El Juli siente cátedra en el festival taurino celebrado en Olivenza al cortar un rabo de un buen toro de Garcigrande. Espartaco se lleva dos apéndices y el resto de actuantes pasean una oreja por coleta.
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Antonio Girol.-
Amenazaba lluvia y los peores presagios – la suspensión – se cernían sobre la plaza de toros de Olivenza, que abría sus puertas para acoger el II Festival Taurino a beneficio de la Santa Casa de Misericordia. Institución que acoge a ancianos desfavorecidos y que en la recaudación de esta tarde tenían depositadas sus esperanzas. Las inclemencias del tiempo, que invitaban a no acudir hasta el coso oliventino ,han tirado por tierra las ilusiones depositadas en este evento, al que sólo han acudido la mitad de los que se esperaban.
De tal forma que con un piso de plaza en bastante mal estado –por las lluvias de la noche anterior y la llovizna que había caído durante la mañana – salían al ruedo para hacer el paseíllo Leonardo Hernández, a caballo, junto a Espartaco, Víctor Mendes, El Juli, Talavante y Posada de Maravillas.
Lo más destacado de la tarde, sin duda alguna, ha sido la faena de El Juli, al cuarto, un novillo-toro del hierro de Garcigrande, que ha sido de largo el mejor del encierro. Y que ha encontrado, primero en los lances de recibo del de Velilla, y después en su muleta, la horma necesaria para embestir con motor.
Quitó Julián por ceñidas chicuelinas e incompresiblemente el público pitó pidiendo al matador que pusiese banderillas, cuando el madrileño hace años que no es actor principal del segundo tercio. Sin embargo aquellos pitos pronto se tornaron en olés roncos y sinceros cuando se echó la muleta a la diestra, tras los ayudados por alto con que prologó la faena, y comenzó a torear de forma ligada en redondo, barriendo el mojado albero con más de la mitad de la bamba de la muleta, cimbreando la cintura para alargar cuanto más mejor la embestida del astado, al que echaba los vuelos al hocico y lo traía enganchado por un hilo invisible. |
Probó por el izquierdo y tuvo que tragar un par de miradas y un intento de colada, sin embargo, a base de perseverancia, de dejarle siempre la muleta en la cara y llevarle muy tapado, también consiguió meter a la res en el canasto. Hacía ya un rato que la Filarmónica de Olivenza interpretaba, no por casualidad, Gallito. Y si bien es cierto que el pasodoble que compusiese el maestro Lope no estaba dedicado al gran José, sí que ha perdurado en el tiempo a su memoria. Hago este paréntesis porque Julián es una constatación de lo que fue aquél rey de los toreros, poderoso, mente privilegiada, niño prodigio en su día, hoy maestro de maestros…Los circulares normales e invertidos en un palmo de terreno, más que girando talones, llevaron el frenesí a la grada, que tras el volapié certero que terminó con la vida del noble y buen toro de Garcigrande, le pidió hasta conseguir los máximos trofeos.
Leonardo abría cartel y desoyendo consejos decidió tirar para adelante jugándose su vida y la de su cuadra. Por chiqueros salió un ejemplar de Luis Terrón, que ya de principio evidenció el poco juego que iba a dar. Reservón, sin celo alguno, fue parado por Leonardo en círculos a lomos de ‘Cairel’, con el que dejó dos rejones de castigo en lo alto del morrillo del astado, que al sentir el segundo de los hierros pegó un arreón dando a entender cuál iba a ser su juego en banderillas. |
En este tercio, Leonardo, comenzó con ‘Templario’, regalo de Pablo Hermoso, rejoneador que curiosamente sustituía esta tarde. Un caballo castaño oscuro, encintado en verde y blanco, nada más y nada menos que hijo de ‘Mazzantini’ y nieto de ‘Cagancho’. A pesar de lo mucho que expusieron jinete y montura y de tener que llegar mucho a la jurisdicción del toro, éste no terminó por acometer, obligando incluso a un rejoneador tan seguro como Hernández a tener que dar varias pasadas en falso, para posteriormente colocar dos banderillas marcando mucho la batida al pitón contrario. Cambió de caballos y optó por uno más veterano, OH31, tordo en fase blanca, con el que buscó encelar la embestida de la res, consiguiendo templar los arreones de este primero de la tarde. La faena estaba discurriendo entre la frialdad inicial y la que había en el ambiente húmedo, lo que motivó al rejoneador extremeño a buscar caldear el ambiente con ‘Charope’, tordo rodado, especialista en acortar distancias y llegar mucho a los toros, para colocar cortas. Y a diferencia de otras ocasiones declinó matar con este equino, eligiendo para el útlimo tercio a ‘Nerón’.
