Roberto Gallardo tenía un sueño, ser matador de toros. Y en la víspera del día de Santiago le fue concedido. Finito fue su padrino, El Cordobés su testigo. Y su pueblo, Villanueva de la Serena, dio fe del acontecimiento llenando las gradas. Fue la culminación de muchas horas de desvelo.
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GALERÍA GRÁFICA |
AL QUITE
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Pedro Pablo Gallardo.-
Al final, el destino se salio con las suyas y Roberto Gallardo, ya es matador de toros. Lo hizo de manos de Finito de Córdoba y como testigo Manuel Díaz El Cordobés, ante un toro de Torrenueva y en la plaza de su localidad, Villanueva de la Serena.
Y lo consiguió porque era justo, porque se lo merecía, porque un hombre que lleva toda una vida dedicada al toro tenía que saborear ese momento, porque es un ejemplo de vida y porque cuando deseas algo con toda tu alma y te esfuerzas por conseguirlo, al final logras tu meta. Y ello fue posible gracias a un empresario (Francisco González Carrasco) con sensibilidad, que le dio la oportunidad de hacerlo y además, en su pueblo. Rodeado de los que más le quieren y conocen del esfuerzo y amor que Roberto le lleva entregado al TORO.
El resultado fue un tanto agridulce, ya que Gallardo apenas pudo desarrollar ese toreo que él siente.
Con su primero, se pudo estirar con el capote y dejo detalles como la media, de mucho gusto, con la que abrochó el recibo capotero. Al quitar al toro del caballo perdió pie y fue cogido y volteado de manera fea, por suerte sin consecuencias, por lo que pudo recibir los trastos de manos de Finito para doctorarse y cumplir el sueño de su vida. El toro exigía estar asentado, cruzado, tiempo, buscarle las distancias y toques firmes con la muleta y no siempre lo encontró, no dejando sentirse a gusto al nuevo toricantano, que consiguió algún muletazo suelto, pero no para redondear la faena, con la espada anduvo flojo. |
El sexto, muy en el tipo de ‘cebada gago’, sangre que tiene esta ganadería, demostró desde el recibo de capote que le iba a costar un mundo pasar por las telas y puso cara su lidia. Con un toro tan reservón, que medía una barbaridad y arreaba cuando le tenía cerca, no era fácil estar delante y menos cuando se ha toreado tan poco. Pasó el nuevo matador un mal rato y no consiguió acoplarse, ni confiarse para poder rematar la noche de manera más exitosa, con la espada, esta vez anduvo mal, muy mal.
De Finito, ¿qué puedo decir? Diré algo que todos ustedes ya saben, que es un torero con un gusto y una elegancia natural que hace el toreo de una manera muy fácil y estética. Con su primero, un toro bajo y gordo nos enseñó un poquito ese capote tan maravilloso que siempre tuvo y con la muleta inició el trasteo doblándose a media altura y ayudándolo a embestir. |
Poco a poco, sin molestar al toro, fue sacándole tandas por ambos pitones de mucha plasticidad y cadencia. El animal encontró la muerte en las tablas, donde se había ido marcando su condición, gran estocada y dos orejas.
El cuarto fue muy soso, con poquita fuerza, Finito estuvo aseado e intentó por todos los medios poder enjaretarle una faena que llegase al tendido, sin embargo, la condición ya advertida de la res hizo que el muleteo del torero cordobés no pudiese coger vuelo.
El Cordobés, tiene no uno, sino varios doctorados en marketing, de ahí esa capacidad innata en saber vender muy bien lo que hace, y ¡ojo!, que no es poco.
En el tercero, dejo buenos lances con el capote y ya con la franela estuvo muy inteligente. El animal, que se abría en cada muletazo y buscaba las tablas, encontró siempre la muleta puesta para ir tirando de él y de esa forma conseguir buenas tandas por ambos pitones, al final de la misma y con el de Torrenueva ya refugiado en los adentros, sacó su repertorio habitual y puso a la plaza a sus pies, consiguiendo cortarle las dos orejas y rabo. |
La vuelta al ruedo es para analizar, atendió a todo el mundo, haciéndose fotos, firmando autógrafos, aquello duró una eternidad, quizás demasiado, pero la gente va a verlo entre otras cosas por eso y él les da lo que la gente quiere. Un tío listo.
El quinto fue otra historia, el toro salio fuerte y recibió un gran puyazo, alto de cruz y más bastote, embistió con la cara muy alta, quedándose muy corto en la muleta y El Cordobés tuvo que exponerle mucho, cruzarse, tocarlo fuerte y aguantarle miradas y parones para extraerle muletazos limpios, volvió a matar bien y recibió las dos orejas.
En las cuadrillas hay que destacar el tercio de banderillas de El Chano en el quinto y un gran par de Miguelín en el que hizo sexto.
Ni que decir tiene que el público estuvo muy cariñoso y arropó en todo momento a su paisano, si bien, para éste que escribe, faltó un punto de afición para hacerle salir a saludar al romperse el paseíllo.
Gran detalle de parte de Finito y El Cordobés que desistieron de salir a hombros, y junto al nuevo matador Roberto Gallardo, salieron a pie entre una fortísima ovación de los asistentes.
AL QUITE |
La aspiración de un sueño
Antonio Girol.-
Dicen que todo el mundo tiene en esta vida una ilusión. Unos de comprarse un gran coche. Otros de casarse. Los hay incluso que sueñan con que les toque la lotería. Y luego están esos locos que lo hacen con pegarle cinco o seis muletazos, sentidos, hondos, sinceros, a un toro. Entre estos últimos se encuentra Roberto Gallardo, un joven villanovense, que casi cuando sonaba la campana ha encontrado aquello que soñase en la soledad de las noches malagueñas, en las que el batir de las olas en la arena de la playa traía el rumor de adormideras nanas hasta su casa.
Roberto, que casi a la vieja usanza, lanceó, entretanto se ganaba el pan, bureles invisibles con un saco de cemento, mientras taurinos de veguero en ristre iban minando su moral, recibió anoche, mucho más que una alternativa. Recibió el calor de sus paisanos que, olvidándose de la crisis, pasaron por taquilla para arroparle, como se arropa al novio que va a casarse o a la viuda que sigue al cortejo fúnebre desde su casa a la Iglesia. Así, uno tras otro, cerca de tres mil amigos fueron sentándose ante el altar de la tauromaquia para que ver, in situ, de primera mano, cómo un paisano,un compañero de pupitre en la escuela, un colega de trabajo, en definitiva un amigo, era investido matador de toros.
Y ese sueño se cumplió justo, como diría alguno de los sinceros hombres de campo, baqueteados de sol de Vegas Altas, que sentados en la dura tabla de la portátil recordaban sus andanzas infantiles por Villanueva, cuando iban a dar la media para las once de la noche.
De la califal Córdoba habían acudido al reclamo dos maestros. Los dos con lazos comunes con el toricantano. Uno por su trazo estilísta. Otro, por su duro pasado, de honrado trabajador, como él.
Luego las cosas no salieron tal y como uno las sueña. Suele ocurrir. El toreo es ante todo oficio y la ausencia de éste suele acarrear dudas, nervios, inseguridades, que aparecen como figuras fantasmagóricas en el ruedo cuando a solas te quedas con la muerte de testigo de tu obra.
No le rodaron bien las cosas al novel matador. Pero si de algo puede sentirse orgulloso es de que su vieja aspiración por fin se ha hecho realidad, ahora toca seguir alimentando otros sueños. Enhorabuena, matador.
GALERÍA GRÁFICA de GALLARDO. |
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