició el último tercio Alejandro con ayudados por alto, muy mayestáticos. A la poca raza que había demostrado este ejemplar se sumó la tremenda costalada que sufriese en los primeros compases de faena, lo que mermó aún más su condición. No obstante, Talavante hizo el esfuerzo de intentar sacarle partido por uno u otro pitón, y ante la nula capacidad optó por abreviar. Si había un toro al que pinchar sin duda era éste y así fue para que todo siguiese el guión que se estaba escribiendo en la arena. Los aficionados despidieron con leves pitos al cornúpeta y con una cerrada ovación obligaron a saludar al torero.
Había anochecido y en el ambiente se cernía la incertidumbre de saber si en el último conseguiría al menos la oreja que necesitaba para salir en hombros. Y la logró de ‘Sastrerito’, al que saludó con ritmo y cadencia con el capote. Y que apretó en el caballo hasta derribar. No quería el espada pacense que se le escapase el triunfo y cuidó al astado en el quite por saltilleras con el que probó su estado tras el encuentro con el picador. Pendiente de la brega en banderillas, dirigiéndola desde el tercio, observó cómo se desplazaba en el percal de Rafael Cuesta.
Tras brindar al público inició la faena con estatuarios en los que tuvo que aguantar una colada. Muy valiente no se arredró en ningún momento, e intercaló pasajes de enorme temple con la zocata, en los que siempre ayudó al toro para que se deslizase en su muleta, con esa tauromaquia mexicana que ha adoptado como propia y de la que es un magnífico embajador a este lado de la mar océana. Mató de entera tendida que precisó de verduguillo y fue premiado con el apéndice que necesitaba para salir en hombros junto a su compañero de cartel y a Manolo Linares, mayoral de la familia Muñoz. |
GALERÍA GRÁFICA (GALLARDO) |
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