ZAFRA - Corrida de rejones

Lluvia…de toreo a caballo

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Todos a hombros de los capitalistas. (FOTO:Gallardo)
Todos a hombros de los capitalistas. (FOTO:Gallardo)

Tiempo desapacible en la última de la feria de Zafra. Un festejo de rejones que daba la oportunidad de vislumbrar, por la vía de la sustitución, a dos jóvenes hijos de rejoneadores que han demostrado que la cantera está bien nutrida, al igual que el recuerdo del pasado siempre está presente en la figura del maestro Moura.

LA FICHA

TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Luis Terrón, reglamentariamente despuntados. De correcta presentación, excelente el primero con son y clase y el sexto, el resto se dejaron.

REJONEADORES:
– Joao Moura , dos oreja y oreja .
– Moura hijo, oreja  y oreja.
– Leonardo Hernández, oreja  y dos orejas.

INCIDENCIAS: Algo más de media plaza. No paró de llover desde el segundo toro hasta el final. Presidió Manuel Lucia.

 

GALERÍA GRÁFICA de Gallardo
AL QUITE
Aquel niño Moura
OTRAS IMÁGENES de Gallardo


Pedro Pablo Gallardo.-

Había que ser, o muy valiente. o muy aficionado, o ambas cosas a la vez, para aguantar, sentado bajo la lluvia, en los asientos de la plaza de Zafra. Sin embargo, los que han hecho ese ejercicio de afición han podido disfrutar de una interesante tarde de rejones. En la que los tres actuantes han demostrado con creces el porqué de su inclusión en el cartel, tanto el veterano cavaleiro portugués Joao Moura, como los que entraron por la vía de la sustitución, el joven Moura y Leonardo Hernández, que han conseguido tapar con nota el hueco dejado por las dos máximas figuras del rejoneo actual.

Joao Moura, padre, ha demostrado una vez más que ese poso de temple que siempre caracterizó a su toreo no le abandonará mientras tenga fuerzas suficientes para subirse a un caballo. La faena al primer toro de la tarde ha rebosado temple desde el primer al último galope de sus cabalgaduras. Rememorando en los veteranos aficionados que acudieron a la cita recuerdos con solera. Y es que la faena, redonda, templada, clásica y académica de Moura a un enclasado toro de Terrón, de  rítmica embestida, tuvo siempre la virtud del cite dando los pechos, enfrontilado, para clavar al estribo, como mandan los cánones.

Joao Moura demostrando la pureza de su toreo en el embroque. (FOTO:Gallardo)

Las cortas terminaron por embelesar al público que se entregó por completo, pañuelo en mano, solicitando las orejas tras el rejonazo que supuso el atronamiento del astado.

El cuarto no tenía tanta clase como el primero, lo que provocó que no pudiese repetir una faena tan maciza como la vivida en el toro que abrió la tarde. A este animal, más complicado y difícil,  le enjaretó una faena muy técnica, rematada con el descabello, que le supuso una oreja más que sumar a su esportón particular.

Banderilla a la grupa del menor de los Moura. (FOTO:Gallardo)

Estábamos aún paladeando la sensacional faena de Moura a su primero cuando las nubes que encapotaban el firmamento quisieron hacerse presente en la tarde rompiendo a llover. Era la hora de ver al discípulo tras la actuación del maestro. Y si bien es cierto que Moura hijo buscó calentar el ambiente a través de la fórmula magistral de su padre, la ejecución no fue todo lo perfecta que en su progenitor, unas veces por no encontrar el ajuste necesario y otras por la reunión de los palos.

Sin embargo la idea es similar, siempre de frente, cargar la suerte y templar de costado. Lástima que la lluvia, los paraguas, chubasqueros y demás zarandajas jugaron también en contra del menor de los Moura a la hora de pedirle con fuerza los trofeos. Aún y así, se llevó un apéndice de cada uno de su lote.

Y hablando de hijos, el tercer actuante, que sustituía en este caso a Pablo Hermoso de Mendoza, lleva camino de superar con creces al padre. Me estoy refiriendo a Leonardo Hernández, llamado a marcar época en el toreo a caballo, sobre todo por la excelsa faena que ha enjaretado al sexto astado de la ventosa tarde que epilogaba la feria segedana. Sinceramente mereció la pena aguantar viento, frío y lluvia a partes iguales con tal de poder apreciar la excelente doma, la pureza y el clasicismo de su toreo. Le funciona la cabeza a la mil maravillas y prueba de ello es la capacidad que tiene para templar, mandar y buscar las distancias exactas, tanto para ir al embroque como para ajustarse en la reunión. Y todo ello administrado desde un afán de superación digno de elogio y una afición desbordante que termina irremisiblemente por transmitirse a los tendidos.