A esas alturas el piso estaba cada vez más resbaladizo, motivo por el cual el caballo de Leonardo Hernández perdió las manos y cayó delante de la cara del toro cuando éste despachaba el enésimo arreón. Producto de esa embestida reservona que llevaba en sus entrañas el de Terrón aprovechó que tenía presa fácil para encelarse con la cabalgadura, costando a las cuadrillas Dios y ayuda sacarlo de allí. Afortunadamente no hubo que lamentar percance alguno, ni del rejoneador ni del caballo, y volviendo a la cara del toro dejó el rejón de muerte en lo alto, teniendo, no obstante, que rematar con el estoque de cruceta. |
‘Nerón’ fue despedido con una atronadora ovación que se transformó en pitos para la res cuando iba camino del desolladero sin la oreja que había cortado Leonardo Hernández.
En segundo lugar salió uno de Gavira, terciadito y con poca fuerza. Lo lanceó Espartaco con suavidad a la verónica. Una tanda le costó al de Espartinas tomarle el pulso a la embestida del ‘gavira’. En esa tanda inicial perdió las manos, y ya nunca más volvió a doblarlas porque encontró en las de Juan Antonio el antídoto ideal para su falta de fuerzas: el temple. Sí, porque los otrora cabellos rubios, ahora pintados en plata no han borrado ni un ápice de su memoria la capacidad para templar las embestidas.
Esa capacidad que le llevó a ser el líder de los toreros durante dos décadas. La faena, medida, a la altura necesaria, suave, con el ritmo preciso para pulsear las embestidas, tuvo por ambos pitones temple para dar y regalar. Supo el público entender la labor, casi de enfermero, que había llevado a efecto Espartaco que tras la estoca entera, ligeramente desprendida, y el golpe de verduguillo, le premió con las dos orejas de un novillo que, gracias a su lidiador, escuchó palmas cuando le arrastraba el tiro de mulillas. |
Si el de Gavira había estado terciado, el cinqueño tercero, con toda la barba, de Zalduendo que le correspondió a Mendes tenía hechuras y cuajo para algo más que un festival con picadores. Engañó el toro de salida por su movilidad y tras las verónicas de recibo, Victor, le llevó al caballo con chicuelinas al paso. Sin embargo, en banderillas, tras un primer par de dentro a fuera, apretó lo suyo cuando el portugués le dejó el segundo en todo lo alto y fue a coger el olivo, poniendo en un aprieto al maestro de Villafranca de Xira.
Brindó a sus compañeros de cartel y acto seguido se dobló, acertadamente, con el toro para doblegar el genio que tenía el animal. Ya en el centro del ruedo le enjaretó varias series de derechazos, con mucho mando y poder, llevando el toro muy largo y exigiéndole en cada viaje. Al menor atisbo de luz que dejó Mendes en su muleta el animal huyó a tablas y allí tuvo que terminar la esforzada faena a base de plantarle cara en las querencias. Mató tras dos pinchazos y le fue concedida una oreja. |
Está siendo esta temporada una de las mejores de Talavante, en cuanto a variedad, serenidad en su toreo y exquisito temple. Por chiqueros había salido un ejemplar de Núñez del Cuvillo al que lanceó por verónicas, para más tarde quitar por saltilleras. Inició la faena de muleta por medio de estatuarios en el centro del ruedo, rematados con un pase del desdén muy pinturero. Acto seguido se echó la pañosa a la izquierda y comenzó a tirar del toro al natural, de forma muy templada, casi se podría decir que con mimo.
