Alejandro Talavante corta tres orejas en la primera corrida de Olivenza y abandona la plaza en hombros junto a Morante de la Puebla, que corta dos. Miguel Ángel Perera fue fuertemente ovacionado.
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Antonio Girol.-
Como si de un espectador más de los que agotaron el papel; las nubes, panzonas y negras tampoco quisieron perderse la corrida de más expectación de las anunciadas para este serial de 2011 en Olivenza. Y además, llegaron como esos malos aficionados que a última hora, cuando los toreros parten plaza para saludar al usía, intentan acceder a su localidad molestando a los que ya ocupan su asiento.
De ‘Utrerito’, el primer ‘cuvillo’ que saltó a la arena oliventina nadie se acordará. Normal. Primero por su desrazada condición. Pero sobre todo porque muy pocos tuvieron tiempo de fijarse en la faena que le estructuró Morante entre un intenso aguacero. Ese tiempo que medió entre que Morante inició la faena de muleta doblándose con el toro y hasta que agarró la estocada, estuvo por entero dedicado en abrir paraguas, buscar el chubasquero, colocárselo, huir en busca de refugio…Tan desapercibida resultó la faena que casi nadie se percató del esfuerzo que hizo el de La Puebla por intentar sacar lidiar al rajado Utrerito en medio de la cortina de agua. Y llego a esa conclusión porque nadie; bueno más bien muy pocos agradecieron con algunas palmas el tesón que demostró Morante. Síntoma claro de cómo venía de mentalizado, tal y como se pudo comprobar en el cuarto.
Pero antes de que saltase a la arena ese toro, Alejandro Talavante había cortado la primera oreja de la tarde por una faena de aroma a frijoles y chile, o lo que es lo mismo con sabor mexicano a un toro burraquito de buena condición, al que Alejandro recibió de salida con tres verónicas a pies juntos que enlazó con chicuelinas. Inició Talavante la faena de muleta recordando esas imágenes americanas que durante el invierno han sido sustento de ayunos aficionados. Aprovechó perfectamente el pitón derecho del animal y le enjaretó un par de series en redondo que pronto llegaron a los tendidos. |
Sin embargo, en esta faena primó más el toreo de recursos que el toreo fundamental. Agarró una estocada entera y se le pidió la oreja que le fue concedida por la presidencia.
Cuando hubo terminado Talavante de pasear el trofeo conquistado las nubes caminaban veloces para el este y la tarde se tornó agradable, e incluso un tibio sol se sumó a la fiesta. Erraron aquéllas y acertó éste porque lo mejor de la tarde estaba a punto de llegar. Morante abrió su capote, bajó los brazos, metió la barbilla en el pecho y las verónicas se sucedieron cadenciosas y lentas para acariciar la embestida del cuarto. Un toro que tenía mucho que torear y al que entendió perfectamente el sevillano haciendo incluso que pareciese mejor de lo que en realidad fue. Antes les hablé de la disposición de Morante, y esa disposición se hizo patente en cómo dirigió la lidia durante el tercio de banderillas, hasta el punto que prácticamente le colocó el toro a ‘El Lili’ para que clavase el primer par. Lo que vino después fue una cátedra de toreo. |
El recuerdo que por estas tierras había de José Antonio se remontaba al pasado San Juan – ya que en Zafra no tuvo material para su orfebrería taurina – cuando cinceló una de las mejores faenas que se le recuerdan. Sin embargo, la de hoy, no ha sido tan brillante pero sí más maciza que aquélla. Principalmente porque este toro ha tenido más teclas que tocar que aquél. Y Morante, desde su magisterio, ha sabido perfectamente pulsarlas. A base de poderle, de exponerle y de aguantarle lo fue metiendo en el canasto y haciéndolo a su modo y forma de entender la tauromaquia, hasta llegar al punto de una vez suficientemente amasado, conseguir hilvanar series de naturales para el recuerdo. Enfrontilado, dando el pecho, recordando, que no copiando, a Manolo Vázquez con su toreo de frente, porque estos tienen sello propio, sobre todo a la hora de rematarlos en la cadera. Más rotundo que nunca a la par que pinturero en los finales de series como aquel desplante que flotando en el ambiente quedó prendido de las retinas de los aficionados, que con embeleso jaleaban la hondura de cada pase. Pinchó al primer intento, para después dejar enterrado el estoque en lo alto. Delirio en los tendidos y dos orejas al esportón.