Leonardo Hernández yéndose de frente a la cara del toro. (FOTO:Gallardo)

Prueba de ello es que nadie abandonó su localidad y eso que en el sexto el que más y el que menos ya estaba empapado, algo que dice mucho, y bien, del candidato perfecto a romper la dupla que hoy día manda en el rejoneo. Pero esa será otra historia que contaremos en la próxima temporada porque hoy se ponía punto y final a una temporada pacense a la que le quedan un par de festejos menores para echar el cierre.

 


AL QUITE

Aquel niño Moura

Antonio Girol.-

La irrupción en el rejoneo de un barbilampiño cavaleiro portugués, allá por la mitad de la década de los setenta de la pasada centuria, supuso un soplo de aire fresco en el arte de Marialba, que agotaba los últimos sorbos de aquello que dieron en llamar ‘Los Cuatro Jinetes del Apoteosis’ y los ecos cada vez más lejanos de Cañero’s y Nuncio’s.

Aquel jovencito, montado sobre su caballo Ferrolho armó tal alboroto en la madrileña plaza de Las Ventas que,  rápidamente, recibió el apelativo cariñoso de Niño, antepuesto a su apellido, quedando para siempre para el recuerdo como el Niño Moura.

Un niño que trajo al rejoneo la particularidad de hacerlo toreo, ya que innovando suertes desde la tradicional pureza de la escuela portuguesa, donde el ir de frente a los embroques, con una leve batida al pitón contrario, es dogma de fe, sumó la revolucionaria forma de entender el arte mucho más allá que el simple clavar y pasar, llevándolo a cotas mayores como han sido, desde entonces y hasta ahora, la preparación de las suertes, la prolongación de las embestidas, los  remates toreando despacio y templando con el  galope de costado, en lo que fue precursor y maestro, entonces y hoy.

De aquel niño vinieron muchos más que quisieron imitar al de Monforte y copiaron y agrandaron sus formas hasta el punto de que hoy el rejoneo no sería lo que es sin su decidida aportación, que deparó en un ramillete de toreros a caballo que han bebido de su fuente.  Y lo más importante, que han conseguido que la afición por este tipo de corridas vaya en aumento, consolidándose en todas las ferias por el tirón de taquilla y lo que es aún más meritorio, con un público cada día más entendido que mide a los de a caballo como lo hace con los de a pie.

En todo ello tuvo que ver aquel niño Moura, revolucionario en su día, hoy catedrático a caballo.

 


GALERÍA GRÁFICA de GALLARDO

Carrusel en el centro del ruedo segedano.

Moura con el rejón de castigo.

La formás más clásica de clavar: 'al estribo'.

Marcando mucho la batida en el cite de frente. Templando a dos pistas. Con un pero, demasiada espuela

Dejándose llegar mucho al toro a la hora de clavar.

Y también a la hora de la muerte. Justo premio a la pureza de su labor. Moura hijo parando de salida a su antagonista.
Citando de frente por medio de la  levada. Abréndose en semicírculo para dejar la farpa. Gustándose en el adorno y el caballo torerando con los pechos y la mirada.
La levada del menor de los Moura para encelar a la res. Oreja bajo la lluvia. Leonardo sujetando al toro en círculos concéntricos.
Apurado en tablas tras el arreón del toro. Dejándose ver... Dando el pecho y la cara para dejar al toro en suerte.
El violín con las cortas de Leonardo Hernández. Yendo de frente, marcando los tiempos... ...para clavar en lo alto.

 


OTRAS IMÁGENES de GALLARDO.

Rompió a llover en el segundo y hubo que buscar refugio. Distintas formas de guarecerse de la lluvia. Parapetados con los paraguas...a disfrutar de las pipas, los ganchitos y los rejones, claro.
Antonio Castañares, al pie de la noticia sin importar más nada que la información taurina.

Diego Ventura en cabestrillo acompañado de su pupilo Francisco Palha, triunfador en Mérida.

La saga de los Hernández: hijo, primo, padre y tío.

Francisco, Francisco Jr. y María Luisa, excelentes aficionados al caballo.

En perfecta formación de revista. José y Rabiza bien pertrechados para combatir el agua.
La familia García, fiel a su cita anual con los rejones. Los de La Puebla de Sancho Pérez no se pierden ni las de rejones. Los valencianos aguantaron el chaparrón estoicamente.
Paco Ojeda, maestro a pie y a caballo, envuelto en celofán.