Antonio Ferrera indulta a ‘Enamorado’ de Dehesa de Calvaches, en una tarde en la que también triunfa su compañero Javier Solís. El público se divirtió con dos toreros en un gran momento de forma.
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Antonio Girol.-
Hacía cinco meses y catorce días que no se vestía de torero en su provincia, Badajoz, para lidiar una corrida de toros. Cinco meses y catorce días de que indultase a un ejemplar de Garcigrande en Olivenza. Y justo después de ese tiempo, Antonio Ferrera volvía a lucir alamares en una plaza pacense para indultar de nuevo a un toro. En esta ocasión de Dehesa de Calvaches, que lidiaba cuatreños por primera vez desde que en 1998 se crease el hierro al amparo de los estatutos de la UCTL.
Había recibido Antonio al Nº. 56, ‘Enamorado’, que así se llamaba el quinto de la tarde, con un puñado de verónicas, que para nada presagiaban lo que iba a venir a continuación. El toro, suelto, sin fijeza en los capotes, fue a encontrarse con el caballo en cuanto le vio aparecer en el ruedo. Y allí, en la puerta de cuadrillas, ejecutó Dionisio Grilo la suerte de varas. Un puyazo cortito, antesala del delirio en banderillas. El tercer par, ejecutado tras un ajustadísimo quiebro levantó literalmente de los asientos a los espectadores del tendido de sol que segundos antes habían recibido el brindis. El público, enloquecido con el espectáculo, pidió con fuerza que pusiese un cuarto par, a lo que Ferrera accedió, y la Banda Municipal volvió a atacar con el pasodoble. |
Antonio, en la boca de riego, citó al toro que se arrancó con fijeza y buen tranco – excelente carta de presentación de lo que luego ocurriría – para reunirse en la media luna justa donde clavar otro gran par, adornado con los papelillos de Extremadura.
Brindó al respetable y dio comienzo una faena hilvanada con el hilo del temple. En la que las series fueron ‘in crescendo’ conforme se sucedían unas tras de otras. De las primeras tandas de derechazos templados lo más destacado fueron los finales de muletazos, dados con relajación y buen gusto. Pero lo bueno, lo de valor, llegó cuando Ferrera se echó la muleta a la izquierda y comenzó a pulsear las cada vez mejores embestidas de ‘Enamorado’. Naturales dictados con la bamba de la muleta dibujando elipsis en el ruedo. Largos, cadenciosos, embarcando a la res desde que se arrancaba, para pasársela por los muslos y llevarla al infinito del brazo. Lentos, dados con mucha hondura. Ejecutados buscando el fin último del indulto. Tal y como ocurrió cuando el torero comenzó a mirar al público en un guiño cómplice buscando el perdón para un toro que había durado una barbaridad, que había sido bravo y noble en la muleta. El Presidente accedió y el pañuelo naranja asomó al balconcillo. Lo había logrado. Un nuevo indulto cinco meses y catorce días después.
Más arroz que pollo.-
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A su primero lo había recibido con dos largas cambiadas en el tercio, prólogo de las verónicas que vinieron después y que abrochó con una media. ‘Entendido’, que así se llamaba el toro, salió con muchos pies, tenía motor y Antonio lo dejó crudo en el caballo para alegrar su embestida en banderillas. Siendo el tercer par, por los adentros, de una belleza y exposición dignas de mención. En los muletazos de tanteo de inicio de faena, al bajarle la mano en el remate, el animal perdió las suyas. Claro síntoma de que estaba en el límite, y aviso al torero de que requería faena de poca exigencia. |
A media altura, y dando tiempos, fue sacándole series de muletazos a la vez que el toro iba perdiendo más gas, hasta empezar a quedarse más corto y tener menos recorrido. Ferrera viendo que la faena decrecía en idéntica proporción al fuelle de su antagonista mandó callar a la Banda y, al perder la cara del cuatreño, se lleva un susto al ser levantado por los aires sin más consecuencias que el arranque de genio, provocado en el torero, para finalizar la faena alegrando con la voz las parvas embestidas que le quedaban al de Dehesa de Calvaches. Lo mató de entera en el rincón y le fueron concedidas dos orejas.
