Antonio Ferrera ha salido por la puerta grande de la plaza de Jerez de los Caballeros al cortar tres orejas. El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza sólo pudo lidiar al primero de su lote al resultar contusionado por el golpe de una banderilla. Por su parte, Alejandro Talavante tuvo que conformarse con pasear un único apéndice.
Antonio Girol.-
Conforme se acercaba la hora del festejo el cielo iba tomando tonalidad cárdena, pasando del claro al oscuro. Los escasos jirones de cielo azul se tamizaban y de repente comenzó a caer una lluvia fina que pretendía hacerse presente y tomar protagonismo. Aún así, y con la amenaza de la suspensión cada vez más patente, los aficionados fueron ocupando sus escaños, pertrechados de paraguas, chubasqueros, pero sobre todo de afición, mucha afición, y unas ganas tremendas de toros al ver cómo silbaban, apremiando el comienzo del paseíllo.
Puede que ustedes lean por ahí que la plaza registró una entrada pobre. Depende cómo se mire, porque meter a más de la mitad del aforo con una climatología tan adversa cuando lo que realmente apetecía esta tarde era cualquier cosa antes que sentarse a mojarse en una plaza de toros, tiene mérito.
El rejoneador navarro tuvo que abandonar la plaza para revisar su vista tras el golpe que sufriese con una banderilla
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Tras dimes y diretes en el patio de caballos, con cierto retraso sobre la hora anunciada, en uno de los recesos que fue dejando la lluvia, se abría el portón para que Pablo H. de Mendoza, Antonio Ferrera y Alejandro Talavante, trenzaran el paseíllo a los sones del pasodoble La Entrada. El navarro sólo ha podido lidiar un toro por culpa de una lesión ocular que ha sufrido al golpearse con una banderilla corta. A este primer ejemplar del hierro de Los Espartales, desrazado, manso, que de salida ya buscaba el abrigo de las tablas, Hermoso de Mendoza, montando a ‘Curro’, luso-árabe, enjaezado con crineras blancas, le dejó dos rejones en todo lo alto. |
Lo bueno vino, primero a lomos de ‘Chenel’, hijo de aquel mítico ‘Gallo’ que tantas buenas tardes diese a su propietario. Con esa facilidad pasmosa que tiene para galopar de costado tras clavar dos banderillas dejándose llegar mucho a la res a la hora de ejecutar los quiebros y clavar al estribo, conseguía dejar al toro en suerte para volver a ir a la cara de la descastada res.
Cambió de equino y optó por ‘Ícaro’, bayo, de raza lusitana, enorme ejecutando el ‘passage’, para encelar la embestida de un toro, que a esas alturas de la faena cada vez buscaba más las tablas. Colocó dos banderillas, dejándose llegar mucho los pitones, gracias al sitio envidiable que la cabalgadura deja al jinete navarro a la hora ejecutar la suerte de banderillas.
Para el último tercio el elegido fue el azteca ‘Pirata’. Tomó Pablo tres banderillas cortas para cerrar la faena y al intentar prender la primera se golpeó en el ojo provocándole una fuerte contusión que le hizo perder la visión. Rápidamente optó por matar a su oponente, en vista de la lesión, y tras dos pinchazos dejó un rejón contrario, que unido al golpe de verduguillo, fue suficiente para que el de Los Espartales doblase.
El rejoneador pasó entonces a la enfermería donde los doctores De la Rosa y Franco García le diagnosticaron una fuerte contusión y le recomendaron desplazarse a Badajoz para que fuese revisado por un oftalmólogo en la Clínica del Perpetuo Socorro.
Antonio Ferrera, vestido de nazareno y oro, ha tenido dos toros de la divisa de Buenavista, de distinta condición. Su primero, manso, sin raza alguna, al que recibió con una larga cambiada en el tercio. En banderillas, Antonio logró poner los grados centígrados que le faltaban a la tarde, al ejecutar tres pares, con dos de poder a poder y un tercero al quiebro.