Quién no ha tenido ni el menor atisbo de suerte ha sido Miguel Ángel Perera que ha sorteado el peor lote y encima las adversidades le han venido de frente. En su primero se topó con el me quito o me pongo el chubasquero, abro o cierro el paraguas, porque los coletazos del aguacero aún estaban presentes. Anduvo muy firme con el capote, sobre todo con el quite por gaoneras que instrumentó en plena boca de riego. Sin embargo, alargó en demasía el último tercio, y por medio hubo hasta un desarme que rompió el hilo conductor de la faena. Que había iniciado con el pase marca Perera, o lo que es lo mismo el cambiado por la espalda. Ajustadísimo que llevó el ay a los tendidos. No acertó a matar a la primera y tuvo que conformarse con escuchar una ovación que correspondió saludando desde el tercio.
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Y en el quinto la mala suerte vino de nuevo a su encuentro al estrellarse el animal, de salida, con un burladero y partirse el pitón derecho por la cepa. El sobrero, del mismo hierro que su hermano, no tuvo transmisión alguna motivado por la escasez de fuerzas que poseía. Aún así Miguel Ángel tiró de técnica e intentó sacar algunas tandas meritorias, pero siempre a media altura con la dificultad que ello entraña para llegar a los tendidos. Mató igual de mal que anteriormente y volvió a escuchar otra ovación de reconocimiento a su esfuerzo.
Quedaba el último y con él la esperanza de que Talavante acompañase a Morante en la salida a hombros. Alejandro tuvo la suerte de cara, y en su lote cayó el mejor toro del encierro. Bonito de lámina, acapachadito de cuerna, el colorao que hizo sexto tuvo motor y ganas de coger la muleta. Anduvo listo Talavante y le presentó rápidamente los engaños con la distancia precisa para que el animal se desplazase deslizándose por la tela hasta rebosarse. Caló esa forma de embarcar las embestidas entre el público que jaleó las tandas de derechazos, largos y armoniosos, junto con los templados naturales. Inteligentemente supo cortar la faena al primer atisbo de rajada del animal y agarró una media que mandó al toro para el desolladero sin las dos orejas que paseó el pacense, minutos antes de que fuese izado en hombros junto a Morante, para ambos abandonar el coso oliventino por su Puerta Grande.
AL QUITE |
Francisco Santana.-
ALGO TENDRÁ EL AGUA…
¡Algo tendrá el agua cuando la bendicen! Por lo pronto la que cayó ayer durante la lidia de los dos primeros toros a punto estuvo de llevarse por delante un festejo que había despertado una expectación acorde con la calidad del cartel anunciado. Afortunadamente dejó a tiempo para que pudiésemos deleitarnos con el toreo cofrade de Morante y la nueva deriva taurina de Talavante. Pero sí que pongo en su debe – en el de la puñetera lluvia – que nos robó dos toros y, casi con toda seguridad, que el tercero en discordia (Miguel Ángel Perera) también hubiese triunfado.
Hablaba yo al inicio de qué tendrá el agua cuando la bendicen, que es también una expresión utilizada para mostrar confianza ante algo o alguien a pesar de que la desconfianza que en algunos pueda existir. Y eso ocurre con Talavante. El torero que más puertas grandes ha perdido por la espada, al menos de lo que están actualmente en el escalafón, y sin embargo, esta circunstancia que ha sido la sepultura de grandes maestros, en Alejandro no tiene esta consecuencia, afortunadamente. Y eso es precisamente por la rotundidad con que Talavante torea con su muleta, que encandila a las aficiones hasta el punto de mantenerse en lo más alto año tras año.
Tiene además el extremeño otra virtud y es una personalidad propia que está saliendo a flote para alegría de los que siempre confiamos en él y nos batimos el cobre defendiéndole de los que le acusaban de copia tomasista. Alejandro, a su poderosa y templada mano izquierda ha sumado este invierno unas gotas de elixir mexicano que adornan aún más su toreo, hasta hacerlo más atractivo para el espectador, que en Olivenza pudo observar de primera mano que a poco que empiece a matar bien sus toros, como ayer, todos esos triunfos merecidos que se han ido evaporando a lo largo de su carrera se materializarán de lleno, callando a su vez aquellas bocas que con tanto ahínco han arremetido contra un torero distinto y personal.
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