La inteligencia al servicio de la lidia.-
Javier Solís volvía a Villanueva tras abandonar su ruedo en hombros el pasado mayo. Y una vez más se marcha en volandas de una plaza que ha vuelto a ver a un torero de una gran dimensión, y al que las empresas no hacen justicia. Hay por ahí un montón de espadas que finalizan la temporada con cincuenta y tantas corridas en la coleta, a los que Solís les daría clases de tauromaquia cada tarde; y sin embargo se tiene que conformar con cerrar temporada con cinco o seis festejos. Así está esta fiesta…de mal.
Despachó Javier a un primer ejemplar que salió de los chiqueros con algún tipo de descoordinación. El Presidente decidió mantenerlo en el ruedo, a pesar de las protestas del público. Debió entender el Usía que si había tirado al caballo de picar, el astado no podía estar muy mermado de fuerzas…Y se equivocó. A ese ejemplar le puso un gran par de banderillas El Fini – que lleva camino de convertirse en un gran subalterno – y no pudo repetir al ser cambiado el tercio con cuatro palos.
Para extraer faena de semejante colaborador era preciso poseer el don de la inteligencia, y Solís tiene el tarro hasta arriba. Le planteó la faena que el animal requería. Basada no sólo en el temple, que era condición indispensable a la hora de buscar el triunfo, sino también en llevarle siempre en línea recta, para no obligarle más de la cuenta, y así evitar que se derrumbase. De tal forma que acabó extrayéndole tandas en las que llevó al toro muy largo, sin apenas incomodarle, pero toreándole. Que ahí radica la inteligencia del toreo. Con la zurda pulseó muy bien los naturales de figura relajada. Epilogó por bajo, sin molestar, para agarrar un pinchazo hondo que se quedó agarrado, y hubo de necesitar de dos golpes de verduguillo para atronar a ‘Solitario’. Fue premiado con una oreja. |
Poca gasolina.-
El sexto hizo presagiar que estábamos ante otro ejemplar importante, como el indultado. Sin embargo engañó a propios y extraños. Muy en el tipo de El Torreón, el colorado hizo buenas cosas de salida, y Javier lo saludó por verónicas genuflexas, mientras desde la Banda atacaban la pieza ‘San Ginés de la Jara’, patrón de la localidad villanovense, como es tradición en este ruedo en el último de la tarde.
Tras un buen tercio de banderillas, que también quedó en dos pares. Brindó a Lorena y se fue a los medios para ejecutar dos pases cambiados por la espalda, rematados con un colosal del desdén.
Pronto se le terminó la gasolina al toro que encima cantó la gallina nada más verse sometido por la muleta del pacense. Supo aguantarle en el medio, sin que se le fuese a tablas como el animal demandaba, y consiguió sacarle templados muletazos que el público jaleó. El gusto y la relajación fue la tónica dominante de esta última faena, muy bien trenzada, cuyas tandas eran rematadas con vistosidad. Se fue tras la espada y la enterró entera un pelín tendida. Dos orejas irían a parar a su esportón.
Moura Caetano, telonero.-
Abría cartel el luso Moura Caetano, que lidió dos toros de Hdros. de Bernardino Píriz, de distinta condición. Al primero, que salía distraído, le clavó dos rejones, a todas luces excesivo castigo para un ejemplar que galopó de salida y que terminó acusando el par de hierros que llevaba en el morrillo. Tras ese primer tercio, cambió de cabalgadura y a lomos de Artista, puso tres banderillas. Con el castaño Sete colocó dos cortas antes de dejar un rejón caído. Precisó de colocar otro, de ejecución y colocación aun peor que el anterior. Tuvo que descabalgar y hacer uso del estoque de cruceta. Su labor fue silenciada. |
El cuarto de lidia ordinaria, también del hierro de Píriz, manseó de salida. En esta ocasión solo puso un rejón de castigo. Con Xhispa intentó encelar las embestidas del toro, el cual se marchaba a tablas nada más clavar farpas el rejoneador, a pesar del esfuerzo que suponía cambiarlo constantemente de terrenos. Curiosamente el astado, acudía a los capotes de los auxiliares con celo, metiendo bien la cabeza, y repitiendo.
