Así reza en el Evangelio y es totalmente aplicable al gesto que ha tenido Alejandro Talavante invitando a alumnos, profesores y gerencia de la Escuela Taurina de Badajoz a su casa para que degusten una comida y un tentadero en el que los alumnos demostraron que la raíz continúa dando frutos. (REPORTAJE GRÁFICO EN EL INTERIOR)
Antonio Girol.-
La grandeza de una persona se suele medir casi siempre por los gestos más pequeños. Uno de esos gestos, en apariencia pequeño pero en el fondo enorme, es el que ha tenido Alejandro Talavante con los alumnos de la que fuese su Escuela; aquella en la que comenzó a dar los primos pasos de una carrera preñada de éxitos, en la que afortunadamente no se vislumbra techo para alegría de los aficionados y, por ende, de sus antiguos profesores y la gerencia del Patronato.
Desde Badajoz partía a las dos de la tarde un autobús con el alumnado de la Escuela Taurina con objeto de pasar un jornada de convivencia en ‘Los Arrifes’, la finca oliventina en la que cría las reses que hierra como Toros de Talavante.
Nada más bajar del vehículo, los chavales se encontraron con Alejandro que les esperaba en el atrio del cortijo y fue dándoles la bienvenida uno por uno, e invitándoles a pasar al interior donde su familia, con una hospitalidad digna de ser cantada, había dispuesto una mesa repleta de bebidas y alimentos, en donde el jamón fue la estrella junto con un gazpacho fresquísimo que hacía más fácil y llevadero el tremendo bochorno con el que las nubes envolvían al campo. Queso, croquetas caseras, empanada, tortilla de patatas, tomate aliñado filetitos, aceitunas, lomo…y otros muchos manjares fueron degustados por los presentes en animada tertulia, para tras los postres marchar hacia la placita de tientas, en cuyos corrales esperaban tres eralas y un utrero para ser tentados.
Talavante, acompañado de Ignacio Garibay y ‘El Payo’ que están de visita en su casa, así como del banderillero Manu Izquierdo, acompañaron a los chavales y supervisaron el juego de las reses, mientras desde los burladeros Luis Reina y Antonio Jiménez ‘Antoñete’ dirigían los turnos de actuaciones y daban la oportunas órdenes a los alumnos, que demostraron una vez más el enorme potencial que encierra la Escuela, vivero inacabable de toreros. Y a buen seguro que los muchachos al llegar a sus casas habrán soñado una vez más en poder emular algún día al ídolo, no solo en los ruedos sino también en gestos como el del día de hoy.
Enhorabuena maestro por dar una lección tan sabia a sus discípulos. Y gracias por todo.
UN GESTO PARA EL RECUERDO. FOTOS:GALLARDO. |
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