«…Las cosas se pueden hacer de muchas formas, e indudablemente una de ellas es hacerlas mal. Así, por ejemplo, cuando faltan cuatro días para que se celebre la corrida, es casi misión imposible encontrar en Badajoz o cualquier otra población de la provincia un cartel que anuncie el festejo…»
Antonio Girol.-
Aquella tarde de 3 de septiembre de 1924 vecinos y forasteros, llegados en los servicios especiales que la Red de Ferrocarriles había montado para la ocasión, abarrotaban los tendidos y gradas de la plaza de toros de Mérida, que pintada y acicalada para la ocasión recibía a los aficionados como una novia engalanada.
«Era la única vez que el coso de ‘El Cerro de San Albín’ abriría aquel año sus puertas, y la empresa concesionaria había montado un festejo de ocho toros, para la feria de septiembre…»
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Era la única vez que el coso de ‘El Cerro de San Albín’ abriría aquel año sus puertas, y la empresa concesionaria había montado un festejo de ocho toros, para la feria de septiembre. Los carteles, que los mozos habían engrudado por las calles de la ciudad y los caminos de las poblaciones colindantes, anunciaban astados de Don Antonio Flores, de Sevilla, con el hierro del Duque de Braganza, o lo que es lo mismo la famosa divisa formada en el año 1850 por la Casa Real portuguesa con reses del duque de Veragua y sementales de Ybarra. |
Habrían de lidiarlos el rejoneador Antonio Cañero y los matadores Manuel García ‘Maera’, de Triana (Sevilla); Juan Anlló, ‘Nacional II’, de Alhama de Aragón; y Mariano Montes, de Portillo (Toledo).
Cartel maldito donde los haya, por cierto; ya que Maera fallecería meses más tarde, concretamente el 11 de diciembre, tras haber participado en una corrida a beneficio del Tercio en Melilla, unas fiebres unida a una vieja enfermedad pulmonar se lo llevó por delante. Nacional II, al año siguiente en Soria. Curiosamente no por cornada, sino por un botellazo que recibió el 4 de octubre de 1925, al salir en auxilio de su compañero Emilio Méndez que estaba siendo increpado y vejado en la citada plaza, y al ir Juan a pedir explicaciones al público cruzó golpes con un aficionado, con tan mala suerte que una serie de complicaciones en las lesiones y la dejadez de la autoridad que le tenía preso por esos incidentes hicieron que perdiese la vida. Y Montes el 16 de junio de 1926, en ‘la chata’ de Carabanchel al ser corneado por Gallego, de la ganadería de Florentino Sotomayor.
Pero retornemos en el tiempo y volvamos a las siete de la tarde de aquel tercer día de septiembre del año veinticuatro. Las crónicas cuentan que presidió la corrida el Gobernador interino, el Alcalde y el Primer Teniente de Alcalde, asesorados por el señor Monsera.
Un festejo en el que se cumplió ese viejo axioma que habla de decepción en tardes de mucha expectación. Porque así ocurrió. La plaza registró un lleno absoluto, y solamente D. Antonio Cañero cortaría la oreja del sexto al que, tras rejonear, lidiaría a pie y le daría muerte a estoque. El resto de actuantes se marcharon de la plaza entre pitos y broncas. Llegando incluso Maera a ser multado con 250 pesetas por cambiar, antes de la orden del Presidente, la suerte de varas en el quinto toro. Multa que se negó a pagar, por cierto. Y hubo de salir de la plaza escoltado por dos guardias municipales. La empresa se haría cargo del importa de la sanción para que el espada fuese puesto en libertad y de ese modo poder marchar hacia Barcelona, como tenía proyectado. |
«Un festejo en el que se cumplió ese viejo axioma que habla de decepción en tardes de mucha expectación. Porque así ocurrió. La plaza registró un lleno absoluto, y solamente D. Antonio Cañero cortaría la oreja del sexto…» |
No fue el único incidente que se registró en aquella corrida. El banderillero Garrido, de la cuadrilla de Montes, sufrió un percance al poner los palos en el último. La cornada, que interesó el brazo derecho, atravesándolo de parte a parte, fue diagnosticada como grave al finalizar el festejo, ya que durante el transcurso de la lidia nadie se había percatado de ello.
Ochenta y siete años después la feria emeritense vuelve a contar con un único festejo, también de ocho toros. En lugar de los de Braganza de Antonio Flores Íñiguez, esta vez saldrán por toriles ‘Guateles’ de Arcadio Albarrán Olea, y cuatro toreros de la tierra trenzarán paseíllo a la misma hora que en aquella tarde.
En esta ocasión la plaza, me atrevo a aventurar sin temor a equivocarme, presentará a diferencia del lleno de antaño una pobre entrada. La corrida no ha levantado esa expectación que dicen los papeles que generó aquella otra. Entre otros motivos porque en pleno siglo XXI, el que será conocido como de la comunicación, los anuncios que invitan a asistir al festejo brillan por su ausencia.
Las cosas se pueden hacer de muchas formas, e indudablemente una de ellas es hacerlas mal. Así, por ejemplo, cuando faltan cuatro días para que se celebre la corrida, es casi misión imposible encontrar en Badajoz o cualquier otra población de la provincia un cartel que anuncie el festejo. Incluso me comentan algunos amigos que Mérida tampoco es que esté precisamente empapelada. Tal vez alguien puede pensar que rememorar aquel evento en estas líneas me habrá costado un gran esfuerzo. Todo lo contrario, ya que hasta en tres periódicos distintos de la época, léase La Voz, Heraldo de Madrid y ABC, he encontrado amplia crónica al respecto. Sin tan siquiera tener que acudir al semanario El Toreo, que se editaba por esas calendas. |
«Cuando faltan cuatro días para que se celebre la corrida, es casi misión imposible encontrar en Badajoz o cualquier otra población de la provincia un cartel que anuncie el festejo…» |
Por desgracia, nuestros nietos y bisnietos, dentro de ochenta y siete años no creo que encuentren en tres periódicos distintos, de tirada nacional, crónica de lo que pase el próximo 3 de septiembre en ‘El Cerro de San Albín’.
Habrá quien piense que esto será así porque los toros hoy día no tienen tirón en los medios de comunicación. Sí, pero no. El hecho de que ni los propios organizadores le hayan prestado atención, y de esta corrida hayan hecho un mero trámite para cubrir el expediente, tiene miga; que diría un castizo. Como las tendrá la espalda, que mucho me temo, le van a volver todos los que esa tarde se queden en sus casas, aun toreando un paisano y tres conterráneos, amparándose para ello en mil y una escusas huecas y vanas. Al tiempo…