La faena de muleta la inicia rodilla en tierra, saliéndose con el toro hasta la segunda raya, para rematar la serie con un pase de pecho. El de Clotilde Calvo rápidamente canta la gallina y en cuanto ve alguna ‘puerta’ abierta en la muleta de Ferrera busca marcharse a las tablas. Hasta allí, en las del tendido seis, tuvo que desplazarse el de Villafranco para plantarle faena. Pidió silencio a la Banda y con la rabia que le caracteriza tiró del animal, sacándole naturales de uno en uno, que calentaron al graderío. Se tiró en lo alto y dejó media tendida, volvió a lanzarse en el morrillo y ahora sí cobró una estocada entera, algo caída por atracarse de toro. Se le pidió con fuerza la oreja y le fue concedida desde el palco.
Si su primero fue un manso declarado, el segundo fue un mentiroso. El animal más bonito del encierro que de salida remató con fuerza en los burladeros y al que Antonio toreó por verónicas cerrando la serie con chicuelinas muy ceñidas. La res hizo una buena pelea en varas y derrochó muchos pies en banderillas. En este tercio Ferrera volvió a deleitar a la parroquia, colocó tres pares, el último en un ajustado quiebro y la plaza le pidió uno más de regalo, que el torero obsequió.
Todo hacía indicar que podía ser el toro. Incluso el matador brindó la faena a su sobrino Alejandro que estaba en el tendido junto a los de su Peña Taurina. Y entonces empezó la desilusión. Brusco, dando chocones, intentando quitarle la muleta al torero por el lado del palillo. Opta Antonio por cambiarse la pañosa de mano, para probar la embestida por el izquierdo, y a la vista de que el toro por ese pitón se ponía gazapón y no había ocasión de poder sacarle ningún pase, decide volver a la mano diestra y a base de sobar mucho al animal logra ir metiéndole, poco a poco, en el canasto. El público entendió el esfuerzo que había hecho el de Villafranco y a pesar del pinchazo hondo que antecedió al estoconazo que dio en segunda instancia, se le pidieron las dos orejas, que le fueron concedidas. Y por tanto, la Puerta Grande se le abría de par en par.
Alejandro Talavante, preciosamente vestido de rosa y oro, también ha tenido que despachar dos toros desiguales en su juego. Su primero ha adolecido de poca fuerza. Lo lancea, de capa, con suavidad y quita al animal por chicuelinas.
En la muleta, siendo consciente de la escasez de energías que tenía la res, cuida cada una de las embestidas llevando el engaño a media altura, cosa que resta emoción y ajuste en el cite. Al intentar bajar la mano, el toro pierda las suyas, por lo que el pacense opta por volver a la media altura, pulseando cada una de las arrancadas. Mata de casi entera atravesada y da un golpe de descabello. Le fue concedida una oreja como premio a su labor.
Cuando saltó el último la tarde estaba metida en agua, el frío se calaba en los huesos de los pacientes aficionados que en ningún momento abandonaron sus localidades, y nada de lo que intentó Alejandro tuvo calado en el público. A pesar de los intentos de llevar larga la embestida con la derecha ante la falta de humillación, decide tomar la muleta con su mano mágica, la izquierda, sin embargo el de Buenavista se quedaba corto, no se desplazaba y con buen criterio Talavante opta por abreviar, con alegría del aterido público, despachando a su antagonista con casi entera atravesada que necesitó de varios golpes de cruceta para lograr que el animal doblase.
Y cuando la tarde languidecía metida en agua, Alejandro Talavante abandonaba cabizbajo la plaza, mientras su compañero Antonio Ferrera lo hacía en hombros y Pablo Hermoso viajaba hasta Badajoz para revisar su vista.
Parte médico de Hermoso: «Traumatismo en arco superciliar izquierdo con hematoma y visión binocular alterada», trasladado al hospital de la localidad, donde fue explorado, descartándose posibles consecuencias.