Optó de nuevo por Sete para clavar cortas y rosas, y esta vez acertó a la primera con el de muerte. El empeño y el esfuerzo le fueron recompensados con una oreja.
AL QUITE |
Antonio Girol.-
Ya sé porqué…
Cuando yo era un chaval había un grupo que me gustaba a rabiar, y que me sigue gustando: Ilegales. Banda asturiana, liderada por Jorge Martínez, de cuyos LP, mis amigos más pudientes, me hacían copias en aquellas cintas de cromo que sonaban a latón herrumbroso. Cintas a las que para pasar canciones sin gastar pilas en el walkman dabas vueltas con un boli bic. Quienes, como un servidor, estén empezando ya a peinar canas saben bien de lo que les hablo, ¿verdad? De Ilegales me gustaban todas las canciones: ‘Tiempos nuevos, tiempos modernos’, ‘La Casa del Misterio’, ‘Hombre Solitario’, ‘Me sueltan mañana’ ‘Yo soy quien espía el juego de los niños’… |
Pero, hete ahí, que en el disco que publicaron en 1984 incluyeron un tema que me reventaba tener que escuchar y que a diferencia de hoy día, en que pasas la pista con la inmediatez de un simple toque en el Smartphone de turno o en el mp3 de los que estén más chapados a la antigua, me tuve que tragar en más de una ocasión…Ya saben, darle para adelante chupaba pilas que no veas.
Bueno que me enrollo, vayamos al tema central: la condenada canción. Cuyo título era, ¡atención!, ‘Odio los pasodobles’. Me jodía que no veas, yo que me había criado entre acordes de El Gato Montés, Amparito Roca, Gallito…y tantos otros clásicos que mi admirado José María pinchaba en sesión continua en su Bar Taurino. Escuchar aquella voz tan particular de Jorge, tras el punteo de la guitarra, decir “Cuando oigo un pasodoble sonar me dan ganas de vomitar. Odio los pasodobles, odio los pasodobles, odio los pasodobles…”, me producía salpudillos.
Hoy día, tantos años después, creo tener una explicación de por qué a Martínez y su banda no le gustaban los pasodobles. Estoy seguro que acudieron a alguna plaza de toros y tuvieron que aguantar el tostonazo del pedigüeño, o pedigüeña, que se pasa la corrida entera clamando música. Con su grito desaforado pidiendo que la Banda ataque con su sonar. Sin importarle lo más mínimo qué ocurre en el ruedo en ese momento. Demostrando una total falta de respeto hacía quién se está jugando las femorales, puesto que en lugar de estar pendiente de lo que se cuece en la arena, están más por la labor de exigir la pieza musical que adorne. Gente que en lugar de haber pagado para ir a los toros parece que hubiesen sacado entrada para un concierto. De lo contrario no me explico tanta insistencia. Incluso cuando el torero de turno ha solicitado a la Banda que deje de tocar.
El Disco en que se incluía aquel perverso tema llevaba por título: ‘Agotados De Esperar El Fin’. Algo similar a lo que me sucede a mí con la impertinente costumbre de pedir, a grito pelado, que suenen, a destiempo, los pasodobles.
GALERÍA GRÁFICA de GALLARDO |
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GALERÍA DE CUADRILLAS. FOTOS: GALLARDO. |
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OTRAS IMÁGENES. FOTOS: GALLARDO. |
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