Entendió perfectamente a su oponente y le dejaba los tiempos que el animal requería para reponerse del esfuerzo, de tal forma que pudo enjaretar también faena muy templada por el derecho, para acto seguido, por medio de un cambio de mano majestuoso, continuar toreando al natural, exigiendo mucho al de Cuvillo, que terminaría buscando el abrigo de las tablas. Epilogó por medio de manoletinas y tras dos pinchazos sin soltar, la cruz de cada día de Alejandro, dejó media estocada que precisó de un golpe de descabello. También paseó un trofeo. |
Y cerraba cartel el becerrista Posada de Maravillas, alumno de la Escuela de Tauromaquia de Badajoz, torero de estirpe, que maneja el capote como se espera de un Posada, y que aunque con cuentagotas, dada la embestida con la cara a media altura del eral de Píriz que le correspondió, pudo dejar algunas verónicas dignas de recuerdo.
Sin embargo donde de verdad ha dejado fases para la memoria ha sido con la muleta, siempre citando desde la distancia que el animal precisaba por su tranco, le echaba los vuelos para embarcar las embestidas con la figura erguida y componiendo mucho el gesto. Faena en la que ha demostrado que le funciona la cabeza, como reza su nombre en los carteles, de maravilla, en este caso en singular. Además, sabe cruzarse al pitón contrario, lo cual le lleva a ligar muy bien los muletazos dados con la lentitud y cadencia necesaria para que salgan desmayados y mayestáticos. |
El cierre de faena por medio de ayudados por bajo fue digno de ser alabado en esta crónica. Mató de entera e incompresiblemente encontró la dureza presidencial que sólo le concedió una oreja.
AL QUITE |
Honor y gloria
Antonio Girol.-
Mientras observaba las cenicientas nubes que con sus ubres repletas de lluvia iban difuminando en lontananza el firmamento, me preguntaba qué mueve a un hombre a jugarse la vida, por muy afeitados que estén los pitones de los astados a lidiar en los festivales taurinos, en una tarde de agua. ¿Honor? ¿Gloria? Eso es entendible cuando refulge el oro en sus taleguillas, con la responsabilidad extrema por bandera, tardes de las llamadas a cara de perro en ruedos de importancia…pero, un nueve de octubre, con la temporada dando su último aliento, con un piso embarrado que a la carrera a recibido mimos y atenciones en forma de un manto seco que cubrir las cicatrices que dejase la pasada noche, ¿puede haber ese honor y esa gloria? Sin lugar a dudas sí la hay, por mucho que haya sectores, interesados, en negar la mayor a la fiesta.
El toreo, así a secas, sin más aditamento ni imposturas, se ha caracterizado siempre por su solidaridad para con el desfavorecido. Compañeros caídos en la arena que tuvieron que dejar su tributo de sangre al Dios de la Tauromaquia. Niños enfermos que precisan de una urgente dádiva monetaria para encarar la cura. Catástrofes de todo tipo, por agua, fuego o devastación de la furia con la que, de cuando en cuando, la tierra nos azota desde sus más recónditos confines… Y así podríamos seguir hasta hacer esta lista interminable.
Esa generosidad hacia el prójimo ha quedado siempre patente con una profusión y una plétora que ningún otro oficio o arte han podido igualar. Por eso, es fácil de entender que a expensas de sufrir un accidente, máxime cuando el piso de plaza estaba cogido con pinzas, una serie de hombres pusieran en juego, esta tarde en Olivenza, su vida a cambio de regalar lo que mejor saben hacer: hacer felices a la afición toreando, por una buena y noble causa. Con el firme propósito de permitir que el día a día de un grupo de ancianos sea más llevadero, un grupo de personas mayores que no cuentan más que con la caridad de sus semejantes.
Por eso, cuando me encaminaba hacia la plaza, mirando de soslayo para el cielo, sabía que tendrían que caer chuzos de puna, como vulgarmente se dice, para que aquellos seis hombres, junto a sus cuadrillas, no trenzasen el paseíllo. Tal y como hicieron cuando habían pasado unos minutos de las cinco de la tarde, para honra y gloria de la fiesta.
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